jueves, 29 de agosto de 2013

SIN REFORMAS

 (artículo publicado hoy en El Mundo Baleares)



Por definición, los privilegios son aquello de lo que sus beneficiarios no desean prescindir voluntariamente. Salvo que se les obligue. Pasa el tiempo, llevamos ya 6 años de crisis y la partitocracia sigue siendo el único refugio (junto al fútbol) del mundo de las burbujas, el último ámbito que se resiste a la aplicación seria de recortes y reformas. A estas alturas ya podemos imaginar que no desea corregirse dicha situación; la clase política quiere seguir viviendo 'por encima de sus posibilidades'. Basta echar un vistazo a los enormes gastos de los partidos de poder y a la opacidad de sus cuentas, cuando la mayor parte del dinero (blanco) que reciben es público. La partitocracia como fin en sí mismo, al margen de los intereses de la ciudadanía, sigue siendo una realidad incuestionable.
¿Se están aplicando las reformas estructurales solicitadas por Bruselas? Parece que nada, o casi nada. Y lo poco que se aprueba, sólo dura un año, como el recorte del 7 % de los sueldos del Parlament de Baleares. Los gobiernos central y autonómico parecen estar esperando a que amaine el huracán para seguir engordando perpetuamente a cuenta de la clase media. No se tocan las diputaciones provinciales (rémoras del pasado que perdieron su sentido con la creación del Estado autonómico), organismos que sirven menos a los ciudadanos que a aquellos que se benefician de sus cargos; no se fusionan municipios, cuando tenemos el doble que Alemania con la mitad de población; por no hablar del principal tinglado partitocrático, las innumerables empresas públicas, que en gran parte siguen en pie a pesar de vanas promesas. Otro puntal de la partitocracia son los aforamientos, privilegio endogámico que en España protege (y seguirá protegiendo) de la justicia a decenas de miles de políticos, cuando en otros países europeos estamos hablando de unos pocos cargos.
Otro caso en el que podemos comprobar que la partitocracia se maneja para seguir prosperando como casta es el de los tribunales de cuentas, cuya misión principal consiste en controlar la gestión de los gobiernos. Recordemos que estos organismos analizan las cuentas públicas con unos 5 años de retraso, y gracias a nuestros políticos una ley exime de responsabilidades a los 4 años de producirse los hechos. Como ven, se trata de un blindaje perfecto, necesario por si alguno de estos tribunales consigue sobrevivir a la colonización de políticos en su engranaje. Y para seguir entorpeciendo la labor de estos organismos de control, el gobierno de Bauzá acaba de recortar su presupuesto un 20 %. Todo atado y bien atado.

jueves, 22 de agosto de 2013

DESORIENTACIONES


                                  (artículo publicado hoy en El Mundo Baleares)


Del Vía Crucis veraniego ha emergido como anécdota muy comentada (trending topic en lenguaje twittero) la desubicación de Rajoy, que no sabía si estaba en “la isla de Palma” o en la ciudad de Mallorca. Algunos hablaron de desprecio, pero lo dudo (ha veraneado aquí muchos años), creo que es pura desorientación. Aunque no sólo geográfica... Este presidente atontado me resulta más cercano que en otros aspectos, porque mi estado habitual, a todos los niveles, es el de profunda desorientación. Desde el mismo momento del despertar, que para mí siempre es fundante y supone una odisea de ubicación, porque durante esos iniciales instantes del día no sé en qué cama he dormido, de qué ciudad, qué hora es, si necesito levantarme rápido o no. Incluso en ocasiones tampoco tengo muy claro quién soy. Vivimos tiempos deslocalizados, desterritorializados, con los ejes fuera de sitio, y en ese sentido no hay duda de que Rajoy es un hombre de su tiempo.
La desorientación se agrava todavía más en verano, cuando el calor omnipresente nos reduce a un cúmulo de sudores y flaquezas. Envuelto en estos vapores mortificantes, me resulta más fácil sumergirme en esferas extrañas. Cuando sintonizo cricket en internet consigo mimetizarme tanto con el delicioso ambiente de la Perfecta Albión que siento estar en el Trent Bridge de Nottingham o en el Lord's de Londres, junto a Sir Ian Botham y Geoffrey Boycott. De la lectura también pueden extraerse atractivas posibilidades desorientadoras. Este agosto he permanecido más tiempo en Hungría que en Mallorca, concretamente en el Budapest de finales de 1944, cuando Ángel Sanz Briz consiguió proteger a más de 2.000 judíos del exterminio nazi. En una Lisboa onírica y cinematográfica, donde cada instante se retuerce en la nada, también he estado bastante rato; y en la Barcelona de 1930, cenando en el Ritz junto a cantidades industriales de intelectuales. Por no hablar de la península de Yucatán, a principios del siglo XVI, rodeado de aztecas y mayas, junto a soldados barbudos que, subidos a sus caballos, parecían dioses terribles. Pero siempre acabo refugiándome en un fumadero de opio del Nueva York de 1933, esperando a que vengan a liquidarme tras haber conducido a la muerte a mis tres únicos amigos.
Incluso cuando la brisa mitiga el calor, sigo viendo desorientaciones. En el plano político, acompañando a Rajoy: el PP de Bauzá vive en Madrid (con Cabrera de segunda residencia), Més se arrodilla en Montserrat y EU no consigue salir de La Habana. El PSIB es más esotérico: subsiste en el limbo.

