Estoy
en crisis. Mis convicciones se desmoronan. Quiero ser un buen
ciudadano y estoy dispuesto a aprender, con humildad y respeto
infinito por los que son mucho más dignos que yo. Por eso, cada día
estoy más embelesado con este concepto nuevo de democracia ‘a la
balear’ que tiene loco al mundo de la politología. No soy
politólogo, pero estudié asignaturas del ramo en la universidad y
no me suena que esta nueva idea pueda encuadrarse en ninguna teoría
conocida. Baleares, siempre a la vanguardia, faro de Occidente. En
cualquier caso, agradezcamos poder disfrutar en vivo y en directo de
este hallazgo, tras años de desgobiernos de la derecha y dos Pactes
estériles que aún no avistaban esta Tierra Prometida.
En
momentos de confusión, es recomendable abrazar una doctrina clara,
firme, consistente. El problema es que este innovador espíritu legal
es más desconcertante y complejo que la metafísica de Heidegger.
Pero bueno, poco a poco le va uno pillando el tranquillo. Ya
comentamos hace unas semanas lo de incumplir la normativa española y
europea, pero eso no supone dificultad alguna. Se dan casos más
escurridizos en los que este nuevo saber se manifiesta con especial
brillantez. “No existía un problema”, han asegurado sus
discípulos a cuenta de los exámenes de selectividad en catalán,
hasta que se incluyó al siempre crispador castellano en los
enunciados. Tampoco existía un problema social en Sa Feixina, pero
en este caso no es un problema que no fuera un problema. Parece un
lío, pero es una epifanía moral.
Derribar
el monolito es a día de hoy el mejor exponente de lo que se entiende
por democracia balear: algo transformista, variable, casi cuántico,
pero a la vez esencialista. Una piedra de toque para saber de qué
material superdemocrático o megafascista (sólo caben estas dos
opciones) está hecho uno. Recordemos que dicha destrucción no
estaba incluida en los programas de los tres partidos del Pacte; en
el de Més se decía “retirarem la simbologia franquista”, algo
general que no concreta este caso cuya recontextualización de 2010
el grupo municipal pesemero apoyó. Lo invocaron post-electoralmente
en los acuerdos de gobierno, y algunos resentidos creen que como
munición antagonista para cavar una trinchera simbólica. Si se
trata de una trinchera, hay que reconocer que se ha trazado con mucha
elegancia y propiedad, porque en el lado de la defensa del monolito
se alinean neofranquistas tan notorios como los técnicos de
Patrimonio, ARCA, Àngels Fermoselle, Miquel Àngel Lladó, Ramón
Aguiló y, según una encuesta del IBES, ¡nada menos que el 85 % de
los ciudadanos de Palma! Lo extraño es que, por lógica, gran parte
de ese 85 % debió votar al Pacte...
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
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