A
pesar de que el viernes no se produjo una independencia real, ergo el
megaesperpento sigue batiendo records, en estos momentos en que está
fructificando el viraje, pues el independentismo ha llegado a un
callejón cerrado y sale del armario su némesis constitucionalista,
cabe preguntarse cómo hemos llegado a esto. Y no tiene que ver
precisamente con afrentas del Estado, todo lo contrario. Si la
ingeniería social pujolista ha conducido a un brote psicótico
intensivo en el que está instalado gran parte del independentismo,
Aznar y sobre todo Zapatero mimaron la planta carnívora sin prever
las consecuencias a medio y largo plazo. Sin olvidar embarazosos
transformismos ideológicos: Antich (cómo crepita aún su juventud
pesemera) haciendo un papelón indigno en el Senado y Armengol
delatada por su insalubre subconsciente con ese “cuando yo voy a
España” del miércoles en el Parlament.
La
causa principal proviene de una peculiar tolerancia con el
catalanismo que permite disculpar todo lo que ha ido destrozando,
mientras que con el Estado se ha manejado una exigencia implacable.
Esa bipolaridad colaboracionista es la que ha permitido
envalentonarse al independentismo. Tomemos dos ejemplos cualquiera:
una sanidad catalana mayoritariamente privatizada, la única en
España con menos camas y hospitales públicos, y nadie dice una
palabra. Y qué decir de su ley electoral autonómica, que
descaradamente sobrerrepresenta a las provincias más catalanistas;
por eso en 1999 Maragall venció a Pujol en votos pero cedió en
escaños.
A
nivel más personal, recuerdo cuando en 2003 iniciaba mi doctorado de
filosofía en la UIB. En un curso coincidí con dos tipos cómicamente
siniestros, ambos indepes: uno ha publicado poesía, el otro creo que
teatro. Comentando el contenido de la clase, relacionada con cierto
pensamiento judío, en el hall del edificio Ramón Llull, la charla
fue degenerando hasta toparnos con los totémicos nacionalismo vasco
y catalán. Ambos llegaron a disculpar los crímenes de ETA, a la par
que proyectaban freudianamente acusándome de nazi, mientras que
acabaron manifestando cuál era su modelo, ante mi sorpresa: no se
trataba de Escocia, Quebec, Padania o Flandes, ¡sino de Islandia! Al
parecer ese país, que cabe entero en Palma (y sobra sitio), contaba
con dos ventajas según el criterio de estos cráneos privilegiados:
no cuentan con más vecinos que los peces y, mejor aún, su nivel de
endogamia y homogeneidad es de una pureza imbatible. Uno de ellos
sentenció, en flagrante contradicción con su supuesto talante
progresista, que los extranjeros residentes en Baleares debían
integrarse o, si no, “que se atengan a las consecuencias”. Ya
sabemos bien cuál es el producto de este energumenismo perfumado de
supuesta modernidad que convierte en fascismo la legalidad
democrática y en virtud la ilegalidad y la mentira.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
2 comentarios:
Lo del independentismo sin fronteras pareció un chiste del Roto colándose en el Parlament. Estoy escuchando una de sus recomendaciones musicales, Tango Apasionado de Piazolla. Muy bello. Buen día
(Ctk)
Pues muchas gracias. Otras cosas no, pero musicalmente soy un sibarita, jajajaja
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