(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
El
hombre es un ser mimético, y sin maestros no somos nadie. En una
época en que se idolatra una visión muy ingenua de autenticidad,
parece como si reconocer deudas o influjos fuera un drama. Es la
retorcida ansiedad de la infuencia, como escribió Harold Bloom, que
nos conduce a una corrosiva esquizofrenia tanto individual como
social. Si René Girard fue mi maestro de lejanías, aunque lo conocí
en un congreso cerca de Coblenza hace 12 años, Juan Luis Vermal ha
sido mi referente de cercanías, el hombre que me enseñó a leer
filosofía, a no contentarme con significados apresurados y
estériles. Con él, comencé a combatir mi enervante impaciencia,
dejando hablar a los textos y permitiendo que estos te interpelen,
sin forzarlos a decir lo que deseas.
Nacido
en Argentina tras la Segunda Guerra Mundial, Vermal vive en nuestras
islas desde hace décadas. Jugó a rugby de joven, y recuerdo alguna
ocasión en que conseguí arrastrarlo al Hogan’s para ver un
Irlanda-Nueva Zelanda y tomar unas Paulaner (post scriptum: error, se trataba de Franziskaner). Joan Miquel Oliver, de
Antònia Font y también salido del Departamento de Filosofía de la
UIB, lo tenía muy claro. En una entrevista en La Vanguardia, cuando
estaba en la cresta de la ola, afirmó que tenía dos grandes ídolos:
Mick Jagger… ¡y Vermal! Tuvo que explicar al desconcertado
reportero el impacto que le generó bregarse con este inolvidable
profesor en las aulas del edificio Ramón Llull. De esa tensión
intelectual agotadora pero pletórica extraje el símil del combate
de boxeo ante un Rocky Marciano al que nunca podrás vencer. Es más,
en estos trances entiendes que no se trata de ganar o perder, de
configurar identidades, sino de forcejear contra uno mismo. Así
salió el cariñoso mote de El Tigre de la Pampa. Como me
recordó su hijo Lucas, autor del estimable documental Ich Bin Enric Marco (2009), no
hay tigres en la Pampa. Precisamente. Y tampoco quedan maestros como
Vermal.
Tras
la carrera y el doctorado, no podía distanciarme de su sabiduría.
Entonces nació un seminario metafísico que ha durado más de una
década y en el que un grupo entrañable y valioso hemos estudiado a
lo más selecto del mundillo filosófico: por supuesto Heidegger y
Nietzsche, y también Derrida, Blanchot, Kant o Hegel. Siempre nos
reuníamos en salas de la UIB que contaban con una mesa principal
rectangular con las esquinas curvas, de ahí que lo acabáramos
llamado vermalódromo. En ningún lugar he sido más feliz.
Recientemente
jubilado, mi maestro no está en su mejor momento, pero sabe que
puede contar con sus agradecidos discípulos, y no sólo hablo por
mí, para lo que haga falta. Semper fidelis, como dice el lema
de los Marines.
2 comentarios:
Buenos días.
Hace usted bien en reconocer a los verdaderos maestros. Posiblemente, con el profesor Vermal termina toda una época en el departamento de Filosofía de la UIB. Actualmente, al verdadero maestro le ha sucedido un pelotón de indoctrinadores nacionalistas y podemitas, que jamás han ejercido la más básica de las funciones del raciocinio: cuestionar la simpleza acrítica con la que uno asume sus propias convicciones.
Saludos cordiales.
Hola horrach. Soy ximo brotons. No sé si te acordarás de mí. Te conozco del blog de arcadi espada. Estoy en palma hasta el 15 de julio y quizá te apetezca tomar algo y hablar sobre lo divino y lo humano. Mi telefono es 665163964. Como desees. Me explicas tu tesis sobre girard. Saludos.
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