(esta semana me estrené en las páginas de El Periscopi de Toni Tarabini)
Del
PSIB se pueden decir muchas cosas, pero desde luego lo que debería
quedar fuera de toda duda es que han perdido el hilo de su discurso
ideológico, a la par que han ido dejando saltar por la borda a miles
de votantes que eran, o eso parecía, incondicionales del socialismo
español. En ese sentido, han seguido la misma trayectoria del
harakiri que el PSC, referente en tantas cosas. Recordemos que en
1999, las últimas elecciones catalanas a las que se presentó Jordi
Pujol, Maragall todavía defendía un discurso llamémosle estatal
que no transigía con el catalanismo imperante. Perder esas
elecciones (por escaños, otra cosa sucedió con los votos, víctimas
del extraño sistema electoral catalán) lo trastornó, por lo que se
ve, pues a partir de ese momento el PSC entró en una extraña
melopea que los llevó a hacerse cada vez más nacionalistas,
pidiendo perdón por no haberlo sido lo suficiente hasta entonces. En
la campaña del 2003 dio síntomas claros de ese viraje, cosa que se
vio radicalmente confirmado tras las elecciones, con el pacto
tripartito con ERC (e ICV). Desde entonces, siempre la misma
historia: pérdida hemorrágica de votos tras cada elección.
Reflexión: no hemos sido todavía lo suficientemente catalanistas,
tenemos que serlo aún un poco más. Siguiente elección: mayor
chorreo de votos. Llevan ya 700.000 votos que se han escabullido por
el sumidero. Y así hasta llegar a su objetivo, que debe ser
sumergirse en el limbo, la nada, la disolución.
En
Baleares, salvando las distancias, la gente del PSIB lleva un camino
muy similar. Pero cuando observas determinadas cosas, no extraña en
absoluto que eso suceda. Por ejemplo, llama la atención la cantidad
de dirigentes que se amamantaron en las ubres del PSM.
Independientemente del motivo que provocó el cambio de chaqueta
(voluntad de tocar poder, tal vez), lo importante es que la ideología
del partido se fue transformando paulatinamente. Antich, Adrover,
Jaume Armengol, Ferrà-Ponç, etc., siguieron ese camino. Y eso por
no hablar de algo que suele recordar Ramón Aguiló, ese cambio de
orientación ya más explícito, en clave pro-nacionalista, a partir
del congreso (creo que de 1994) cuya ponencia principal corrió a
cargo de Joan March. No me digan que no hay diferencias entre
socialistas históricos como el mismo Aguiló, Emilio Alonso o el
fallecido Félix Pons y las actuales huestes de Francina Armengol.
Años luz de extrañeza. Una Francina, por cierto, que personifica
también esa confusión ideológica del partido, porque es llamativo
que haya alcanzado la cúpula del mismo una persona que pasó por ERC
y que en muchos aspectos está más cercana al ideario del PSM que
del socialismo. Otro caso de cierta desubicación ideológica en el
mando del partido se vislumbra con mi querida Silvia Cano, compañera
de fatigas filosóficas en la UIB, que es la lideresa del PSIB de
Mallorca, pero que tiene unas convicciones que están más cercanas a
IU o a Podemos que a su partido. En ambos casos, curiosamente, nos
encontramos con un vínculo paternal (el citado Jaume Armengol,
último alcalde socialista de Inca; y Paco Cano, ex-secretario
general socialista en Calvià) que explicaría su éxito en el
organigrama del partido. Al final, podríamos tirar de literatura
para recordar ese fascinante El hombre que fue
jueves de Chesterton, historia en la que una organización de
malhechores (y disculpen el spoiler, pero estamos hablando de un
clásico que deberían conocer sí o sí) resulta estar formada en
sus mandos principales por infiltrados de la policía. Más o menos,
es lo que ha cristalizado en el actual PSIB, en los últimos meses
que le quedan como segunda fuerza política de Baleares.
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