martes, 26 de junio de 2007

FÚTBOL


Desde hace mucho tiempo el fútbol se ha convertido en algo más importante y decisivo que un simple deporte en la mayor parte del mundo. Es un juego y también un deporte, además de un negocio. Pero hay algo más de fondo, algo que nos compromete en lo más elemental de nuestra naturaleza y que, de cierta manera, la expresa y genera. Siendo esto, según mi opinión, lo más importante que caracteriza al fútbol, se trata en realidad de su aspecto menos comentado. A ello dedico este artículo.

En cierto sentido, la del fútbol es una dimensión paralela a la real, aunque su exterioridad no sea la del theoros, es decir, que no se corresponde con el mundo analítico o desvelador de la cultura, que permite una reflexividad sobre el objeto del análisis. En cambio, el fútbol es un espacio inmerso plenamente dentro de las categorías de lo real, un universo paralelo en el que el mundo refleja sus elementos más importantes, sobre todo los más primarios; es un fiel espejo en el que se proyectan los valores de una comunidad. El fútbol es un cosmos, y la manera de habitar ese espacio totalizado lo vincula claramente con la religión, entendiendo religión en el sentido etimológico de la misma palabra, religare, que significa ‘reunir’, el ejercicio mismo de una unificación o vínculo que busca la homogeneidad. El cierre sobre lo propio y la consolidación de la unanimidad comunitaria son aspectos de los que tenemos un claro ejemplo en el sectarismo del hincha futbolístico, cuya relación con el mundo es puramente maniquea y paranoica, ya que late en su pecho el pathos etnocentrista: los nuestros son siempre los buenos, mientras que los demás no dejan de conspirar contra nosotros y de buscar nuestra perdición. El hincha ve en su equipo una posibilidad de salvación y de redención, y es que en este mundo en el que vivimos, en el cual las grandes certezas metafísicas y religiosas se han venido abajo (al menos en su pretensión de exclusividad absoluta, es decir, en su dominio totalizador), el fútbol se ha convertido en una esfera de salvación y refugio para cientos de millones de personas, un motivo de orgullo identitario, una forma de vida, una auténtica religión...

(artículo completo en KILIEDRO)

jueves, 21 de junio de 2007

LAS ETAPAS DEL MAL


“Grüninger, que había estado conversando con un teólogo:

- El Mal aparece primero como Lucifer, luego se metamorfosea en Diablo y acaba mostrándose como Satanás. Es la progresión que va del Portador de la Luz al Disgregador y luego al Aniquilador”.

Ernst Jünger, Radiaciones.


El Mal no existe ni puede existir como tal, es decir, de una forma tan unitaria como elude el vocablo en mayúscula. El Mal se da siempre como progresión, en etapas. Hitler mismo no empezó a gasear judíos en 1933, cuando llegó al poder, sino años más tarde. Sabía que el Mal no podía imponerse más que a través de una escala ascendente, no sólo por motivos psicológicos, es decir, para que los alemanes no se opusieran a la destrucción, sino también porque la naturaleza del Mal lo requiere. En Srebrenica (foto) tampoco sucedió de otra forma. El Mal entendido como destrucción sistemática nunca llega de repente, siempre hay un trabajo previo.

martes, 19 de junio de 2007

LA METAFÍSICA COMO SISTEMA


“La contradicción interna por la que pasa toda la historia de la metafísica consiste en que esta disciplina, que pretende ser la instancia suprema, inapelable, para el problema del ser’ y de la ‘verdad’, no ha sido todavía capaz de crear dentro de sus propios dominios una norma de certeza” (Ernst Cassirer, Kant, vida y doctrina).

Cassirer recuerda, en este sentido de imposibilidad de alcanzar precisamente esta verdad esencial, la multiplicidad de sistemas que han existido en la historia de la filosofía, cosa que alejaría, al menos en cuanto a los resultados, a la metafísica de la ciencia, caracterizada por una mayor unicidad objetiva.

