lunes, 25 de abril de 2016

CERVANTISMO SHAKESPEAREANO



 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Este año el Día del Libro ha llegado en el momento más oportuno posible: sofocar la canonización de uno de los músicos más sobrevalorados de la historia moderna, el pigmeo (en todos los sentidos) de Minneapolis. Ando estupefacto con las loas al difunto Prince. No le recuerdo ni una sola canción potable, mucho menos esa nadería de Purple rain. Pero tampoco quiero ensañarme demasiado, porque gente a la que aprecio disfrutó lo que perpetraba este bulto sospechoso musical, así que dejémoslo aquí.
Mejor pasemos a Cervantes y Shakespeare, en el convenido 400 aniversario de su muerte. Pasa con los clásicos aquello de que siempre sorprenden al descorcharlos. Ambos autores representan el centro invulnerable del canon occidental. De hecho, mi maestro René Girard los consideraba, con Proust y Dostoievski, los más lúcidos diseccionadores del alma humana, estandartes de una imponente superioridad cognitiva, lingüística e imaginativa.
Sobre el Quijote quiero valorar especialmente el trabajo de Francisco Rico y la reciente versión moderna de Trapiello, una obra sensacional a pesar de las críticas de algunos puristas dogmáticos. A veces del Ingenioso Hidalgo se han sacralizado los aspectos más discutibles, como la libertad de su personaje, que no es tal, o su literalidad desastrada y en ocasiones agramatical. De ahí la herejía bastante cierta de González Ruano: “se nota que Cervantes era manco porque el Quijote es un libro escrito con los pies”, que paradójicamente no le quita ningún valor. Ambos fueron “inventores de lo humano”, como decía Harold Bloom de Shakespeare pero que podría extenderse perfectamente a Cervantes. Crearon formas de expresión originales, las conciencias más abarcadoras de toda la literatura, plurales abismos de interioridad. Sin sus obras, útero moldeador de nuestra condición, seríamos diferentes, ajenos a sus grandes revelaciones.
El talento creativo del inglés, unido a un gran intelecto generador de ideas, justifica que la 'bardolatría' haya llegado a tanto. Para Bloom, su obra describe una circunferencia que lo engloba todo, un espíritu que desborda los límites de las bibliotecas y los teatros, y que ha creado “formas más reales que los hombres vivos” (Shelley). Mi favorita de sus piezas menos conocidas es Troilo y Cressida, donde a través de Pándaro, una especie de Yago, la teoría mimética de Girard emerge con una potencia devastadora para explicar cómo las rivalidades humanas se sustentan en imitaciones que nacen de la carencia de ser. Imitamos a imitadores, en una circularidad que nos empuja a los tumultos más destructivos cuyo fin no es otro que la peor de las quimeras: la identidad.

lunes, 18 de abril de 2016

REMINISCENCIAS DEL ARADO


 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

La semana pasada se disputó en Liverpool el Grand National, que llevo siguiendo desde hace unos años, cuando mi anglofilia alcanzó su extática cumbre. Aunque prefiero el Derby de Epsom, cita obligada para Fernando Savater desde hace 4 décadas. Qué belleza la hípica, queridos, al menos la hípica normal, aquella en la que el jockey se acomoda majestuosamente alzado sobre un magnífico purasangre.
En cambio, qué diferente es el trote que se estila en Baleares, ¡la madre que lo parió! Qué espanto ver al caballote, más tosco que en la hípica británica, tirando de un carruaje con el 'manador' despatarrado de la forma menos estética imaginable. Y esas evidentes reminiscencias del arado, ese trote cochinero, como decía Butanito de los árbitros menos gráciles, esa fealdad insufrible.


