lunes, 4 de septiembre de 2017

A VUELTAS CON LAS FOBIAS


Es la palabra, o más bien el sufijo, de moda: las fobias pululan como turistas en verano. Odios por aquí, fobias por allá. En la época más victimista de la historia, en la que es más importante conseguir que a uno se le perciba como mártir antes que tener razón o argumentar con rigor, la hipermoralidad nos conduce a un campeonato enfebrecido por decidir quién llora más, es decir, a quien se le deben más apoyos, ayudas o privilegios. Como siempre, conviven casos reales con otros exagerados, y es decisivo saber distinguir a unos de otros. Es el peligroso y manoseado mecanismo: servirse de una causa legítima (defender al débil) para hacer justo lo contrario (perseguir a los discrepantes).
La llamada islamofobia ahora mismo ostenta la cabeza en la carrera victimológica, hasta el punto de que para algunos es más urgente parar su supuesto influjo que el terrorismo yihadista. Sin embargo, el riesgo es que se pretenda blindar la doctrina implicada, demonizando la crítica con la excusa de luchar contra la demonización. En este sentido, dando un salto tan mayúsculo como la elipsis de 2001 (cuando del hueso del homínido pasamos a la nave espacial de Hal 9000), para escapar a la posible islamofobia se está consagrando la islamofilia, una desorbitada consideración del islam como “religión de paz”, obviando que incluso sus versiones más amables, sobre todo en cuanto a derechos de las mujeres y los homosexuales, podrían quedar a la derecha del cristianismo actual más conservador.
Sin embargo, siempre subsisten odios fuera de foco, y en este caso no es otro que la judeofobia. De Francia y otros países europeos, los judíos huyen en masa. Recordemos el atentado al supermercado kasher en París o a algunas sinagogas. Pero apenas se habla del viejo y arraigado antisemitismo. Cuando en el mundo musulmán está muy extendido, como se vio en una pancarta tras los atentados de Barcelona en la que se acusaba a Israel de los crímenes. En Baleares hemos oído inculpaciones judeófobas en clave conspiranoica de la boca de Juan Peralta, imam de Pere Garau, o de Yousef Jouihri, portavoz islámico en la isla. También del empresario palestino asentado en Galicia Ghaleb Jaber Ibrahim. Todo ello sin que sus entrevistadores pusieran la mínima pega a la propagación de este odio. Pero es que entre nosotros dicha fobia no está mal vista. De hecho, apenas se la menciona, señal de que persiste en España, uno de los países europeos donde menos se tolera a los judíos, según estudios de la UE. Por no hablar del caso tan mallorquín de los chuetas, una aversión omnipresente durante siglos que realmente no se ha superado sino sólo aparcado.

(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

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