lunes, 31 de octubre de 2016

‘REAL DATA’



Vivimos en una época muy paradójica, con picos desesperantes. En teoría somos la sociedad más y mejor informada de la historia: nunca ha habido tantos medios y formas de comunicación. Jamás tanta información ha sido tan asequible. Y, sin embargo, la confusión es inmensa. En consecuencia, las manipulaciones están a flor de piel. El rigor está perdiendo a manos del populismo.
Por ejemplo, lo que señalaba la semana pasada sobre nuestro huso horario. Los caprichitos o el pánico a las depresiones otoñales hacen que inventemos teorías que van contra la incuestionabilidad de nuestra posición geográfica. Por eso, tocándonos la hora de Londres, el histérico populismo horario quiere sacarnos de Berlín para entregarnos al tempo moscovita.
También, el tema de la violencia. Fluye por todas partes el lugar común de que tenemos más violencia en las calles que nunca, cuando sucede exactamente lo contrario. O lo de las zonas verdes, que pensamos están de capa caída cuando los datos dicen que el bosque en Baleares ha crecido en los últimos 60 años nada menos que un 57 %.
Pero hay un tema, muy presente en los medios, en el que los datos reales no se adaptan a ciertas percepciones mayoritarias en los medios de comunicación. Me refiero a la violencia doméstica o de género. El CGPJ acaba de publicar los datos al respecto del año 2015, y lo que más llama la atención es cómo se contradicen a sí mismos.
Los números del CGPJ indican que el año pasado 123.725 mujeres fueron víctimas de la violencia doméstica. El problema es que esa conclusión la obtienen sólo atendiendo a las denuncias (ese número de mujeres interpuso una acusación contra su pareja) y no a las condenas judiciales. Es realmente extraordinario que el máximo poder judicial vulnere la presunción de inocencia y, en consecuencia, ¡pase olímpicamente de lo que digan los propios jueces! Porque no tienen en cuenta sus sentencias de cara a dictaminar qué número de mujeres es realmente víctima.
Porque resulta que, de todas esas denuncias, sólo un 22 % acabó en condena del acusado. El resto, nada menos que un 78 % (¡100.323 denuncias!), fueron casos sobreseídos o que acabaron en absolución. ¿Por qué ese detalle trascendente se oculta habitualmente? Ojo, no puede decirse de ninguna manera que esas 100 mil sean denuncias falsas. Por lógica, debe haber de todo. Maltratadores cuya culpabilidad no ha podido ser demostrada. Maltratadas que no denuncian. Pero probablemente también denuncias falsas, que en principio son sólo el 0’4 %, pero, ¿el dato es realista sabiendo que se investigan poco los indicios de este tipo de delito, por otra parte muy común en otras esferas procesales?

PD: el populismo y la estupidez estructural de nuestro país van ganando la batalla. Por ejemplo, con el populismo horario, personificado en ese tal Miquel Pou, flautista de Hamelín que ha embaucado inverosímilmente al personal, maestro Ciruela (ya saben, aquel que no sabe leer y pone escuela) que nos ha endosado su mercancía averiada. Ayer un artículo disparatadísimo de Urko Urbieta en Última Hora no daba pie con bola: además de ofrecer un mapa erróneo de husos horarios europeos, confundía la idea de la propuesta aprobada por el Parlament (que no es regresar a Greenwich, señor Urbieta, sino tener la hora de Moscú o Estambul), y para colmo no entendía que el horario 'artificial' introducido por la UE en los 70 por aquello del ahorro energético es el de verano, no el de invierno (error que, dicho sea de paso, está cometiendo casi todo el mundo). Alexander Cortés en el Diario de Mallorca escribía al menos un artículo más serio sobre el tema (sí era estupefaciente el comentario de Xavier Peris, un delirio asombroso), aunque incluyendo algún error de bulto: si tuviéramos la hora que pide nuestro triste Parlament, no amanecería pasadas las 8 de la mañana, sino a las 9 y pico. 