Reminiscencias mentales del arado también aparecen en nuestra política de andar por casa. Me refiero al error político de Sa Feixina. Sin duda el discurso de Cort es puramente ideológico: en plena conga emocional, imitando a sus colegas del Parlament, corean que sólo se oponen al derribo los exaltados, los fascistas y tal. Pero al final si algo ha quedado claro, con encuestas y posicionamientos públicos, es que la mayoría de la población no secunda al ayuntamiento. Puede que tengamos alrededor de un 85 % de fascistas en Palma, quién sabe, y que incluso muchos hayan votado al Pacte, pero no parece muy verosímil.
Sin embargo, ahora ya es difícil que se echen atrás. Si rectifican, se verá como una derrota. Si persisten, como una obsesión sectaria que incumple flagrante y fragantemente su máxima electoral de servir a la ciudadanía al margen de empecinamientos crispadores que, ya saben, siempre son defectos del rival.
Por esa supuesta superioridad moral se proclama también con solemnidad la despolitización de IB3. Y aunque es cierto que en algunas cosas la programación ha mejorado (Dues Voltes, Els Entusiastes), todavía se detecta un sesgo pronunciado en favor de según qué discursos y personajes. Porque no tiene nombre que un acto como fue, este viernes, la presentación de 'Sa norma sagrada' en el centro cultural de Sa Nostra, con nada menos que 200 asistentes, no suscitara la más mínima atención de nuestros carísimos medios públicos. Cuando después resulta que esos mismos (y otros) medios que castigan con la omertà a un libro que rompe arraigados tabúes pierden el culo dando protagonismo estelar a huelguillas seguidas por una docena justita de chavales desorientados, por ejemplo en Dalt Vila. El atávico arado doctrinario, por lo que se ve, sigue marcando la pauta.

lunes, 11 de abril de 2016

DIMENSIÓN KAFKIANA


 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Toda vida tiene algo, mucho o poco, de pesadillesco. A veces esa bruma procede del exterior, de azarosas y bizarras conexiones en el espacio-tiempo, y en otras ocasiones brota directamente de alguna tara interna. Estas semanas, el muro de Facebook de mi amigo Nadal Suau ha reanimado dos episodios un tanto kafkianos de mi triste biografía que van en estas dos líneas alucinatorias.
A cuenta de una cita de Cynthia Ozick sobre la locura que al parecer le sobrevino al emperador Tito por un tábano que anidó en su oreja, Suau me hizo recordar mi historia con un insecto. Tendría unos 4 años, época en la que una profesora del San Vicente de Paúl en La Soledad me robó traicioneramente una banderita fungolera que mi padre me había montado con un listón y un pañuelo de tela. Por entonces, jugando en el jardín del colegio un bichejo peleón me saltó a la cara, y yo pensé que se había metido dentro del párpado izquierdo. Durante años viví aterrorizado con la idea de que el insecto se había quedado a dormir ahí dentro, y cuando se movía me provocaba picores en el ojo. Sin metamorfosis pero con simbiosis, casi más Cronenberg que Kafka.
Luego me entero de que Suau y yo coincidimos, allá por 1998 cuando cursaba segundo de Filosofía y por primera vez necesité gafas, en la proyección de El proceso de Orson Welles en el centro cultural de Sa Nostra. Él estaba arriba, en buena compañía; yo abajo, solo, crispado. Era mi fase Travis Bickle. El pase llevó tan al extremo lo kafkiano que este pathos acabó inundando la sala a lo grande.
Recuerdo, nada más entrar, a dos monjas con unos fastuosos hábitos, sentadas en la última fila de la sala. ¿Se habrían confundido de evento o les ponía Welles? También a un ciego, que se enteraba de la película (se estaba pasando subtitulada) por lo que le susurraba al oído Eugeni, un condiscípulo mío que era de... ¡Es Castell!, más Kafka.
O que un corte brusco del proyector a pocos minutos del desenlace dejó un final falso que la mayoría asumió estoicamente, dejándonos solos a unos pocos para disfrutar la prórroga al repararse la avería. O un fotógrafo de la prensa local llegar tarde y fotografiar la pantalla en pleno metraje, deslumbrándonos con el chisporroteo visual del flash en la pantalla. A la salida del delirio uno buscaba referencias fiables, cierta serenidad, pero un reloj de calle señalaba un horario (las 51:48) propio de un meridiano alienígena.

