(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Hace
tiempo que no pisaba el Gran Hotel. En otras épocas era un asiduo,
me sumaba a cualquier iniciativa que se montara ahí. También es
cierto que tras mi periplo político selecciono mis escapadas
públicas, sobre todo desde que algunos afectuosos primates, entre
ellos un reciente Premi Ciutat de Palma, muy atentamente me han hecho
llegar sus deseos de que mi existencia no se prolongue demasiado o,
en su defecto, que no quede exenta de hematomas.
Noooo,
es broma que me dé asunto salir. Lo otro no. En fin, ya saben cómo
es esta isla. Le escuché recientemente a José Carlos Llop una
atinada definición de nuestro modus operandi: cuando alguien
habla mal de ti, enseguida te enteras, hay tortas para extender la
buena nueva; pero, cuando se trata de halagos, todo se oculta como si
fuera un devastador material radiactivo.
Siempre
es un placer visitar este noble edificio que alberga la Fundación
CaixaForum, cuya vecina es, nada menos, esa placita dedicada al
palmesano Valeriano Weyler Nicolau, que tiene el copyright
mundial, y ese mérito se recuerda poco entre nosotros, de los
modernos campos de concentración, casi nada. En segundo lugar concentracionario quedó
el británico Horatio Kitchener, y precisamente de vicisitudes
british (el Brexit, cómo no) iba a hablarse el pasado lunes, por
obra de un Ignacio Peyró que, para quien todavía no lo conozca, es
el responsable de un logro mayúsculo: publicar Pompa y
circunstancia, una brillante enciclopedia sobre la cultura
inglesa rebosante de datos (más de 1000 páginas) y también de
reflexiones teñidas de madurez y sensibilidad, ¡a la edad de 34
años! Si mi anglofilia está en crisis desde hace un año, confieso
que esta exquisita conferencia de momento ha enfriado cualquier
apremio cismático.
Sin
duda, el Brexit es primohermano del Trumpazo. En ambos casos
vemos como, en un mundo cada día más complejo que exige sutileza y
rigor, las decisiones individuales y colectivas tienden hacia una
ultrasimplificación maniquea. ¿Cómo ha podido suceder que, en el
país que ha cuidado los procedimientos, las formas, el fair play,
se haya desencadenado un proceso tan sometido al catenaccio
donde han dominado las fake news y una emotividad cruda? Pues
ha sucedido, y lo único positivo que de momento podemos extraer es
que ha servido de aviso para el resto: desde entonces, el populismo
está siendo reducido elección tras elección (Austria, Holanda,
Francia).
Dado
que ya ni en la mítica Albión podemos encontrar refugio, al menos
permanece esa posibilidad en las infinitas páginas, cual libro de
arena borgiano, de este monumento de Peyró a la decencia y la
elegancia. Aunque hable de algo ya acabado, esta obra siempre tendrá
presente y futuro.
3 comentarios:
Querido Herr Horrach:
Sé de su anglofilia, pero la anglofilia se modera mucho cuando vive uno en Inglaterra.
Sobre "el monumento de Peyró", como Ud. le llama, me permito remitirle, si me disculpa Ud. la autocita, a mi reseña del libro publicada en "Letras Libres" ("Elogio de Inglaterra", nº 162, marzo 2015, pp. 59-60).
Sobre el comportamiento de la "mítica Albión" y su "decencia y elegancia", me atrevo asimismo a sugerirle que lea "Imperiofobia y leyenda negra", de María Elvira Roca Barea (Siruela, 2016).
With my very best regards and looking forward hearing from you soon.
Eduardo Moga.
Gracias por su comentario, Mr Moga
Aunque, sinceramente, creo que exagera un poco. Quiero decir que las objeciones que le puso usted en Letras Libres a la obra de Peyró tendrían más sentido si estuviéramos ante un frío tratado académico sobre la historia de Inglaterra, pero no es el caso. Ya en el mismo título (por no hablar de la introducción) destaca Peyró que leeremos un elogio "sentimental" de lo inglés, algo que a veces no es factualidad pura, y eso imagino que lo ha tenido en cuenta cualquier lector del libro. Por el hecho de que no se le dé un protagonismo muy marcado a determinadas lacras de la historia inglesa, no significa que éstas no se consideren (usted mismo reconoce en su crítica que sí aparecen, aunque discrepe en la extensión o dureza).
En cuanto a mi anglofilia, es evidente que algo tiende a idealizarse en la medida en que permanecemos alejados de ello. De ahí lo que sucede demasiadas veces con el pasado, del que extraemos con fórceps lo que nos gusta pero eludiendo otras condiciones menos amables, y yo siempre he tenido eso presente cuando hablaba de Inglaterra (ya sabe que seguía sus corónicas sobre Ingalaterra), aunque sin dejar de señalar aspectos en los que, al margen de estar sometido o no a las condiciones del terreno, nos sacaban evidentemente ventaja como país.
un saludo y hasta pronto
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