jueves, 15 de agosto de 2013

FREEDOM FOR SON VIDA


  [artículo publicado hoy en El Mundo Baleares]

Quedo con un amigo en una terraza del Molinar para tomar un whisky. Nuestra conversación desemboca en la política, después de atravesar diferentes meandros. Mi amigo es una persona razonable e inteligente, de izquierdas y nada simpatizante de los nacionalismos. Lo curioso es que, como muchos otros no-catalanistas, considera legítima la reivindicación de un referendum en Cataluña.
Creo que ésta es la clave de que en España prosperen iniciativas discutibles: no tanto la fuerza de sus defensores como la complacencia de un gran porcentaje de ciudadanos que no apoyan explícitamente esta causa. ¿Cómo puede ser que alguien no-nacionalista acabe defendiendo ciertos clichés del independentismo?
Por ejemplo, ya tenemos instalado entre nosotros el mantra del 'derecho a decidir', como si no existiera ya esa potestad, desde 1977, año de las primeras elecciones democráticas. Decidimos a todas horas, no sólo en los distintos tipos de elecciones (municipales, autonómicas, generales, europeas), sino mediante iniciativas de la sociedad civil que afectan a las decisiones políticas. La cuestión no es esa, sino exactamente la contraria: en este caso se pretende que sólo decidan unos cuantos, dejando a los demás fuera de toda posible participación. Y esto ya es algo menos defendible, pues se están intentando promover, bajo la máscara de la libertad, decisiones unilaterales, la exclusiva voluntad de unos cuantos movidos por su interés particular.
A mi amigo le planteo un ejemplo, lo que yo llamo un 'contrafáctico simétrico' (es decir, un caso de la misma naturaleza pero con sujetos diferentes). Imaginemos que el barrio de Son Vida quiere separarse del municipio de Palma. Utilizando para ello la misma retórica que los catalanistas: 'no nos sale a cuenta seguir formando parte de Palma, que nos expolia fiscalmente regalando nuestro dinero a los parásitos de La Soledad y Son Gotleu. Queremos un referendum en Son Vida para decidir nuestro futuro'. A mi amigo, por supuesto (como socialdemócrata, está a favor de la redistribución de la riqueza), esto le parece impresentable. ¿Por qué?, si el discurso es idéntico. Cambia sólo el sujeto de la acción, y a los millonarios de Son Vida los considera más negativamente que a los nacionalistas catalanes.
Este es el problema, muy arraigado en nuestro país: no se juzgan los hechos por sí mismos, sino a partir de la identidad de los sujetos que participan en ellos. Así, se legitima a alguien considerado favorablemente, defienda lo que defienda, no la lógica de su argumentación. Juzgamos parcialmente según quien esté implicado. Si vamos por el lado soleado de la vida, la razón siempre estará de nuestra parte.

jueves, 8 de agosto de 2013

BLINDAJES



 [artículo publicado hoy en El Mundo Baleares]



El ser humano busca antes el sentido que la verdad. Tiene prisa por hacerse con un significado que lo explique todo sin dudas ni ambigüedades. Nuestra mente nos determina hasta el punto de convertirnos en seres más cercanos al arraigo en las certezas que al camino incierto de lo riguroso. En la neurología moderna (Gazzaniga) se ha evidenciado que determinan nuestras ideas y actos unos presupuestos que están detrás de cada paso, fundamentando nuestra forma de proceder. Aunque los datos no se adapten a la idea que de ellos nos hacemos a priori, los encajamos a martillazos, con vehemencia. Es la estructura evolutiva de nuestra mente, que prefiere la comodidad de lo que le conviene.

