sábado, 23 de marzo de 2013

DICCIONARIO DEL SUBSUELO (6): HOMO SAPIENS DEMENS


 (artículo publicado en la revista Kiliedro)

El pensador francés Edgar Morin considera, en su obra El paradigma perdido, que el homo sapiens es también demens, pues tanto razón como locura, sabiduría y demencia, son inseparables ontológicamente desde el momento en que el pensar humano se articula a partir de la dialéctica dualista orden/desorden. El hombre es fruto de una esencia compleja y ambivalente, fruto del pánico que provoca la certeza aplastante de la muerte, y en ella el delirio caótico y la locura destructiva no pueden ser circunscritos únicamente a un período evolutivo previo al civilizado, teóricamente superado. El demens del hombre es el reverso del sapiens, y la dialéctica de opuestos no es capaz de resolverse en favor de ninguno de los dos extremos. No hay punto final a la incertidumbre potencial que caracteriza a lo humano, y el conflicto seguirá existiendo en la medida en que sobreviva la especie humana.
La conciencia de la muerte es un momento fundamental, pues supone una ruptura decisiva, un desgarramiento traumático con la inmediatez tranquila de la existencia que caracteriza el resto de especies animales. Con la certeza de que toda vida es perecedera, la finitud se impone como atributo fundamental de lo existente, con el añadido de que lo humano siempre se ha negado a aceptar esta finitud, y en gran parte todo proyecto cultural siempre ha ido encaminado a erradicar esa certeza bajo el peso de construcciones suprasensibles con vocación de continuidad. Surge, por ejemplo, la idea de inmortalidad, articulada por el mito y la magia (a veces también por la ciencia). Pero todo son vanos intentos de suturar la 'escisión originaria' (Hölderlin), la que desfonda toda pretensión de construir identidades fuertes. Desposeído de verdad, el mundo del devenir se idealiza y trascendentaliza, pero el proyecto mismo de sustentación de esa realidad artificial sólo puede mantenerse sobre la clausura, la exclusión y la expiación. El demens, que va de la mano de lo identitario, surge con especial virulencia en esta estrategia de búsqueda de una verdad trascendental; ninguna identidad con vocación de absoluto puede sustentarse si no es apelando al fondo de violencia excluyente e idolátrica que anida en lo humano; todo intento de afirmación de algo implica también directamente su doble, la negación de lo que queda fuera de la selección, necesario para que la afirmación puede llevarse a cabo.
Fruto de la conciencia de lo escindido, el hombre es un ser devorado por la ansiedad, la crisis y la neurosis. Su existencia se convierte en un proceso agónico para articular una identidad que proteja al sujeto de la devastadora realidad presidida por la certeza de la finitud. Su negación trascendental de la muerte lo conduce a la creación de un mundo imaginario poblado de dobles, fantasmas, dioses, ángeles, demonios, culpables, etc. El hombre no asume la realidad de la muerte, pero, al mismo tiempo, la conciencia de inminencia permite la existencia como hombre, como homo sapiens (demens). Como dice Morin, vemos con unos ojos carentes de mirada limpia, esto es, mediatizados por todos los 'puentes' que han intentado e intentan colmar la brecha, llenar la ruptura: paradigmas, creencias, mitos, magia, ideologías, teorías, thematas, etc.
Related Posts with Thumbnails