Por una lado, concedamos a Cassirer la razón en el sentido de que la metafísica no es una ciencia, pero puntualizando algo importante, y es que no es ciencia ‘empírica’, pues su saber es de una naturaleza diferente al de la ciencia empírica. Por otro lado, resulta muy significativa esta multiplicidad de sistemas y, sobre todo, la pretensión de erigirlos. Hay en esa idea, en ese tipo de proyecto, un intento, no ya de alcanzar la verdad, sino de convertirla en algo propio, en algo que es exclusivo del determinado pensar (y del ‘pensador’) que ha puesto en marcha este sistema concreto. Esta pretensión, de raíz ‘identitaria’, nos puede aportar enseñanzas significativas, por lo que implica de aparición de principios como el de clausura o exclusión. La idea de sistema surge en un modo de pensar entregado al pathos de dominio de lo real; se pretenden certidumbres y un manejo de las mismas bajo un determinado plan general.

Es sólo a partir de Heidegger cuando la pretensión de sistema queda relegada de forma decisiva (al menos en el terreno de las ideas, porque los filósofos no han dejado de seguir generando sus propios sistemas autosuficientes), en beneficio de un tipo de hacer filosofía más encaminado hacia lo hermenéutico. Es verdad que el propio Heidegger, en sus inicios, también pretendía articular un sistema personal (como Hegel o Hüsserl, etc.), pero la manera cómo se finalizó Ser y tiempo echó por tierra su pretensión, que ya nunca fue recuperada en los mismos términos estructurales.

Para la metafísica la verdad se interpreta como certeza, como un proceso que tiende a la clausura de toda interrogación y al fijamiento de toda indeterminación. Por tanto, esta certeza no es más que la de lo propio, la del sí mismo, en suma, de lo que se inicia todo movimiento del pensar. En esta dinámica, la pregunta por el ser heideggeriana queda desterrada, incluso como tal pregunta desterrada. La metafísica sería, en palabras de Heidegger, "la fundación de la verdad bajo simultánea privación de lo verdadero".

Como curiosidad final, Hegel tenía un criterio muy diferente al de Cassirer sobre la proliferación de sistemas filosóficos. Para Hegel este hecho no indicaba otra cosa que el “desarrollo progresivo de la verdad”.

Sobre los 'criterios de certeza' a los que apunta Cassirer, mejor hablaremos en otra ocasión.

(imagen: Ernst Cassirer)

sábado, 16 de junio de 2007

LA MUJER CTÓNICA (4)


FEMME FATALE

Retomo la saga ctónica con una carta al director que guardo desde hace casi diez años. La escribió un tal Rafel Miquel al Diario de Mallorca. Traduzco del mallorquín:

“La columna del amigo Matías Vallés del otro día, Eva, búscate otro Adán, con la referencia a la mítica ‘Natalia del Xampanyet’ [el Xampanyet era un conocido bar palmesano], me retrotrae de golpe a una etapa de la noche de Palma eufórica por culpa del millón de copas atrasadas que se habían acumulado después de años sin abrevaderos como toca y pletórica de mestizaje intergeneracional. Como barman de la época y, por tanto, testigo de primera barra, lo puedo asegurar. Sobre el sugeridor artículo, sólo una coincidencia, una observación y una alternativa. Creo en la existencia real de ‘femmes fatales’ y que las más fatales son aquellas que atacan con los ojos, como Eva, como Natalia. La única ventaja de caer en sus zarpas (además de tener la oportunidad de conocer el cielo y el infierno en primera fila y por el mismo precio) es que nunca te puedes llegar a plantear cuando lo dejas correr porque antes de que puedas pensarlo ya estás despedido. Técnicamente, Natalia no servía copas en el Xampanyet, pero este es un dato secundario porque el bar estaba situado de lleno dentro de su jurisdicción, La Lonja, donde causó estragos tanto delante como detrás de la barra. “Los miro a los ojos y se funden” era su divisa y juro que no exageraba. El odio que inspiraba entre las de su sexo no era más que la confirmación de su autocracia bifocal. En fin, la alternativa a la venda en los ojos que aconseja Matías para evitar a las Evas del mundo, a la manera de los tapones antisirenas de Ulises, podría ser pensándolo bien la sumisión, a la manera de Sacher Masoch. Más allá del barriobajero masoquismo de correajes y látigos, en la novelita La Venus de las pieles, Masoch nos ofrece una receta para ligar la diosa intocable a nuestro destino consistente en renunciar a la propia voluntad y ponerse contractualmente en sus arbitrarias manos. De hecho, un formulario de ‘contrato de sumisión’ inspirado en Masoch circuló de mano en mano durante aquellas noches sin que nadie, que yo sepa, se atreviera finalmente a firmarlo. Recuerdos aparte, la venganza y el consuelo nos llega cuando la estadística corrobora que dentro de las panteras más salvajes late siempre el corazón de una ama de casa que se esfuerza por demostrar a sus víctimas lo bien que le salen las croquetas”.