Luego, los contextos intervienen para radicalizar estos patrones. En épocas de crisis como la que vivimos, el blindaje de las certezas se forma como tensión antagónica, es decir, como enfrentamiento con el otro. Porque la verdad en estos casos tiende a implicar principalmente la culpabilidad de otros. Y esa tensión se mantiene viva a cada instante, incluso aumenta sus dimensiones. Propicia maniqueísmos, polarizaciones, y más tensiones que no resuelven nada sino que agravan los problemas. Es una pena, pero en momentos de incertidumbre una mayoría ahonda en sus convicciones, radicaliza sus dogmas; no aprovecha la riqueza cognitiva de la inquietud reinante para hacer autocrítica. Asimismo se pierde con más facilidad el sentido común, la reflexividad y la voluntad de acercamiento al otro.
Últimamente hemos podido comprobar, en varios casos sucedidos en Baleares y Galicia, la realidad de esta pauta: el accidente de tren en Angrois, el incendio de Andratx, y también estoy pensando en el caso Alpha Pam. En dichas situaciones, una amplia mayoría, en la prensa o en las redes sociales, quería saberlo todo al instante, sin esperar no sólo a que se iniciaran las respectivas investigaciones, sino todavía en medio de la catástrofe. Es más, no querían saber, sino que ¡ya lo sabían todo! El culpable cambiaba en cada caso, pero la certeza era igualmente absoluta. La culpa es de este o aquel, pero hay una culpa inalterable, fija, que convierte a los otros en seres satánicos, responsables exclusivos de todo mal: Rajoy o José Blanco, el maquinista, los recortes de Bauzá, el descuidado pirómano, el hospital de Inca, etc. Una sola causa, como si no pudieran darse varias a la vez, concatenadas; y rápido, sin esperar al dictamen de los análisis. Y si al final resulta que nadie tenía razón, no se preocupen, sucederá como con los resultados electorales: todos ganan, nadie se equivoca.

jueves, 1 de agosto de 2013

VERANO MORTAL


[Dan comienzo hoy mis colaboraciones para El Mundo este agosto, a razón de un artículo por semana, cada jueves]


Detesto el verano mediterráneo. Opresivo y envilecedor, “el calor favorece el desarreglo, la suciedad y los populismos” (Arcadi Espada). Por eso, en estas fechas necesito evadirme, aunque la vía de escape adopte formas sombrías. En verano, el protector velo de lo cotidiano desaparece para dejarte a la intemperie. Todo lo que ya de por sí era dificultoso, en esta época se agrava: la soledad es más punzante, el hastío imposible de soportar, la agresividad más crispada. Todo pesa más.
Acabo el mes de julio leyendo en una cafetería de Pòrtol los nuevos números de la revista Adiós, un caso extraordinario de atención a la muerte, en tiempos tan huidizos y frágilmente hedonistas. Cada cierto tiempo, por obligación o no, me paso por el tanatorio del Bon Sosec para hacerme con los últimos ejemplares en papel, y recordar que somos mortales.
Sí, acostumbro a pensar en la muerte. En los fallecidos que he conocido, en lo que harían o pensarían en este momento presente. Siete meses después de la muerte de mi tío, el pintor Tomàs Horrach Bibiloni, lo veo huyendo de este calor infernal, refugiándose en su querido Saint-Malo. Tomàs subía cada mes de julio a su Citroen Picasso, y prefería conducir desde Barcelona hasta la Bretaña francesa antes de que estas temperaturas redujeran su humanidad a la de un superviviente de Auschwitz. Lo imagino ahora cerca del castillo de Saint-Malo, pintando la subida de la marea.
También imagino al poeta Jaume Pomar, a quien traté unos meses sirviéndole copas en la barra de una librería-cafetería palmesana. Jaume tenía un encanto especial, a medio camino entre la fina ternura y un sarcasmo demoledor. Tras dejar el whisky (prescripción médica), consagraba su paladar a descubrir las virtudes del buen vino. Tal vez hoy estaría saboreando de nuevo esa colección de tintos dedicados a su admirado Cesare Pavese. No le preocupaba morirse; decía que, al no tener hijos, nadie dependía de él. Era libre de seguir su camino epicúreo.
En medio de este sopor canicular, también imagino otras muertes recientes: la vegetación y la fauna de la Tramuntana aniquiladas por el fuego esta semana. En mi último paseo entre Andratx y Estellencs, no pude evitar deterner el coche en varios recodos del camino, para fotografiar esa magnífica frondosidad tan cercana a la ambientación de Twin Peaks. La ventaja de la muerte vegetal es que resurgirá de sus cenizas, aunque pasen años o décadas; sin embargo, de la muerte humana sólo queda el recuerdo de los vivos, y eso no es precisamente un atributo de la eternidad.
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