Es
difícil tocar más fondo. En ningún país se ha reaccionado como en
España a un atentado islamista. Pasó en 2004 y ahora se ha
perfeccionado el mecanismo cainita hasta llegar a su clímax: todo
sirve para la guerra interna. Son muchos sexenios de experiencia. El
sábado descolló notoriamente la exhibición de fanatismo incívico,
un completo y profundo master del energumenismo, impartido por
organizaciones y partidos como la ANC (¡a la que se concedió el
servicio de orden de la manifestación!), la CUP o ERC. Lo nunca
visto tras unos crímenes yihadistas: olvidarse de los muertos y
aprovechar la coyuntura para las batallitas endógenas. Una anomalía,
el verdadero ‘hecho diferencial’. No pasó en Francia, pues ni
siquiera LePen se atrevió a tanto. Tampoco en Reino Unido, Alemania
o Bélgica. Aquí sí, y promocionado por los que, planeando
desvincularse de los rasgos de la ‘leyenda negra’, son su
expresión más fiel.
Se
veía venir, llevábamos días tiritando en el coma ético de
inventarnos que un paparazzo holandés representa a la
“Brunete mediática madrileña”, que los Mossos son mejores que
los Marines y el Mossad juntos o, en el súmmum de la
indecencia, que Rajoy sabía del atentado pero no quiso informar a
Puigdemont, basura que expelió Público el viernes, la posverdad más
sonrojante en mucho tiempo. Todo eso humillando a unas víctimas,
seres siempre entristecedores, ya del todo relegadas en favor de sus
vigorizantes asesinos: apenas se ha hablado de Rubí, el pueblo de la
mayoría de los liquidados, en beneficio de Ripoll, nido de la célula
de psicópatas. En un paso más de la desviación del foco, ni del EI
se dijo nada: cansa mucho esto de odiar a España como para que sobre
algo de rabia contra los islamistas. Pero, claro, ¿para qué?, si ya
los hemos derrotado, sepultando en las redes al hijo de la Tomasa
bajo toneladas de memes. Como recordaba Arias Maldonado el sábado,
hasta el terrorismo ya ha sido fagocitado como una rama más del
entretenimiento. Claro que hay desconexión, pero de la realidad.
Cuando
alguien saque pecho histriónicamente de algo, huyan. Es por su bien.
Cómo presumían los de Noos de organización “sin ánimo de lucro”
(más bien, sinónimo), la fiera se disfraza de damisela cuando huele
la sangre. Pero aún peor ha sido la matraca del seny en el
“oasis catalán”, que ya sabemos bien en qué consistía: todos
los defectos del resto de España, y no son pocos, más algunos
extras marca de la casa. Lapidaron a Peridis, pero porque su gag fue
un diagnóstico preciso. Tranquilos, en unas semanas la colla
se superará. Nada está por encima del Prusés. El EI morirá,
pero de la risa.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
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