(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Estábamos en pleno proceso de recuento de los votos por mesas. Consulto internet a través de mi móvil y veo lo de Francia. Le comento a la apoderada de Podemos, que estaba a mi lado: “Parece que ha ganado el Frente Nacional”. “¿Quién?”, pregunta ella. Sorprendido, añado: “Ya sabes, mujer: Le Pen”. “Ni idea”. Le digo que han conseguido vencer al Partido Socialista y a la UMP, a lo que ella responde, eufórica: “¡Estupendo, abajo el bipartidismo, que se jodan!”.
Una pareja treintañera llega al colegio del polígono
de Levante. El hombre pasea afanosamente su mirada por las papeletas
de la mesa, sin encontrar la que busca. Un apoderado se le acerca y
le pregunta qué problema tiene. Él responde: “No encuentro la
papeleta de Unió Mallorquina”. El apoderado se queda lívido:
“Pero si UM ya no existe y toda su cúpula está en la cárcel...”.
El fiel votante uemita lo mira como si no entendiera nada. Al igual
que esos fervorosos soldados japoneses que se refugiaron durante años
en la selva al final de la II Guerra Mundial, negándose a aceptar la
derrota de Japón, el hombre sentencia: “¡Pues yo pienso votar a
UM!”.
Saltemos ahora de la anécdota (o no sólo anécdota) a
lo categórico. El balance de estas Elecciones Europeas es obvio: han
vencido los partidos críticos con la situación político-económica
actual. Con la diferencia de que han crecido más aquellos que
proponen soluciones drásticas, vías de escape maximalistas y algo
grandilocuentes. Por un lado, aquellos (ERC, Bildu) que plantean que
la independencia, por sí misma, lo solucionará todo. Por el otro,
los que desean aniquilar la totalidad del sistema vigente para
aplicar en su lugar un modelo de inspiración bolivariana. En ambos
casos trasluce, aunque sea paradójicamente, la abrupta tradición
española de romper la baraja, el áspero puñetazo en la mesa. En su
adanismo, tratan de empezar de cero, vendiendo humo y abrazándose al
pensamiento mágico que traiciona el rigor en favor del anhelo
inmediato y embaucador. También han aumentado su respaldo electoral,
aunque en menor medida, partidos (UPyD y C's) que defienden un
discurso de calado reformista. Sin pretender destruir el sistema,
quieren mejorarlo, corregir sus fallos y redefinir sus métodos, no
perdiendo el sentido de lo posible. Tal vez por eso crecen de forma
más perezosa, al margen de los fogonazos bipolares de la demagogia.
Si se consolida el ascenso de Podemos e IU podríamos ver, en la
reedición de uno de nuestros habituales bandazos, cómo la
partitocracia bipartidista da paso al populismo rupturista,
saltándonos por enésima vez la opción intermedia, la del
regeneracionismo.
4 comentarios:
Sí, señor. La exaltación y la simplificación emocional dominan la época que vivimos.
Saludos.
Una pena ese abandono del "regeneralismo". Lo bueno, el susto que se han llevado los grandes ... ¡que se jodan! como dijo aquella.
Salud!
Por mi parte me alegro mucho del susto que le hemos dado a los grandes... ¡que se jodan! como dijo una de ellos.
También me alegro de poderle dar nombre a aquello que me gusta: "regeneralismo". Yo siempre soy defensora del punto intermedio.
Salud!
Sí, señor. La exaltación emocional es el recurso que Pablo Iglesias explota, además de la profunda ignorancia política y económica de la juventud española, que se traga el discurso de las dictaduras de izquierdas sin darse cuenta.
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