jueves, 31 de enero de 2008

VOCABULARIO: 11. AUFHEBEN


"El eliminar [aufheben] y lo eliminado (esto es, lo ideal) representa uno de los conceptos más importantes de la filosofía, una determinación fundamental, que vuelve a presentarse absolutamente en todas partes, y cuyo significado tiene que comprenderse de manera determinada, y distinguirse especialmente de la nada. Lo que se elimina no se convierte por esto en la nada. La nada es lo inmediato; un eliminado, en cambio, es un mediato; es lo no existente, pero como resultado, salido de un ser. Tiene por lo tanto la determinación, de la cual procede, todavía en sí.

La palabra aufheben [eliminar] tiene en el idioma (alemán) un doble sentido: significa tanto la idea de conservar, mantener, como, al mismo tiempo, la de hacer cesar, poner fin. El mismo conservar ya incluye en sí el aspecto negativo, en cuanto se saca algo de su inmediación y por lo tanto de una existencia abierta a las acciones exteriores, a fin de mantenerlo. De este modo lo que se ha eliminado es a la vez algo conservado, que ha perdido sólo su inmediación, pero que no por esto se halla anulado".

G.W.F. Hegel, La ciencia de la lógica.

sábado, 26 de enero de 2008

SOBRE LA LEY DEL MALTRATO DOMÉSTICO


El periodista Arcadi Espada se refirió ayer, en las páginas de El Mundo, a algunos aspectos de la actual ley de maltrato en el hogar. El artículo se titula Degeneradas, y se centra en la criminalización que contra todo el género masculino se ha elevado a rango de ley en España estos últimos años. Señala Espada, con toda razón, que la mal llamada "violencia machista" o "de género" lo que implica es una interpretación ideológica de un fenómeno, que es real, pero que tiene que ver con unos hombres concretos, con nombres y apellidos, y no con una mayoría del género masculino. Por mucho que se pretenda adherir esta interpretación sesgada al lenguaje cotidiano, no existe una guerra de los hombres contra las mujeres, sino unas agresiones y asesinatos de unos hombres determinados contra sus mujeres, las suyas, aquellas que conviven con ellos, y no otras. El problema, como digo, es que la actual ley culpabiliza a cualquier hombre que sea, simplemente, acusado por una mujer, siendo la palabra de ésta más valorada que la del hombre (justamente se produce una insólita inversión de la Sharia islámica, que otorga más importancia al testimonio del hombre que al de la mujer).

En la práctica ha desaparecido uno de los bienes más fundamentales de un Estado de derecho democrático: la presunción de inocencia. La consecuencia principal es que al parecer las denuncias falsas han aumentado en nuestro país estos últimos años; aunque eso se niegue, existen muchas absoluciones, y fiscales o jueces no suelen investigar los indicios de acusaciones en falso. Resulta que la mayor parte de las denuncias se producen ya iniciado el proceso de divorcio, y con la señalada denuncia alguna denunciante podría esperar salir más beneficiada en un procedimiento que ya de por sí suele favorecer más a la esposa que al esposo. Esta realidad cada día está más presente, aunque le cuesta abrirse paso en una prensa hostil que trata de ocultar esta realidad. He aquí una de las denuncias formuladas por la juez decana de Barcelona.

A estas alturas ya puede decirse que esta ley ha demostrado ser muy deficiente: uno, por inefectividad, pues muchos casos de verdadero maltrato no puede solucionarlos, ya que no suele practicarse denuncia por parte de la maltratada (o, si se presenta, se retira antes de que se pueda poner en marcha el proceso penal); y dos, porque la ley ha empeorado todavía más las cosas, provocando miles de perjudicados, en este caso hombres, que son impunemente denunciados por sus ya ex-parejas. Hay que recordar, a este respecto, que ante un jurado, en estos temas, una amenaza formulada por el hombre se interpreta como delito, mientras que si la formula la mujer sólo es una falta.

