domingo, 8 de marzo de 2009

MÚSICA DEL SUBSUELO (16). CUARTETO PARA EL FIN DE LOS TIEMPOS


Otoño de 1940. El músico y compositor francés Olivier Messiaen se encontraba recluido en un campo de concentración alemán (Stalag VIII A), como prisionero de guerra en el contexto de la segunda Guerra Mundial. Allí compuso este cuarteto impresionante, Quartuor pour le fin du temps, del que destaco la parte arriba visible y audible, Louange à l'immortalité de Jesus (octavo y último movimiento de la pieza). Los instrumentos de ejecución no son los habituales para estos menesteres, sino que corresponden a los que en las condiciones de la reclusión tenía Messiaen a su disposición (es decir, que no contaba con otros instrumentistas): piano, violín, violonchelo y clarinete. La primera audiencia que pudo disfrutar esta obra, en enero de 1941, fueron los vigilantes y presos del citado campo. En no pocas ocasiones, las creaciones más profundas y fascinantes surgen en los momentos de mayor hundimiento. "No hay canción más pura que la que se canta en el infierno más profundo; ésa es la que suena angelical" (Kafka). Dejo que lo explique el propio Messiaen:

"'He visto un ángel pletórico de energía, descendiendo del cielo, revestido de nubosidades, con un arco iris sobre la cabeza. Su cara era como el sol, sus pies como palomas de fuego. Posaba su pie derecho sobre el mar, su pie izquierdo sobre la tierra, y se sostenía derecho tanto sobre el mar como sobre la tierra, levantó la mano hacia el cielo y juró por Aquel que vive por los siglos de los siglos, diciendo: “Ya no habrá más tiempo pues en el día de la trompeta del séptimo ángel, se consumará el misterio de Dios' (Apocalipsis de San Juan. Capítulo X). Concebido y escrito durante mi cautividad, el Quartuor pour le fin du temps se presentó en primera audición en el Stalag VIII A el 15 de enero de 1941, por Jean Le Boulaire (violinista), Henri Akoka (clarinetista), Etienne Pasquier (violoncelista), y yo mismo al piano. Estuvo directamente inspirado por el citado fragmento de El Apocalipsis. Su lenguaje musical es esencialmente inmaterial, espiritual y católico. Los modos poseen melódica y armónicamente una especie de ubicuidad tonal y acercan al auditor a la eternidad en el espacio o infinito. Los ritmos especiales, fuera de toda medida, contribuyen poderosamente a alejar lo temporal (¡Todo esto parece un balbuciente intento si se medita sobre la opresiva grandeza del asunto!). Este Cuarteto tiene 8 movimientos. ¿Por qué? Siete es el número perfecto, la creación en seis días santificada por el divino sábado; el 7 de este reposo se prolonga en la eternidad deviene en el 8 de la luz infalible, de la paz inalterable. 1) Liturgia de cristal. Entre las 3 y 4 de la mañana, el despertar de los pájaros: un mirlo o un ruiseñor, improvisado solista, henchido de vanidades sonoras, de un halo de trinos perdidos muy en lo alto de los árboles. Trasponedlo a un plano religioso: tendréis el silencio armonioso del cielo. 2) Vocalización, para el Ángel que anuncia el fin de los tiempos. La 1ª y la 3ª parte (muy breves) evocan el poderío de este ángel fuerte, tocado de arco iris y revestido de nubes, que posa un pie sobre la mar y otro sobre la tierra. Entre ellos, las armonías impalpables del cielo. En el piano, dulces cascadas de acordes azul-anaranjado, envuelven con su carrillón lejano la melopea casi de canto llano del violín y el violoncello. 3) Abismo de los pájaros. Clarinete solo. El abismo es el tiempo, con sus tristezas y sus laxitudes. ¡Los pájaros son lo contrario del Tiempo; es nuestro deseo de luz, de estrellas, de arco iris y de jubilosas vocalidades! 4) Intermedio. Scherzo, de carácter más extrovertido que el resto de los movimientos, más conexo que ellos, no obstante, por algunos "recordatorios" melódicos. 5) Loor de la Eternidad de Jesús. Jesús es considerado aquí en tanto que Verbo. Una gran frase, infinitamente lenta, del violoncello, magnifica con amor y reverencia la eternidad de este Verbo dulce y poderoso, “en el que los años no transcurren”. Majestuosamente, la melodía se expande en una especie de lejanía tierna y soberana. “En un principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios”. 6) Danza de la furia, para las siete trompetas. Rítmicamente, el fragmento más característico de la serie. Los cuatro instrumentos al unísono simulan los comportamientos de gongs y trompetas (las seis primeras trompetas del Apocalipsis seguidas de diversas catástrofes, la trompeta del séptimo Ángel anuncia la consumación del misterio de Dios). Empleo del valor aumentado, de los ritmos aumentados o disminuidos, de los ritmos no retrogradables. Música de piedra, formidable granito sonoro; irresistible movimiento acerado, enormes bloques de furia púrpura, de helada embriaguez. Escuchad sobre todo el terrible fortísimo del tema por aumentación y el cambio de registro de sus diferentes notas hacia el fin de la obra. 7) Encrucijadas de arco iris para el Ángel que anuncia el fin del tiempo. Retornan aquí algunos pasajes del segundo movimiento. El Ángel pletórico de fuerza aparece, y sobre todo el arco iris con el que se toca (el arco iris, símbolo de la paz, de la sabiduría, y de toda vibración luminosa y sonora). En mis sueños, escucho voces acordadas y melodías ordenadas, colores y formas conocidas; luego, después de este estado transitorio, me transporto a lo irreal y sufro con éxtasis un vértigo, una compenetración giratoria de sonidos y colores sobrehumanos. Estas espadas flamígeras, estos colores de lava azul anaranjada, estas estrellas ásperas: He aquí las encrucijadas, hete aquí los arco iris. 8) Loor de la Inmortalidad de Jesús. Prolongado solo de violín, hace parecer inacabado el sólo de violoncello del quinto movimiento. ¿Por qué esta 2ª alabanza? Está dirigida especialmente al segundo aspecto de Jesús, a Jesús-Hombre, al Verbo hecho carne, resucitado inmortal para comunicarnos su vida. Toda ella es amor. Su lento remonte hacia el extremo agudo. Es la lenta ascensión del hombre hacia su Dios, del hijo de Dios hacia su padre, de la criatura divina hacia el Paraíso.Y repito una vez más lo que ya he dicho más arriba: ¡Todo esto parece un balbuciente intento si se medita sobre la opresiva grandeza del asunto!".

3 comentarios:

Al59 dijo...

Una obra increíble, Horrach. Es una música inhumana, que parece sacada de otra dimensión. Sumamente abstracta, y a la vez muy emocionante. Quien no la conozca, no sabe lo que espera (ya está tardando).

Johannes A. von Horrach dijo...

Así es, Alejandro, una obra portentosa, especialmente, al menos para mí, este último movimiento, que he estado escuchando (por cuestiones personales) obsesivamente estos últimos días. Que, como tú bien dices, se combine abstracción con emoción, es algo muy difícil de conseguir, algo casi milagroso. Messiaen es uno de los grandes, indiscutiblemente.

saludos

jacob dijo...

No conocía esa inmensa obra. Realmente una obra de arte. Gracias.

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