miércoles, 13 de junio de 2007

LOS LAMED WUFNIKS


Hay en la Tierra, y hubo siempre, treinta y seis hombres rectos cuya misión es justificar el mundo ante Dios. Son los Lamed Wufniks. No se conocen entre sí y son muy pobres. Si un hombre llega al conocimiento de que es un Lamed Wufnik muere inmediatamente y hay otro, acaso en otra región del planeta que toma su lugar. Constituyen, sin sospecharlo, los secretos pilares del universo. Si no fuera por ellos Dios aniquilaría al género humano. Son nuestros salvadores y no lo saben.

Esta mística creencia de los judíos ha sido expuesta por Max Brod.

La remota raíz puede buscarse en el capítulo dieciocho del Génesis, donde el Señor declara que no destruirá la ciudad de Sodoma, si en ella hubiere diez hombres justos.

Los árabes tienen un personaje análogo, el Kutb”.

El libro de los seres imaginarios, Jorge Luis Borges.


La pregunta es: ¿
hay alguien imprescindible? Lo que ejemplifica el caso de los Lamed Wufniks es que la voluntad (más que la conciencia) de una subjetiva superioridad es siempre algo negativo, y tal vez sea por lo que implica de pretensión de dominio sobre los demás. El que se pretende Lamed Wufnik, el que desea para sí la condición de elegido, en el simple movimiento de desearlo invalida esa condición, porque la voluntad de dominio es lo que lo determina. Todo aquel que pretende sacralizarse es alguien del que se debe escapar o, al menos, protegerse. Sólo alcanzará una condición de superioridad al nivel descrito en el texto aquel que no desee esa misma condición. Tampoco es cuestión de que el elegido deba ser humilde de por sí, pues eso ya sería pretender algo, y no va por ahí la cuestión. Una vez más, el espíritu se manifiesta donde quiere.

domingo, 10 de junio de 2007

NOTICIAS DE PRENSA


Servidor colecciona desde hace años extrañas noticias aparecidas en prensa. Aquí una muestra:

Encuentran un feto en el abdomen de un hombre’.

La pega de estas noticias que colecciono es que son excesivamente breves, apenas dos o tres líneas, de modo que se me escapan siempre los detalles. Aunque, bien pensado, eso puede hacerlas más interesantes; les da una sutileza particular, como si fueran hai-kús de la información.

Bueno, pues resulta que unos médicos chinos extrajeron del abdomen de un hombre de 28 años un feto osificado. El bicho se encontraba dentro de un quiste de 6 kilos. Lo más fascinante es la deducción de los galenos sobre el origen del ‘alien’: “el feto debió ser un gemelo del paciente que no evolucionó y se convirtió en su parásito”. Tremendo. Puro David Lynch (o mejor: puro David Cronenberg).

Otra noticia lynchiana, y, sin embargo, real:

Una mujer inglesa tenía una araña viviendo dentro de su oído’.

