sábado, 16 de septiembre de 2017

BURBUJAS ESTELADAS Y NORCOREANAS


 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Una vez acabados los vibrantes partidos veraniegos de cricket de Inglaterra contra Sudáfrica y West Indies (una selección de países del Caribe, algunos destrozados por el huracán Irma), últimamente tengo margen para pensar mucho en otras cosas. Sobre todo en burbujas. Pero no las del champán, sino en la burbuja estelada, ese modo de recogerse en un cubículo doctrinario y sentimental que nos conduce a desvaríos como el putsch de la semana pasada en el Parlament catalán. Sólo en lo más miasmático de esa guarida se puede entender que Assange y Varufakis sean respetables ”entidades supranacionales” (Rufián), que Juncker haya dicho lo contrario de lo que ha dicho, que el valle de Arán podrá autodeterminarse aunque eso haya quedado excluido del borrador de constitución, que (falsos) premios Nobel apoyen la independencia, que España no sea democrática y Cataluña permanezca exenta de corrupción.
Pensando en burbujas, la verdad es que ninguna ha podido alcanzar, seguramente en ningún momento de la historia, el absoluto nivel de depuración opaca y tiránica de la norcoreana. Si no están al tanto, yo sí, pues por algo la foca de Kim Jong-un (ese sí una auténtica entidad supranacional en su oronda mismidad) me tiene bloqueado un libro desde hace muchos meses. No es que me lo haya censurado o me amenace, es que yo tenía casi finiquitado una recopilación de ensayos, continuación natural de Disecciones (Sloper, 2013), cuando las conclusiones del capítulo dedicado al gulag gracias al cual la familia Kim tiene secuestrados a 25 millones de norcoreanos quedaron en suspenso al empezar la tanda de misilazos y amenazas del pequeño de la saga. De algo bastante permanente se pasó a una inestabilidad explosiva.
Todo ese país único vive bajo llave hasta el punto de no saber nada del exterior (tampoco mucho del interior), no existe apenas internet, sólo hay unas pocas webs estatales, y andan consagrados a un hiperculto al líder que deja en paños menores los ensayitos de Stalin o Hitler. Pero más que nadie vive en una burbuja lóbrega el propio Kim Jong-un. No porque carezca de vías de comunicación con el resto del mundo, porque las tiene todas, sino que, a diferencia de su abuelo y su padre, ya nació en esa placenta surrealista y demente que es su país, sumido en un engranaje del que no puede salir más que un megapsicópata capaz de volar en pedazos el statu quo mundial. Ayer envió otro regalo de fuego planeando sobre Japón. Qué pena que, a diferencia de las películas, los tipos de gatillo fácil sean menos solucionadores que empeoradores. Si tiene que pasar algo, que suceda ahora y así pueda cerrar mi libro de una puñetera vez.

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