No creo que pueda mantener en
estado de atención a muchos lectores si comienzo hablando de algo
que me importa mucho, como es el Mundial
de cricket que se está disputando en las Antípodas, con
el partidazo que se marcaron este pasado fin de semana los
anfitriones, Nueva Zelanda y Australia. Así
que me decanto por algo diferente,
aunque parecido (por lo
que supone el cricket de muerte social voluntaria):
el suicidio. Se han hecho
públicas las cifras sobre suicidios en España durante 2014. Es un
tema que siempre me ha interesado, tal vez por mi dedicación a la
filosofía (decía Camus que el suicidio es el único
“problema filosófico verdaderamente serio”).
El
tabú social que lleva a muchas familias a esconder la
causa de la muerte de
alguno de sus miembros o que conduce
a los medios
a no
informar de ellos o hacerlo de forma elusiva. ¿Y qué dicen los
datos de 2014? Pues que junio es el mes de la muerte voluntaria,
curioso.
O que los hombres se suicidan mucho
más que las mujeres (relación
3/1), intentándolo éstas
tres veces más, más
curioso todavía,
qué poca efectividad.
No acostumbramos a pensar en nuestros conciudadanos que nos dejan
libremente, optando por la tentativa (exitosa) de autolisis. Diez
personas al día en España, y eso que tenemos cifras
bajas comparados con otros países.
Probablemente
todos habremos pensado en la idea del suicidio en algún momento de
nuestras vidas, aunque no sea en un grado de tentativa muy explícito.
Sin embargo, me cuesta creer que ciertos individuos hayan tenido
alguna vez la pretensión de autoaniquilarse. Hablo, por ejemplo, de
esos líderes políticos que dan la medida de su dignidad (o de la
falta de la misma) cuando caen en desgracia. La astracanada de Jaume
Matas en la cárcel de Segovia vuelve a recordarnos esa carencia de
nuestros peores gobernantes. Tras su ineficiencia y corrupción,
siempre recurren a supuestos o exagerados problemas de salud para
montarnos un show y darnos penilla. Munar, Mubarak, Pinochet, etc. Lo
del chileno fue antológico: meses y meses en Inglaterra medio muerto
y en silla de ruedas, para revivir milagrosamente nada más aterrizar
en Santiago, cual Doctor Strangelove en el final de la película de
Kubrick.
No hay comentarios:
Publicar un comentario