La semana pasada apareció en el Diario de Mallorca una carta al director que creo que vale la pena colgar aquí (otra interpretación del caso: aquí). Su título es El mal uso de la ley contra la violencia contra las mujeres y la escribe una mujer de Palma, Cristina Tenas i Rosell, que no entiende que una ley que pretende mejorar la justicia criminalice a todo un género, y que tantas mujeres, con múltiples e interesadas denuncias, perjudiquen de forma tan grave, primero a sus ex-maridos, y después a los casos urgentes de las verdaderas maltratadas. Ese es el gran problema: que pagan justos por pecadores, y casi nadie quiere darse cuenta de ello.

"Soy mujer. Estoy divorciada y pronto me casaré de nuevo. Observo perpleja y con un tremendo sentimiento de impotencia como se está mal interpretando la ley de violencia contra la mujer.

La ley defiende a la mujer maltratada por el hecho de ser mujer. Con lo cual se entiende que la condición sine quanum para el maltrato ha de ser el odio hacia la mujer, en este caso con la cual, ha habido matrimonio o análoga relación de convivencia. Esto ampara a todas las ex esposas, ex novias, novias y esposas que despechadas, enfadadas o por el motivo que sea están denunciando falsamente a sus parejas o ex parejas. Esto es un hecho probado y desgraciadamente muy común. Y los que quedan por probar.

No logro comprender como la interpretación de dicha ley puede por tanto en la mayoría de casos conocidos pisotear derechos fundamentales como la presunción de inocencia del denunciado, reflejado en la Constitución de 1978, y ser visto como "normal" por ciertas asociaciones.

No comprendo cómo se está permitiendo el mal uso de la ley por parte de tantísimos miles de mujeres que, para obtener un beneficio (de guarda y custodia, económico, alienador, etc...) son capaces de denunciar falsamente a sus ex esposos, perjudicando sobremanera a las mujeres que realmente son maltratadas. Porque a ellas es a las que habrá que garantizar la protección y es a las que, a la larga se pondrá en entredicho debido al abuso flagrante que estamos viviendo por parte de mujeres despechadas que egoístamente utilizan la cómoda vía punitiva para dar cauce a su enfado.
La administración de Justicia no está concebida para estos menesteres, y sí para garantizar el bienestar y la sana aplicación de las leyes que protegen al desfavorecido (o deberían hacerlo).Es curioso que un efecto colateral de la mala interpretación de la ley contra la violencia contra la mujer pueda justamente ser el verdugo de la credibilidad de las realmente maltratadas."

jueves, 17 de enero de 2008

ECHO & THE BUNNYMEN EN PALMA

No empieza del todo mal este recién estrenado 2008. Este domingo es el patrón de Palma de Mallorca, San Sebastián, y el sábado noche se celebra la 'Revetla', en la que (dejando de lado las 'torradas' y demás tradiciones) una serie de variopintos grupos musicales actúan en diferentes plazas de la ciudad. De todo ello a un servidor sólo le interesa uno de los múltiples conciertos: el de los míticos Echo & the Bunnymen, que tocan, seguramente pasadas la 1 de la mañana, en la plaza Joan Carles I. Nunca hasta ahora había tocado en Palma el grupo de Liverpool, encabezado por su cantante Ian McCulloch, y no creo que nunca vayan a repetir la experiencia. Habrá que aprovechar la ocasión, ya que se trata de uno de mis grupos más queridos. Ahora que recuerdo, creo que los conocí hará unos 20 años gracias a esa divertidísima serie británica de humor, The young ones, cuando en uno de sus delirantes capítulos Rik Mayall quería enviar una carta al cantante del grupo para que éste defendiera sus derechos civiles (el personaje de Mayall era anarquista y, por tanto, no contaba con ningún diputado en el Parlamento).

Para quien no los conozca, los Echo son un grupo que surgió en Inglaterra en el contexto del post-punk, en el que diferentes bandas seguían la estela de los Clash y de Sex Pistols, aunque con recursos más sutiles y despliegues marcadamente sombríos. Se experimentaba el paso del nihilismo de la protesta al nihilismo de la angustia sin salidas. Grupos que se situaron en la misma estela del post-punk podrían ser los The Cure, Joy Division, The Birthday Party, Bauhaus o Siouxsee and the Banshees. La fama de los Echo ha quedado relegada, en cierta forma, por algunas de estas bandas, aunque siempre han mantenido un firme prestigio, además de generar una indiscutible influencia en bandas posteriores. Su primer disco, Crocodiles, apareció en 1980, y ya contaba con algunas canciones que definían el estilo del grupo. Una de ellas era la enérgica All that jazz. El tono, pero, era todavía irregular, aunque ya sobresalía la voz y la actitud de su carismático cantante, el gran Ian McCulloch.

