(tribuna publicada el pasado miércoles en El Mundo-El Día de Baleares)
La semana pasada tuve el orgullo de presentar, junto a mi compañero Francisco Alegret, candidato a Cort, el proyecto de fusión de municipios elaborado por mi partido, Unión Progreso y Democracia. Es sintomático de lo mal que estamos que un plan que se ha aplicado ya en toda Europa (salvo Francia y España) haya despertado aquí reacciones de tanta extrañeza e incluso indignación. Tal es la confusión, y en muchos casos la mediocridad, que nos inunda, que se hace necesario explicar un poco en qué consiste este proyecto. Mientras la mayoría de partidos se dedican a vivir de generalidades, vendiendo humo, nosotros ofrecemos propuestas concretas, además de valientes. Por eso hemos dedicado todo un año al análisis de este problema, para no seguir siendo la excepción europea y proponer así un remedio adecuado y viable. Este es nuestro punto de partida, pero estamos dispuestos a debatir con cualquier partido. Eso sí, exigiendo que el cambio del sistema vigente es necesario y no puede demorarse por más tiempo.
Por
eso hemos elaborado una propuesta de fusión de municipios (112
páginas), coherente, minuciosa, con el objetivo de lograr la
mayor
eficiencia posible en
la administración.
Para ello, seguimos la pauta europea (municipios
de entre 10000 y 20000 habitantes) que ya han asumido todos
los países y proponemos reducir los 67
ayuntamientos
actuales, dejándolos
en 16. Se analiza el
coste de la corrupción, la exagerada cantidad de entes públicos
existentes y de representantes políticos, el gasto que ha de pagar
el ciudadano por tanta burocratización, etc. Los
ayuntamientos
han aflorado con esta crisis un despilfarro evidente
y electoralista (proliferación
inasumible de pabellones, teatros, piscinas,
etc.), mostrando una insostenibilidad
continua
que no ha hecho más que afianzarse en el tiempo, desgarrando la
economía de las familias y aumentando las diferencias sociales. Por
esta razón es urgente darle una solución, y la fusión de
municipios está ideada para dar herramientas de eficiencia a los
nuevos consistorios,
reduciendo
el gasto de una forma notoria con el fin de mejorar y aumentar los
servicios que se prestan.
Pretendemos
tambien combatir el ideal confuso
y segregador que nos ha caracterizado
desde hace demasiado tiempo:
confundir la identidad de una población con la del propio
ayuntamiento. Baleares se compone de unas 314
poblaciones, cada
una de las cuales tiene su propia
idiosincrasia,
sus fiestas, su espacio territorial y su contexto
de pertenencia. Todo
eso permanecería igual. Pero
no se puede asimilar pueblo a ayuntamiento, porque si ya es
insostenible mantener los 67 ayuntamientos existentes (con 6 que
tienen menos de 1000 habitantes), imaginemos si pusiéramos uno en
cada una de estas 314 poblaciones...
UPyD
también propone
en su programa electoral la eliminación
de los Consells Insulars, que
duplican funciones del Govern Balear. Con
unos ayuntamientos grandes y
con amplios
recursos (asumirían competencias de los
Consells), no serían ya
necesarios.
El
ahorro que podríamos
obtener con estos ajustes sería
del orden de 267 millones de euros anuales. Dinero
que podría
dedicarse a ámbitos
más
necesarios para el día
a día
del ciudadano, como la sanidad, la educación, los servicios sociales
y el medio
ambiente,
que así
dispondrían
de unos recursos adecuados para no ser siempre las víctimas de las
crisis económicas y
sus recortes correspondientes.
Se
descartan las
mancomunidades como base de la
fusión de municipios, debido a
que son entidades que se han ido creando como
parches
incapaces de
asumir la realidad insostenible de nuestra
burbuja municipal.
El trabajo realizado ha privilegiado
otra figura más funcional y asequible:
la comarca.
Otros
criterios tenidos muy
en
cuenta son la proximidad geográfica, la
dotación de servicios y el menor perjuicio para el ciudadano, los
centros sanitarios y escolares, comunicaciones, servicios sociales,
paisaje, actividades económicas y lo
medioambiental.
Si
de inicio los partidos de poder han engañado a la ciudadanía
haciéndoles creer que les beneficia la multiplicación de entes
administrativos (cuando quienes salen ganando, con diferencia, son
los infinitos viveros de la partitocracia, sedientos de sueldos
públicos generosos y sin exigencias), ahora nos encontramos con que
tratan de persistir en la estafa, con la inestimable ayuda de su
guardia de korps mediática, haciendo creer que esta propuesta de
fusión de municipios es una ocurrencia propia de unos frikis cuando
resulta que todo el continente lo ha aplicado satisfactoriamente.
Unos hablan de locura, otros de utopía, pero ni una cosa ni la otra,
sino simple y llanamente normalidad y eficiencia que se ha llevado a
buen puerto para beneficio de los ciudadanos. Aquí seguimos
aplicando, aunque desde otras coordenadas ideológicas, el famoso
lema de Fraga, el “Spain is different”. Encapsulados en
nuestra burbujita, no queremos saber qué es lo que funciona en el
mundo desarrollado, preferimos seguir apostando por la España negra,
torpe y cainita que nos ha llevado hasta aquí.
Las
resistencias que se han ido manifestando se deshacen con facilidad.
Sin haberse tomado la molestia de leer el estudio, alegaban algunos
medios o periodistas vía twitter que esta propuesta no respeta la
personalidad de los pueblos de Baleares. Siempre tropezamos con la
misma piedra: las sacrosantas identidades, la mayoría sustentadas en
el visceral odio al vecino, que no pueden permitir que se aplique en
pleno siglo XXI un ideal de ciudadanía dinámico e integrador. Al
contrario, incluso desde ideologías supuestamente progresistas, se
pretende que esas estériles rencillas queden amparadas por ley,
intocables e invariables. ¿Por qué la administración municipal
debería respetar las disputas atávicas entre Ariany y Petra o entre
Búger y Campanet? Al contrario, si nos preocupa verdaderamente la
salud de nuestra sociedad y su horizonte común, deberíamos trabajar
en pro de la superación de estos absurdos provincianos, salir del
autismo antagónico y movernos conjuntamente por un futuro mejor
donde todos sumemos.
Con
esta propuesta estamos convencidos de que sucederá lo mismo que pasó
con los aforamientos: primero, respuesta airada en contra, con
insultos incluidos, negando su necesidad e incluso su legitimidad,
para después, en unos dos años, acabar asumiendo todos la propuesta
con entusiasmo pero sin reconocer quién la planteó primero y,
además, sin retirar los insultos proferidos, faltaría más.
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