(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Un
serio error de mi anterior vida como político (aunque el peor fue
dejarme arrastrar a ese foso) consistió en exigir, cuando era
portavoz y candidato de UPyD, que los políticos imputados se vieran
obligados a dimitir, quedando como preventivos e irredimibles
apestados. También es cierto que apenas nadie se opuso a esa
corriente antigarantista, pero eso no es excusa. Si racionalmente no
supimos anticipar lo que podía suceder, es decir, que muchos
inocentes fueran pisoteados en el camino del oprobio, ahora ya no
tenemos pretextos porque los hechos en forma de absoluciones han
evidenciado lo inquisitorial de sentenciar a quien no ha sido
juzgado.
El
asunto es todavía más grave cuando el acusado, ya liquidado por la
opinión pública, no llega ni a sentarse frente al tribunal.
Ejemplos hay muchos de estas tergiversadoras e histéricas piras
sacrificiales, pero el caso Alpha Pam, cerrado judicialmente esta
última semana, me parece muy recordable para calibrar la indignidad
de cierta gente, que mira a otro lado cuando su furia persecutoria se
ha quedado sin sustento. Cuando este hombre senegalés falleció por
tuberculosis, hace cuatro años, la oposición en bloque acusó al
Hospital de Inca y a la conselleria de Sanidad de haber provocado la
muerte del inmigrante, que no tenía los papeles en regla pero que
llevaba residiendo en Mallorca casi diez años.
Estamos
ante un ejemplo no tanto de post-verdad como de pre-verdad: se asume
una verdad maniquea cuando el asunto no ha sido ni siquiera
investigado por la justicia. Y cuando ésta dictamina en contra de la
averiada pre-verdad, sus feligreses miran a otro lado. El documental
que Jarabo produjo sobre el caso Pam es un ejemplo infame de
agitprop, pero también deberían pedir disculpas Camargo, Fina
Santiago, Armengol y cierto periódico que tras inundar sus portadas
con este asunto ahora calla. Sin olvidarnos de Sansaloni, conseller
de Sanidad que cesó al gerente del hospital, el hoy diputado de C’s
en el Congreso Fernando Navarro, como cortafuegos con el que
blindarse en el cargo.
Todas
las sentencias han dado la razón a los acusados: no hubo omisión
del deber de socorro; tampoco mala praxis; y mucho menos fue un caso
de homicidio imprudente. Pero la jauría fue incapaz de desaprovechar
la manipulación repugnante de un tema tan delicado. Son los mismos
que falsifican el asunto, vinculado a este caso, de la sanidad
universal. Primero, hacen ver que esto es moneda habitual en toda
Europa, cuando no es así (al parecer, ningún país la aplica). Y
segundo, más manipulador aún, se hace creer a la ciudadanía que
sin esta universalidad los inmigrantes (todos, sin especificar entre
legales o no) quedarían sin derechos sanitarios, pero tampoco es
cierto.
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