lunes, 2 de febrero de 2015

JE SUIS AUSCHWITZ


  (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Qué estupendo se pone todo el mundo, sobre todo tertulianos y políticos (dos roles con serio peligro de embolia que últimamente ejerzo, ya veremos hasta cuándo), pontificando sobre el 70º aniversario de la liberación de Auschwitz. Que si el Mal, el destino del hombre, lo que nunca debería repetirse, etc. Siempre me asombró el Holocausto, pero en efemérides como ésta, o cuando se producen catástrofes naturales, huyo despavorido de las homilías de la prensa repletas de sobadas consignas y falsa beatitud. Es mucho más razonable regresar a las terribles páginas de Jean Améry, Primo Levi, Hilberg, Szpilman, etc. O a René Girard, quien mejor me hizo entender cuál es el mecanismo que guiaba estas carnicerías industrializadas. Por no hablar de las 10 horas del canónico Shoah de Lanzmann, que debería visionarse en todas las escuelas, parlamentos y redacciones.
Cuando se habla de Auschwitz se olvida que el concepto clave, a mi modo de ver, es el de identidad. La configuración de identidades, ya se orienten hacia el nacionalismo, la religión o la ideología, de por sí lleva el germen contrario a la igualdad y la libertad. Vendría a ser el esencialista intento de superar la escisión del ser, ansiando consuelos alucinógenos. El culto a esa pasión hace que, a menor escala, triunfen esos animalillos averiados llamados Kirchner, Putin, Mas o Erdogan, cuyas promesas de autoestima colectiva ponen en marcha, además del capricho adolescente (“dejadme ser lo que quiero ser”), la pulsión antagonista. Relacionado directamente, la tendencia hacia la unanimidad, requisito para que se consoliden opresivos marcos de orden y sentido. Aquellos que apelan al culto de la identidad propia preparan el terreno para lo peor, porque lo diferente no suele quedarse como categoría puramente inteligible sino como virus que debe ser erradicado. Auschwitz es el final de ese camino, como lo es también el archipiélago soviético de los gulags.
Vivir acostumbra a ser una tragedia, pero más allá de ésta queda la catástrofe del que, intentando redimirla, acaba multiplicando el alcance de la tormenta de acero. Digo tragedia por lo que tiene de incertidumbre y desarraigo, opuestos a la exigencia maníaca de la certeza, aquella que prefiere el ilusionante significado dogmático antes que la siempre esquiva verdad.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Es usted un esteta del nazismo, que nunca condena, y que ensalza con su verborrea seudofilosofica, hueca y repleta de frases hechas, y topicos monótonos. Su estilo es putrefacto y de manual del recitador sin ideas. Un simple charlatan de filosofia no puede opinar sobre nuestro tiempo. Es usted un payaso cobarde, que tira piedras y se enconde como una rata.

Johannes A. von Horrach dijo...

Estooo... Encantado de conocerle, querid@, muy amable.

viejecita dijo...

¡ Caray Don Johannes !
¡¡¡ Y yo que me creía que era criticona !!!


viejecita dijo...

Lo que quería decir es que es usted un santo varón, repleto de paciencia...

Johannes A. von Horrach dijo...

Estoy entrenado, Viejecita. Varios años en el Nickjournal de Arcadi Espada te sirven como para aguantar el invierno ruso en la Operación Barbarroja. un abrazo

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