El
ser humano es ya en su génesis bastante esquizoide (los antiguos
prohibían en la vida cotidiana aquello que promovían en los ritos),
pero no caeríamos en el tremendismo si decimos que nos estamos
superando en el siglo XXI. La realidad cada día es más compleja y
exige de nosotros un plus de sofisticación para no simplificarla,
pero precisamente la tendencia populista dominante, con ribetes
inquisitoriales, nos conmina a rebajarla a nuestros intereses o, peor
aún, a nuestras neuras más profundas, aquellas de las que no somos
apenas conscientes. Como no entendemos que la pulsión antagonista
dirige nuestro discurso, y no a la inversa, es decir, nuestros chivos
expiatorios determinan las discordancias de nuestro pensar, parece
que el paciente más alienado del sanatorio patrio es nuestra
izquierda parlamentaria. Todas las tendencias y siglas tienen sus
contradicciones, pero seguramente ninguna tan agravada como la de la
antidiestra española, auténtica anomalía en nuestro contexto
europeo por aquello de salivar con los nacionalistas. ¿Habrían sido
socios D’Alema o Prodi de la Liga Norte? No, lo fue Berlusconi.
En
nuestro país la cuota esquizoide está muy bien representada, pero
necesitamos ejemplos paradigmáticos para visualizar el trance. Por
eso, la votación sobre el cupo vasco ha sido muy oportuna. La
escisión es evidente en un discurso público donde nos pasamos la
vida pontificando en pro de la igualdad y el altruismo, donde cada
diferencia se interpreta como desigualdad premeditadamente fabricada,
pero luego resulta que nos parece fenomenal que la segunda región
con mayor renta per cápita de España obtenga un trato fiscal
privilegiado. ¿Dónde queda la sacrosanta redistribución de la
riqueza? ¿Y la igualdad entre regiones y ciudadanos? Peor es aún
cuando trata de justificarse apelando a los fueros, ese engendro
decimonónico (¿debe recuperar también la monarquía su condición
autoritaria porque posee los mismos ‘derechos históricos’ que
los fueros?), o que el Concierto es constitucional, cuando no hay día
que no vapuleemos la Constitución. Podemos y PSOE al alimón con los
nacionalistas del “¿qué hay de lo mío?” y , sacre bleu!,
el PP. El único que se opone (lo de Compromís es una pataleta) es
C’s, que ha heredado de UPyD la coherencia, por eso le está
cayendo una lapidación cainita.
Parecemos
muy preocupados por la pedagogía que transmitimos a los chavales,
pero me da la impresión de que finalmente maman una generosa dosis
de esquizofrenia. Agotamos nuestras reservas de saliva enseñándoles
que es básica la solidaridad. O que una sociedad civilizada exige
controlar las emociones y tolerar la frustración, para después
pasarles por la cara el espectáculo grotescamente adolescente del
prusés, caracterizado por un intento de imponer divisorios
criterios maximalistas y las correspondientes pataletas infantiles
cuando su deseo no puede realizarse.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
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