 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

lunes, 24 de octubre de 2016

CONTRA LA REALIDAD


 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Quién nos iba a decir que Trump es tan sonrojante y tendencioso que en el fondo parece un populista español. Nos escandalizamos con su afirmación de que reconocerá el resultado de las elecciones americanas sólo si él es el vencedor, cuando resulta que aquí hace tiempo que los podemitas han impuesto esta sectaria lectura de la voluntad popular. Por eso Iglesias prepara de nuevo la lucha callejera.
Por otra parte, tampoco se acatan las leyes. Y cabe recordar que no sólo son corrupción los delitos económicos; que la administración no cumpla la legalidad también lo es. Como nuestro ‘monolítico’ Cort, siempre en vanguardia de todo lo que huela a democracia, dignidad y coherencia. Como no les hace gracia el dictamen del Constitucional sobre la legalidad de la tauromaquia, no quieren cumplirlo. Sobre todo Més y los de Podemos. Perfecto, barra libre. Pero para todos, ¿no? Bien, pues que vayan olvidándose del IBI de aquellos que tengamos presente salidas más seductoras para nuestro dinero. Por no hablar del agua. O del IRPF autonómico.
Y del desacato a la memez. Protagonizada estos días por Més per Menorca, que desconoce o simula desconocer que el problema de nuestro horario no consiste en que retrasemos el reloj el próximo fin de semana, sino que no debería adelantarse en primavera. Olvidamos demasiado a menudo, distraídos con minucias parvularias y obsesiones ombliguistas, que estamos de lleno dentro de la jurisdicción horaria de Greenwich, con lo que nos tocaría el huso inglés: anochecer a eso de las 16:30 en pleno invierno. Pero resulta que nuestro ubicuo y eterno Franco, recién resucitado como Sleepy Hollow barcelonés y siempre recordado pero sólo para lo que nos conviene, trabucó nuestro horario en plena segunda Guerra Mundial para adaptarnos al bélico latido centroeuropeo que marcaba un tal Hitler desde Berlín. Desde estonces, como si fuéramos personajes de Olvídate de mí, ya no recordamos cuál es nuestra hora natural y solar.
Y ahora salen los huestes cachondas de Nel Martí, en su línea wishful thinking de inventarse sentimentalmente la realidad como si fueran adolescentes en pleno botellón, y consiguen que en el Parlament mañana se vote una astracanada que retrata nuestra confusión atávica: exigir al Gobierno de Rajoy que no cambiemos la hora este domingo. Més defiende así profundizar en la anomalía horaria que impuso el franquismo: separarnos una hora más (dos en total) de nuestro tempo solar. O sea, ser más horariamente franquista que nadie, ¡chapeau!
Al final el hecho diferencial era eso, como vemos cada día en Cataluña: desvincularnos a toda velocidad del más mínimo principio de realidad y carbonizar frívolamente el sentido del ridículo.

lunes, 17 de octubre de 2016

DOUBLE BIND


 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

El concepto de double bind se lo sacó de la manga Gregory Bateson en 1956, en su artículo Hacia una teoría de la esquizofrenia, y viene a ser un “doble vínculo contradictorio”, es decir, cuando en una misma acción se emiten dos mensajes de sentido opuesto, provocando una situación paradójica difícil de asimilar racionalmente. En su origen, el double bind afecta a un tipo de relación comunicativa generalmente encarnada por la que se da entre una madre y su hijo, en la que ella le envía señales opuestas en dos fases muy cercanas o coincidentes: por una parte, palabras de amor y entrega filial, para después rechazar los acercamientos afectivos del chaval. De esta manera, discurso y praxis se seccionarían en una contradicción que trastorna cualquier equilibrio emocional.
Ejemplos de double bind hay millones, casi tantos como galaxias en el cosmos. Hoy me limitaré a seleccionar algunos por su actualidad o porque me placen:
Oslo le concede el Nobel de la Paz a un presidente que ha perdido su referendum sobre el fin del conflicto. Luego Estocolmo le da el de Literatura a un cantante que ha escrito un poemario de tercera (Tarántula) y unas memorias atiborradas de plagios (Crónicas).
Instituciones públicas que promueven continuas campañas contra el bullying, pero que cuando se agrede a una niña en la escuela hacen todo lo posible para desviar la atención, incluso culpabilizando a la familia de la víctima.
La ínclita (en sentido Supergarcía) Unesco desvincula del judaísmo el Muro de las Lamentaciones, para concederle más legitimidad a un Islam que llegó 1600 años después.
Alerta sobre la elección de Trump el responsable de la ONU en Derechos Humanos, príncipe de uno de los países (Jordania) menos respetuosos con los DDHH.
El partido gobernante que te cruje desde Hacienda pero que supuestamente paga sus sedes de Madrid y Palma en negro.
Iceta y Armengol, que han llevado al PSC y al PSIB a los peores resultados de su historia, presumiendo de “coherencia” y exigiéndosela a la gestora del PSOE.
Un teniente de la Guardia Civil que hace meses salvó de la nieve a varios ex-presos de ETA y que estos días ha sido apaleado por 50 proetarras en un bar de Navarra.
Aquellos que exigen pluralismo a Madrid pero promueven la unanimidad tribal en Cataluña y Baleares.
En fin, la esquizofrenia puede que sea el virus más extendido del siglo XXI, al menos en Occidente. De alguna manera todos somos esquizoides, aunque parece que últimamente, escindidos entre lo que somos y lo que queremos aparentar, estamos mimando el cultivo de la tara. La cuestión es seguir siendo unos bestias pero instrumentalizando discursos más buenistas.