lunes, 4 de abril de 2016

LA RENDICIÓN DE MOLL


          (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares

Con su permiso, promoción obliga, hoy me voy a marcar 'un Umbral', pues mi segundo libro, Sa norma sagrada, ya está en las librerías. Les contaré una historia de Francesc de Borja Moll y de como las doctrinas que tienden a la unanimidad, de la misma manera que excluyen toda posibilidad de criticar sus postulados, intentan presentar el cauce de los hechos que nos ha llevado hasta aquí de una manera providencial, como si las cosas no pudieran haber sucedido de otra manera. 
El caso de Moll es muy revelador de lo que podría haber sido y no fue el catalanismo de Baleares. Hasta los años 50, Moll había permanecido fuera de Sa Ceba cuatribarrada pues, aunque aceptó la ortografía de Fabra, no quiso cambiar el título del alcoveriano Diccionari català-valencià-balear, que para los ultrafabristas suponía un atentado contra la unidad de la lengua. En su primera singladura de titubeante outsider, publicó en su editorial la colección Les Illes d'Or, con obras escritas en las modalidades isleñas para que la gente pudiese leer “en mallorquí”, lo que generó críticas exaltadas en el Principado. 
En una conferencia que impartió en Barcelona (mayo de 1954), titulada Els dos diccionaris, defendió un modelo integrador del catalán ante el pasmo de los asistentes, que en su cabreo avisaron al primo de Zumosol del catalanismo de entonces, Joan Coromines, que residía en Chicago. Coromines intercambió unas cartas paternalistas con Moll pero, ante la imposibilidad de reeducarlo, recurrió a la misma estratagema de McNamara con J. Edgar Hoover: “es mejor tener al indio dentro de la tienda meando para afuera que tenerlo fuera meando hacia dentro”. Es decir, propuso a Moll para un puesto en el Institut d'Estudis Catalans. Moll aceptó. No es fácil caminar solo, y el menorquín carecía del coraje de su maestro Alcover. A partir de entonces, cuando tenía más motivos para defender las modalidades, viendo la actitud bunquerizada que se encontró en Barcelona, se pasó curiosamente al otro lado. 
Consolidado como miembro del Politburó lingüístico, hizo méritos para aumentar galones en la polémica de Pep Gonella (1972), donde se mostró implacable con su contendiente, cuando realmente éste no cuestionaba la unidad del catalán ni, en su tercer y último artículo, difería de lo que en teoría defendía Moll. Y digo en teoría porque ya se vislumbraba ahí su doble discurso: hacer ver una cosa, pero promoviendo la otra por debajo de la mesa. Estrategia que prolongaron y enfatizaron sus discípulos en la UIB, como puede verse en Sa norma sagrada.

viernes, 1 de abril de 2016

'SA NORMA SAGRADA', UN LLIBRE NECESSARI


 (tribuna publicada avui a El Mundo-El Día de Baleares)