Resulta difícil no marearse al leer este titular. La noticia es corta pero está escrita con el pulso de un Poe. La mujer llevaba tres días sin poder dormir y acudió al médico para tratar de conocer el motivo de su desasosiego interno. El doctor le encontró la angustia en su oído: “con la otoscopia pude comprobar, horrorizado, que una araña bastante grande se había escondido cerca del tímpano”. Después, con la ayuda de una jeringuilla, pudo extraer la araña del interior de la paciente. Pero cuando parece que en la noticia el horror ya ha sido reducido, todavía nos espera una espeluznante prolongación, un viraje de auténtico pánico: el médico aclara que aún debe vigilar a la paciente porque..."el artrópodo era hembra y pudo haber dejado huevecillos fertilizados"(!!!!).

To be continued...

jueves, 7 de junio de 2007

KAFKA Y PEREC (CON KIERKEGAARD AL FONDO)


“No es necesario que salgas de casa.

Quédate junto a tu mesa y escucha atentamente.

Ni siquiera escuches, espera solamente.

Ni siquiera esperes, quédate completamente solo y en silencio.

El mundo se te ofrecerá para que le quites la máscara, no tendrá más remedio, extático se retorcerá a tus pies”.


Palabras de Franz Kafka
recogidas en sus Reflexiones sobre el pecado, el sufrimiento, la esperanza y el verdadero camino, y recogidas años después por el novelista Georges Perec como cita previa para su libro Un hombre que duerme. Fabulosos ambos libros (el de Kafka lo recoge su volumen Cuadernos en octavo), brillantes ejemplos de psicología del subsuelo. ¿Desconfianza de la voluntad humana y de los deseos que pone en marcha? Es posible. En cualquier caso, se trata de una idea recurrente en Kafka, que comparte con la lectura que Kierkegaard realizó sobre la historia bíblica del sacrificio de Isaac (Temor y temblor). "Quien busca no encuentra, pero quien no busca es encontrado".

lunes, 4 de junio de 2007

ORIGEN, ESCISIÓN, DESARRAIGO


El origen del hombre es la escisión. Lo inicial es ya carencia (no carencia de algo, sino el carecer mismo), un faltar esencial que no puede definirse en objeto de ningún deseo, lo que implica que nuestra naturaleza se asienta sobre un estado de permanente necesidad, angustiosa en su insatisfacción fundamental.

Este vacío esencial nos impele a buscar, a movernos en dirección a un algo que por sí mismo no puede colmar nuestro desear. Aquello que buscamos y la manera que manifestemos a la hora de obtenerlo es algo que ya escapa a ese momento primero, a esa negatividad originaria (dice una letra de Javier Corcobado, que “lo que nos mueve es el hambre, no el alimento”, y aquí está clave del desear humano).

No se trata sólo de que el hombre intente encontrar una respuesta a esa necesidad esencial, sino que, más importante, su proyecto principal consiste en plantear la concreción de ese estado de necesidad, esto es, de formular ‘la pregunta’ que intente expresar y encauzar el caudal incontrolable que eclosiona en/con la escisión originaria.

Se busca el arraigo y una idea de totalidad precisamente porque partimos del más esencial desarraigo y de la ruptura más medular. De la cosa separada y concreta en su particularidad se remite a la totalidad, que daría sentido a cada una de esas cosas concretas (con esta operación las cosas concretas quedan ‘desarraigadas’ de su esencia particular para adquirir otra más general). Para que pueda haber arraigo, es necesaria la clausura; es más, entre ambos, entre clausura y arraigo, existe un vínculo ontológico. Lo que se busca es el final de toda búsqueda, un anclaje en un punto determinado que se pretende distinto (por necesario) a cualquier otro punto del trayecto, cuando en realidad todo punto es igualmente contingente. Huimos del buscar esencial, como nos negamos a considerar la heideggeriana pregunta por el Ser.