lunes, 10 de octubre de 2016

REGRESO AL CAP BLANC


 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

El pasado viernes al fin eché mano a Amarillo, la obra de Félix Romeo dedicada a su amigo suicida Chusé Izuel. Sin darme cuenta, leo el libro justo en el quinto aniversario de la prematura muerte del autor (paro cardíaco). Ese mismo día, y tras un par de años fuera de foco, regresa el Cap Blanc a la actualidad con el proyecto de una plataforma ¡“para saltar al vacío” desde allí! Por asociación de ideas, inmediatamente pienso, como en Futurama había cabinas para suicidas, y teniendo en cuenta el siniestro pasado de nuestro acantilado favorito, que se iba a rehabilitar de cara a nuevas tentativas de autolisis, esta vez a pelo, sin automóvil.
El genius loci del lugar permanece a pesar de todo, aunque hace tiempo que no voy por la zona. Desde que la vallaron, ha perdido atractivo. Si incluso llevaba a amigos o conocidos a darles un garbeo por sus irresistibles balcones al Mediterráneo. Alguno debía pensar que lo estaba invitando malignamente a ya saben qué. No sería la primera vez, ni será la última, que los simples mortales no entienden mis magnas y celestiales ocurrencias.
Pero no, la noticia no iba sobre lanzarse al vacío para fundirse con la Pacha Mama, sino para engañarla lúdicamente con unas tristes cuerdas de goma. Con el potencial que tiene el Cap Blanc... Si fuéramos de verdad visionarios montaríamos allí algo sobre el suicidio, no sé, incluso un parque temático. Lo digo en serio: hay que hablar del tema, visualizarlo para una población que sólo sabe mirar a otra parte. Los mismos psiquiatras recomiendan saltarse una omertà que propicia que se sigan matando unas 11 personas cada día en España. Y eso que tenemos un índice bajo, si lo comparamos con el resto de países desarrollados.
Por tanto, al menos un stand con libros de Jean Améry (sobre todo su suicidológico Levantar la mano sobre uno mismo), Cesare Pavese (su diario El oficio de vivir) o Albert Camus (El mito de Sísifo); un hilo musical con Joy Division, Nick Drake o Nirvana; carteles con obras Rothko y Van Gogh; estampas de Marilyn Monroe y George Sanders. Doy ideas.
Demanda desde luego la hay. Tanta que incluso trascendemos los citados casos individuales para elevarnos a lo institucional: el agónico Estado mismo, áreas como Educación (donde Baleares en la sima más profunda de Europa) o, por supuesto, formaciones políticas. En especial ese partido de partidos, traslación interna del mantra “nación de naciones” que gustaba tanto a uno de sus chamanes, que tiene una inclinación ostensible por el deceso voluntario. Ya saben, los residentes de la 70 Rue Ferraz del Percebe.