Sin embargo, con su segunda obra, Heaven up here, alcanzaron, en mi opinión, la cumbre de su carrera. Publicado un año más tarde, el tono del disco era mucho más consistente, y su música estaba caracterizado por colores sombríos y amenazadores, en una línea similar a la ofrecida en esa época por The Cure o poco antes por los Joy Division de Ian Curtis. Show of strength abría el fuego y la sensacional Over the wall marcaba el paso para el resto de un disco denso y oscuro, casi pétreo. En este sentido Disease es una de las piezas más logradas, pero lo mejor de esta obra, y tal vez de toda su discografía, se encuentra en All my colours. Si a McCulloch se le olvida tocarla en Palma ya me encargaré yo de recordárselo (el video es un homenaje al batería Pete de Freitas, fallecido a finales de los 80 en un accidente de tráfico).

Su tercer disco, Porcupine (1983), pierde algo del nivel general del anterior, aunque mantiene algunas piezas sensacionales. La oscuridad sigue siendo la tónica, arropada por cierta lentitud ritual en el despliegue de los temas. Hay buenas canciones como My white devil o Higher hell, pero ninguna supera en intensidad a la oprimente Porcupine, cantada por McCulloch con ese estilo tan intenso que lo caracteriza.

Cuarto disco: Ocean rain (1984), para muchos el mejor de su carrera; para mí, el más decisivo para que hoy en día se recuerde todavía a los Echo. Se aprecia un cierto abandono de las oscuridades y una transición hacia terrenos más pop. La mítica y maravillosa Killing moon es la que ha tenido más tirón (sobre todo por pertenecer, años más tarde, a la banda sonora de la sobrevalorada Donnie Darko), y se lo merece, aunque no deberíamos olvidar otras grandes piezas como Nocturnal me o la emocionante Ocean rain.


Con el paso del post-punk al pop el grupo obtuvo más reconocimiento, aunque a mí me interesa menos esta época, de la que salvaría pocos temas. Poco tiempo después la banda se separó, para no reunirse hasta 1997 con el disco Evergreen, que mantenía esos tonos pop de los que hablaba, aunque en un sentido plano y sin mucha inspiración. La cosa cambia un poco en 1999, con What are you going to do with your life?, no porque se regrese a las oscuridades iniciales, sino porque el grupo comienza a sentirse más fuerte en la tónica algo más amable y comercial que ha adoptado. La canción que da título al álbum y Rust demuestran esto que digo. Los Echo evidencian que, a diferencia de otros revivalistas grupos de pasado mítico, no vuelven sólo por la pasta, sino para quedarse. Y si bien, a mi juicio, ya no tienen el talento de principios de los 80, al menos sí mantienen una incuestionable dignidad.

Estos últimos años han llegado dos nuevos discos, que los han consolidado definitivamente en ésta su segunda etapa creativa. No hay duda de que los Echo se sienten cómodos con el espacio que se han ganado en el siglo XXI. Primero llegó el interesante Flowers (2001), que contaba con King of kings y la resultona It's alright como cartas de presentación. Siberia llegó en el 2005, y con piezas como Make us blind, In the margins o Siberia dejaba muy buen sabor de boca.

He leído que en algunos de sus últimos conciertos han recurrido a material de sus primeros discos. Si hacen eso en Palma lo agradecería, aunque no estaría mal escuchar alguno de sus hits de la época más pop. A ver qué cara van a mostrar en su concierto de Palma. Tal vez caiga crónica del evento.