La única manera posible de asumir verdaderamente la escisión, es decir, no siendo devorados por ella (en la forma indirecta de la proyección desviadora), es reconociendo que esa sutura no puede cerrarse, porque su ‘darse’ es algo ya siempre superado, siempre previo a cualquier momento en el que deseemos instalarnos. Hay una distancia (que no es una distancia concreta o cuantitativa entre dos puntos, A y B, pues eso estaría abocado a lo contingente y arbitrario, lo que haría intercambiables los elementos de la operación distanciadora. Se trataría, en realidad, de una distancia esencial) que nunca podrá superarse, pues es la posibilidad misma de que dicha separación se dé y que no podemos hacer algo respecto a ella.

viernes, 1 de junio de 2007

VOCABULARIO: 10. TRASCENDENCIA


La trascendencia es un concepto plenamente ‘metafísico’ (entendiendo metafísica no en su sentido meramente vinculado a la disciplina filosófica del mismo nombre, sino al operar del saber occidental, no sólo filosófico), es decir, propio de los sistemas nihilistas o expiatorios que han analizado Heidegger o Girard; parte de una concepción fija de la esencia humana determinada como subiectum normativo. En su elevación de un ente a una dimensión superior (que no pertenece al Ser, aunque se pretenda), es decir, en su concepción de un ente supremo como principio superior, implica un no escapar a la dimensión óntica que se pretende superar, ya que el movimiento del trascender mismo no es más que una voluntad de asegurar lo propio, mediante el feedback (‘retroacción’) o vuelta atrás que genera implícitamente. Como apunta Heidegger, el trascender es un sobrepasar que vuelve sobre lo ente. Lo importante no es tanto el punto hacia el que señala el impulso de la trascendencia, sino el impulso mismo que la determina. Entender que esta ‘necesidad metafísica’ (como lo que es, huida del Ser) es algo propio de la trascendencia misma, eso es lo decisivo.

La figura máxima de la trascendencia es el círculo: como sucede con el término 'revolución' (según su etimología originaria, es decir, astronómica), parece que implica un avance y una progresión, cuando en realidad su movimiento se caracteriza por una inmovilidad esencial, un volver siempre al punto de partida, un cierre del y en el movimiento circular, que es lo que se trata de justificar y consolidar. Se produce un ocultamiento esencial bajo la apariencia del desvelamiento. Por tanto, en la trascendencia no hay ‘paso más allá’, sino que ni siquiera hay paso, no se avanza; todo se articula a partir de una dialéctica que no se mueve de lo propio, la esfera del sujeto. Esta concepción metafísica de la trascendencia no sólo implica a la filosofía, sino que también ha dirigido la dinámica religiosa de nuestra era.

Para Heidegger, este ‘sobrepasar’ del movimiento de la trascendencia sería incluso la metafísica misma, pues su idea básica es la del 'superar algo', es un ir más allá de este algo tomando a este como referencia fija e incuestionada; por tanto, lo que se pretende superar se da por supuesto, como algo incuestionado e incuestionable. Tampoco hay que olvidar que la dinámica metafísica es, por otra parte, puramente antagónica, siempre representándose a partir de aquello que enfrenta y de aquello que es enfrentado. La metafísica se despliega como ‘voluntad de sobrepasar’ que olvida el camino que permite el despliegue. Pero sólo gracias a ese olvido podemos conocer la esencia nihilista de la Metafísica. Dice Heidegger: “sólo porque la pregunta ‘¿Qué es metafísica?’ piensa de antemano en el sobrepasar, en el trascendens, en el Ser del ente, puede pensarse el No del ente, aquella Nada que con igual originariedad es lo mismo que el Ser” (Hacia la pregunta del ser, en Acerca del nihilismo, ed. Paidós).

Antes que intentar superar el nihilismo, deberíamos penetrar en su esencia, en cuestionar aquello que la metafísica da por cierto y, por tanto, como punto de partida. De ahí que Heidegger, en oposición al ‘más allá de la línea’ de Jünger, opte por el ‘sobre la línea’ en su enfoque de la problemática nihilista.
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