(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Hay
que reconocer que las cargas que imprime sibilinamente el
aburguesamiento son una cadena de hierro que evita o retrasa
cualquier acto de conciencia plena. Por eso me ha costado tanto
entender la legitimidad del camino de libertad que guían las
trémulas esteladas y la puigdemontiana ensaimada capilar. Pero al
fin he captado el extático resplandor: la voluntad del pueblo libre
y unido es lo que más nos conviene a todos, por dignidad y agudísima
inteligencia, sin las puritanas represiones de ese instrumento de
eunucos llamado Derecho. De esta forma, en el cambio de vida que
inicio palpitante estos días, he dejado mi Twitter despejado de
fachas y equidistantes, consagrado a las higiénicas amistades de
Toni Albà, Pablo Iglesias, Assange, Snowden y cientos de bots rusos,
ya que Putin (junto a Maduro) sí que entiende lo que nos merecemos
en Europa.
Es
fabuloso cómo todo queda gozosamente transfigurado cuando encajan
las piezas. Por ejemplo, ayer mismo, el Día sin coche.
¿Qué es esa terminología autoritaria, pura reliquia franquista, de
“zonas permitidas” y “zonas no permitidas”, eh? ¡Basta de
líneas rojas, botiflers! A ver, recordemos que el alcalde
Noguera es de los nuestros, pues ha demostrado con creces estar a
favor de la desobediencia y del derecho a decidir, en este caso
decidir dónde aparcar el buga. Así que aquellos que fuisteis ayer
vilmente multados, fora nirvis: Cort apoyará vuestra libre
decisión y no sólo no os cobrará la multa sino que os brindará un
homenaje público como ejemplo de ciudadanos responsables, atentos al
emancipador signo de los tiempos.
En
unos días me consta que los hoteleros también se van a apuntar a la
Buena Nueva, renunciando a pagar la ecotasa y pasando olímpicamente
del convenio colectivo. Incluso algunos puede que le hagan algún
escrache a las autoridades locales, pintarrajeando y destruyendo los
coches oficiales, y rodeando tanto Cort como Consolat durante días.
Barcelona es nuestro faro, y debemos importar su ejemplo lo antes
posible. Seny, Volk
y calimocho.
Luego
toca empadronarse en Son Banya. Sí, tal vez piensen que no es
precisamente Son Vida, aunque en ingresos por cierto tipo de comercio
a lo mejor deja en pañales al opulento mercado textil de Amancio
Ortega, pero es el momento de apoyar a Cort en esta sabia y ecuánime
decisión de regalar 1000 euros al mes durante 5 años a cada familia
que se comprometa a, ojo a la despiadada exigencia, ¡llevar a sus
hijos a la escuela! ¿Es que nos hemos vuelto locos, amado alcalde?
Lo sensato, me cuentan Varufakis y Pancho Sánchez, sería 5000 al
mes y sin condiciones abusivas. Seguro que Cort tomará nota para
seguir a buen ritmo con su impecable itinerario democrático.
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