lunes, 3 de octubre de 2016

EL GRAN PSOECIDIO



Esta semana los opinólogos no estamos siendo nada originales, dejando aparcado nuestro pretencioso todologismo para centrarnos resignada o gozosamente en el tema que por lo que sea (enjundia, pasmo, astracanada) ha opacado incluso el juicio por las tarjetas ‘black’, el enésimo amago golpista del nacionalismo catalán o las elecciones vascas y gallegas, con el PNV perdiendo un escaño en el descuento de la prórroga. Pero es que esté siendo un imparable festival del disparate y el humor, pues el aquelarre esperpéntico del PSOE ha despedazado todos los goznes, hasta el punto de ser más carne de Sálvame y ElMundoToday que del Congreso de los Diputados.
El golpe del miércoles fue ‘chusquero’, como dijo chusqueramente un Borrell que también se encuentra en su peor versión. La sede cerrada a cal y canto a periodistas y críticos como si fuera un búnker. El fantástico troleo de las pizzas, que incluye una periodista infiltrándose en el fuerte como si fuera un agente del Mossad. El supuesto intento de pucherazo de los sanchistas. La jauría salvaje acampada en la calle como si fueran los hunos atravesando el Danubio. Los chascarrillos en las redes continuos y, la verdad, muy divertidos. Incluso algunos han comparado acertadamente a Snchz con el caballero negro de los Monty Python en Los caballeros de la mesa cuadrada: aquel fanfarrón convencido de tener opciones de triunfo después de que su rival le haya seccionado todas y cada una de sus extremidades, dejándolo como un lisiado digno de La parada de los monstruos.
El caso es que, aunque muchos no querrán reconocerlo, ni siquiera los más críticos con Snchz, en gran parte todo esto se originó en los aciagos 7 años de un ZP que, potenciando alegremente toda alianza con los nacionalistas y alimentando un aparatoso odio al PP, ha inoculado al partido una esquizofrenia que no puede solventarse en una síntesis equilibrada. Tarde o temprano, les espera la irremediable escisión.
Parte del trastorno bipolar tiene que ver con la dudosa idoneidad ideológica de muchos de sus líderes. Sin ir más lejos, la baronesa Armengol. Su credo está más cerca del independentista Més que de la socialdemocracia española, pero si recaló con éxito en las filas psocialistas fue por ‘herencia’ paterna. Recordemos que Jaume Armengol fue el último alcalde del PSIB en Inca en más de 20 años. A otros basta escucharlos un rato para ver que están bastante a la izquierda de la socialdemocracia a la que supuestamente representan. Sin embargo, como en la maravillosa novela El hombre que fue jueves de Chesterton, han conseguido no sólo entrar en la organización, ¡sino incluso liderarla! Para hecatombe de la misma, como estamos viendo.
En consecuencia, el partido se ha quedado desde hace años sin discurso definido y propio. ZP vació de contenido su identidad para mimetizarse, fruto de un torpe complejo de inferioridad al ser una formación estatal, con los nacionalistas primero y los podemitas después. Bastaba odiar al PP para ser bienvenidos a la casa del Señor. Una cosa es pactar con ERC o PNV, que ya tiene su problemática, y otra ir asumiendo en el propio discurso los dogmas de estos. Basta ver la deriva del PSC y del PSIB, que van perdiendo votos a mansalva desde hace lustros coincidiendo con la incorporación en sus programas de máximas catalanistas. O el caso del PSE, que ha pasado de gobernar Euskadi a ser la cuarta fuerza.
En esta megacrisis, el olor a muerte ya ha provocado que las hienas se estén disputando el cadáver antes incluso de que sea sepultado. Después de rechazarlo en marzo, ahora los podemitas han apoyado de forma muy descarada la causa de Snchz, incluso con miembros de sus círculos haciéndose pasar por militantes psocialistas este sábado en Ferraz. También algunos nacionalistas, como el inefable Rufián y nuestros ‘pesemeros’. Y aunque PP y C’s han sido algo más pudorosos, apoyos mediáticos de uno y otro se decantan con claridad por Susana Díaz.
Si algo le debe quedar ya claro a los adánicos psocialistas es que todo acto tiene consecuencias y los experimentos, sobre todo si se hacen sin calcular los efectos secundarios, pueden salir muy mal. No todo es legítimo para gobernar, sobre todo si cada vez cuentas con menos votos. Al PSOE le acaba de llegar la factura por sus muchos años de errores y mezquindades. Y sin duda no podrá pagarla.

 (versión 'maxi' de la disección de hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
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