(imágenes: la primera, de un reciente McCulloch, con 48 tacos bien llevados; la segunda, de la formación actual del grupo, con sólo dos de sus miembros originales: el cantante y el guitarrista Will Sergeant)

domingo, 13 de enero de 2008

UPyD Y LA POLÍTICA ESPAÑOLA

Desde que vivimos en democracia, la política en España se ha desarrollado por unos cauces muy discutibles, aunque las peores consecuencias no se percibieran nítidamente hasta hace relativamente poco tiempo. Entre otros problemas, resulta muy importante el que tiene que ver con el voto y con la adhesión ideológica que lo articula, que se ha desarrollado a través de unas pautas identitarias y esencialistas. Esta característica es explícita en el voto de los partidos nacionalistas, que apelan directamente, en el fondo y en la forma, a las identidades en su forma más excluyente e intolerante. Con observar los postulados y el comportamiento de partidos como el PNV o ERC es suficiente para darse cuenta de que la democracia o lo democrático no tiene mucho que ver con ellos. Pero no sólo sucede esto en los partidos nacionalistas, sino que afecta también, y de lleno, a partidos nacionales como el PP, el PSOE o IU. A consecuencia de ello, en España parece que casi todo el mundo vota en contra de algo o de alguien, en lugar de priorizar unos elementos positivos en el sentido de desvinculados de la otredad demonizada de los adversarios. No se vota positivamente una serie de puntos de un programa, entre otras cosas porque apenas nadie lee los programas que elaboran los partidos. Pero sobre todo se vota a un partido concreto para evitar que otros venzan; se vota en clave de ataque, de enfrentamiento con otro al que se detesta y aborrece. Se vota contra Rajoy o contra Zapatero, de la misma manera que antes se votaba contra Aznar o contra González, contra los ‘fachas’ o contra los ‘rojos’. Este síntoma es muy revelador para darnos cuenta del déficit democrático en el que se desarrolla la política española, y de ellos son responsables los partidos políticos, los medios de comunicación y también los ciudadanos. Votamos más con las vísceras que con el cerebro.

No votamos a unos programas sino a una identidad política. El que se considera ‘progre’, y cree que en esta identidad reside el bien y el saber absoluto, votará sólo a partidos que también se envuelvan en el prestigio de esta clave esencialista. De la misma manera, el que se considere ‘antiprogre’ (la forma más usual de considerarse derechista o facha, que suena de manera menos amable), votará a formaciones políticas que se sitúen en el mismo segmento de prejuicios y dogmas. En esta situación de apelación a unas identidades blindadas, apenas se produce verdadero debate, y todo se reduce a ataques dirigidos, no a lo que los demás hacen o pretenden hacer (eso suele ser simplemente la excusa), sino a lo que se supone que son, a la esencia que supuestamente los constituye. Con ello, toda nuestra política se limita a girar alrededor de una única palabra: identidad.

Votar en esta clave identitaria nos acerca al tribalismo y nos aleja de la democracia. Nuestro voto está tan determinado como el que se puede dar en Irak, por ejemplo, con las distintas facciones (chiís, sunís, etc), cuyas elecciones se dirigen automáticamente al representante de la propia comunidad. Basta echar un vistazo a los datos, que nos indican lo estable que suele ser el voto en nuestro país. Haga lo que haga ‘nuestro’ partido, el voto lo va a tener prácticamente asegurado.

Sin embargo, encontramos una excepción a todo este panorama: UPyD, partido de nueva formación que ha optado por escapar decididamente a estos planteamientos identitarios (la ‘transversalidad’ que define la ideología del partido, de hecho, va en esta línea) y poco democráticos. Alguno de sus postulados, como la crítica a los nacionalismos, puede hacer pensar, apresuradamente, que nada distingue a este partido del resto, pues seguiría la misma dinámica de oposición. Pero la realidad no va por ahí, pues UPyD enmarca sus críticas al fenómeno nacionalista no a éste mismo (no se pretende, ni mucho menos, limitar sus derechos) sino a los privilegios con que cuenta actualmente. De los nacionalistas no se pretende que renuncien a su credo sino que los privilegios con que cuentan dejen de tener vigencia. Una cosa es el antinacionalismo (en esencia, un nacionalismo distinto del criticado, pero nacionalismo a fin de cuentas) y otra muy distinta es el no-nacionalismo, que en ese ‘no’ establece una diferencia decisiva con lo criticado, diferencia que no existe con el ‘anti’, que no es más que un reflejo de lo que supuestamente se combate, que funciona como espejo de uno mismo (por eso se acaban pareciendo tanto los adversarios radicalers; pueden defender elementos distintos, pero la forma de defenderlos es exactamente la misma, pues participan de la misma fuerza dogmática y excluyente). UPyD ha decidido no limitarse en un enfrentamiento al viejo estilo de la política española, sino que ha adoptado sus reticencias a una forma de enfocar y plantear las propuestas claramente no excluyente. Hay salida al círculo de lo identitario.