Quan dins un grup de persones mos trobam que totes pensen igual és que cap d'elles pensa gaire. S'unanimitat és un signe intel·lectual de sospita perquè, tenguent en compte sa pluralitat intrínseca a sa condició humana, només se pot produir a través de sa coacció o de processos de mimetisació deguts a interessos per una banda i covardia per s'altra. I precisament és aquesta tendència cap a s'unanimitat lo que caracterisa es catalanisme de ses Balears des de fa dècades.
A nivell purament lingüístic, això ha implicat sa demonisació des castellà, amb subseqüent intent d'eliminació des món oficial, i també sa suplantació de ses modalitats insulars des català per un estàndar estrany i ortopèdic. Durant dècades s'han entregat a una estratègia gramsciana que, passa a passa, els ha permès anar guanyant posicions i fer valer públicament es seu discurs, establint es marc conceptual general, maldament no tenguessin a ses urnes un suport majoritari. I això sense que es seu argumentari s'hagi renovat gens ni mica en 40 anys, d'ençà de sa polèmica d'en Pep Gonella.
Per això mateix, Sa norma sagrada. Un viatge a ses fonts amagades des catalanisme de ses Balears, que acaba de publicar sa Fundació Jaume III, és un llibre necessari que fins ara ningú havia volgut escriure, per por o manca d'interés. Durant uns dos anys, qui escriu aquestes línies i Joan Font Roselló, portaveu de sa Fundació, mos hem dedicat a analisar amb detall aquelles fites de s'història de sa llengua que han anat donant forma an es principals dogmes des catalanisme de ses nostres illes. Per això hem culejat arxius i rastrejat biblioteques, llegit llibres i revistes, vist programes televisius, etc. Estam conveçuts que en molts de casos tendrem es silenci per resposta, i en altres crítiques irreals basades en sa fal·làcia de s'homo de palla, és a dir, atribuir a s'enemic quatre dois falsos per ridiculisar-lo.
Lo que no diran és que aquest llibre, sense qüestionar s'unitat de sa llengua, promou un model plural d'estàndars regionals que defensen també filòlegs independentistes com Albert Pla Nualart. Perquè no té cap sentit que medis de comunicació exclusivament balears no puguin emprar sa seva modalitat territorial perque es defensors de sa norma sagrada, aquells que com es Departament de Filologia Catalana de s'UIB, que segueix deïficant Fabra com si fos sa paraula de Déu, no ho permeten. Com ja deia fa dècades Vicent L. Aracil, pare de sa sociolingüística catalana, ets hiperfabristes confonen interessadament lo col·loquial amb lo dialectal per desprestigiar lo segon. ¿S'imaginen que a Argentina, a ses seves televisions i pel·lícules, se vessin obligats a emprar només es castellà d'Espanya? Idò lo que allà seria inconcebible, aquí molts ho defensen, amb mala fe o per por d'encetar es debat, com si no hi hagués cap altra opció perquè així ho ha decidit es veredicte des suposats savis.
Dividit en 12 capítols que separen s'introducció (Ses llengües són fruit de sa consciència, no de sa ciència) de Font Rosselló i es meu epíleg (Identitats expiatòries), es llibre comença amb un replantejament de sa polèmica entre Mossèn Alcover i Pompeu Fabra, és a dir, s'oposició d'una idea oberta i plural de sa llengua i sa visió que entén s'unitat lingüística com unanimitat que, per afegitó, posa sa llengua an es servici de sa política. També hem analisat sa figura capital d'en Francesc de Borja Moll que, per una banda va continuar sa feina d'Alcover però, que per s'altra, se va entregar an es pontífexs barcelonins, deixant de costat sa seva inicial defensa de ses formes balears; sa polèmica d'en Pep Gonella; sa Transició i sa Llei de Normalisació; es paper de s'UIB i es dictats des nucli dur des catalanisme balear, com Gabriel Bibiloni, Damià Pons o Bernat Joan, completarien aquesta obra d'investigació. Podem veure així com s'ha acabat imposant un dogmatisme que no té en compte que no som a 1975, quan sortíem d'una dictadura a on només hi havia una llengua oficial, sinó que, a l'any 2016, mos trobam a un context molt diferent i plural que no legitima postulats tan maximalistes i tergiversadors.
Però ells presenten ses coses només com els convé. Per exemple, es conegut concepte de diglòssia, que sempre venen d'una manera distorsionada com un conflicte entre dues llengües, una prestigiada (es castellà) i s'altra “minoritzada” (es català), mentre que es concepte originari creat pes lingüista americà Charles A. Ferguson a 1959 no se refereix a això, ¡sino precisament a lo que passa a Balears amb ses modalitats! És a dir, en es perill de supervivència que suposa per una modalitat lingüística s'utilisació sacralisadora que se fa de s'estàndar general d'aquella llengua. En Ferguson destacava s'exemple de s'alemany estàndar de sa RFA, que invadia s'espai des dialecte alemany xerrat a sa Suïssa germànica. És a dir, com deim, exactament lo contrari de lo que es nostros catalanistes transmeten.
Juntament amb s'incompareixença d'un contrari intimidat per sa pressió mediàtica, han imposat es seus criteris a base de sofismes. S'estrella des repertori és sa fal·làcia cientifista, que consisteix en fer passar com a veritat científica lo que són criteris polítics partidistes, amb sa connotació insòlita de voler presentar lo científic com si fos algo inamovible, sagrat. Quan resulta que lo científic implica precisament s'argumentada revisió i qüestionament de lo acceptat, s'idea de que sa veritat té una naturalesa variable. Així, mos trobam que quan apel·len a sa ciència lo que estàn pensant és pur xamanisme. Cosa que evidencia que lo seu és una doctrina tancada que ja no permet cap casta de reestructuració, una espècie de veritat revelada de la qual no se pot tocar ni una coma. Es dogma s'imposa així a sa realitat i no aprèn res d'ella. Se talla de rel tota convivència amb so dubte, s'incertesa i sa refutació, inclús les demonisa com si fossin desviacions malaltisses. Finalment se desqualifica es debat, sembrador de discòrdies, perquè lo que toca és combregar tots en aquesta “germanor jerarquitzada”, com diu Aracil.
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