[nota: estoy afiliado a UPyD y soy miembro de la coordinadora de Baleares]

(texto publicado en el Nickjournal)

miércoles, 9 de enero de 2008

SOBRE LA FRONTERA Y EL LÍMITE


"La frontera no es aquello en lo que termina algo, sino, como sabían ya los griegos, aquello a partir de donde algo comienza a ser lo que es (comienza su esencia)".

Construir, habitar, pensar


"El límite, sin embargo, no es sólo contorno y marco, ni solamente aquello en lo que algo termina. Límite mienta aquello mediante lo cual algo se halla reunido en lo suyo propio, para aparecer desde allí en su plenitud, hacerse presente".

La proveniencia del arte y la determinación del pensar


"Tal como se entiende en griego, los límites no cierran todas las puertas, sino que son los que hacen que resplandezca lo presente mismo en tanto que traído delante él mismo. El límite pone en libertad en lo no oculto; gracias a su contorno bajo la luz griega, la montaña se alza hacia lo alto y reposa. El límite que fija es aquello que reposa (concretamente en la plenitud de la movilidad)".

El origen de la obra de arte

Martin Heidegger

miércoles, 2 de enero de 2008

EL TABÚ DEL SUICIDIO (Kiliedro)


Siempre sucede lo más secretamente temido. Escribo: Oh Tú, ten piedad. ¿Y después?

Basta un poco de valor.

Cuanto más preciso y determinado es el dolor, más se debate el instinto de vivir, y se debilita la idea del suicidio.

Parecía fácil, al pensarlo. Y sin embargo hay mujercitas que lo han hecho. Hace falta humildad, no orgullo.

Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más”.


El escritor italiano Cesare Pavese escribió en su diario estas palabras el 18 de agosto de 1950. Nueve días más tarde se suicidaba en Turín, tras ingerir doce sobres de somníferos. Todo suicidio por desesperación posee un elemento claro de inmediatez, de acto súbito, pero al menos en este caso parece que la decisión se fue trabajando con cierta antelación. Pavese era una persona muy implicada con la cuestión del suicidio, y su aplicación en sí mismo lo torturaba. Al final optó por no darle más vueltas al asunto, siguiendo un camino maldito por el que no pocas personas de similar perfil ya habían optado, antes o después de él, en un acto que los situaba, además de fuera de la vida, al margen de la sociedad que les tocó vivir. Según el escritor Albert Camus, el suicidio es el único problema filosófico realmente serio, y no pocos pensadores han entrado al trapo de la cuestión. Algunos, como Kant o Rousseau, se mostraron claramente en contra de la mors voluntaria, mientras que Hume defendía el derecho de toda persona a matarse si lo consideraba oportuno. El caso es que la cuestión del suicidio sigue siendo espinosa para nuestro mundo, y no se le da el trato objetivo que en sí misma merecería (¿por qué puede dársele ese trato a los homicidios y no a los suicidios?). El tabú del suicidio se mantiene en pie, y eso cuando se ha convertido en la forma de muerte más extendida entre nosotros, lo que evidencia un serio desfase entre nuestra percepción y la concreción de los hechos. Pretendemos vivir al margen de esta realidad, aunque cada vez nos implique más. En cada caso de suicidio parece que nos sentimos profundamente implicados, pero precisamente por ello necesitamos alejarnos de su zona de impacto e influencia...

(artículo completo en KILIEDRO)
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