(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Mi amigo y editor Román Piña Valls trataba de convencerme, hace unas semanas en estas páginas, de las bondades del verano. Tal vez porque no estaba seguro de sus dotes sugestivas o bien temía mi autismo pro-invernal, me invitó a cenar en cala Deià junto a otros escritores a los que ha publicado en Sloper, un grupo humano estupendo y talentoso. En rincones fascinantes como éste uno sí que consigue olvidarse, aunque sea sólo durante unas horas, de que todavía quedan meses para la llegada del frío redentor. Lo único malo del lugar es que me recuerda a Narcís Serra, que durante años ha tenido una casa allí. Me referí a él hace unos meses cuando escribí aquí sobre la caída de Mario Conde, en la que Serra jugó un papel decisivo. Si en ese momento fue una pieza fundamental para encarcelar al banquero más célebre del momento, años después quiso hacer sus pinitos en el mundo de la banca, con el resultado conocido: siniestro total, con Catalunya Banc quebrada, nacionalizada por el FROB y ahora vendida al BBVA. Conde pasó tres años y medio en la cárcel, pero nada de eso le ha sucedido a Serra por su directa responsabilidad en un fiasco que le ha costado a la ciudadanía nada menos que 11.600 millones de euros.
Narcís Serra ejemplifica como pocos lo que ha significado el poder de la partitocracia, concepto que prefiero al de casta, al ser éste menos definidor de la situación que hemos padecido estas últimas décadas. Los partidos de poder han vampirizado la sociedad civil hasta el punto de que todo estaba controlado, de una manera u otra, por ellos. Y el ejemplo bipolar de cómo ha funcionado la banca española es esclarecedor: tenemos los mejores bancos de Europa (los privados), pero también los peores (las cajas de ahorros, gestionadas por la clase política).
El dinero público que se ha tenido que poner sobre la mesa para reflotar Catalunya Banc, además de considerable, tiene connotaciones interesantes, porque iguala lo que se ha reducido el presupuesto en sanidad y educación el último año. Alimento irresistible para los que piensan que en nuestro sistema los beneficios eran privados y, en cambio, las deudas se han socializado. Al margen de si dejar caer al banco habría ocasionado o no un coste superior, la imagen de que los desastres de políticos los paga la ciudadanía es cierta y terrible. Serra y su equipo directivo (41 cráneos privilegiados) al menos están imputados por subirse el sueldo en plena hecatombe del banco, pero apuesto a que no afrontarán con su nada escaso patrimonio el agujero que generó su incompetencia.
2 comentarios:
Pues completamente de acuerdo: me da igual que se le llame partitocracia o casta. Esta nación llamada España, ha navegado un siglo XX, plagado de infortunios. Y ya en el siglo XXI nos damos cuenta que, en el fondo, hemos regresado al siglo XIX, el la restauración borbónica y la ordenada sucesión en el poder de dos partidos corruptos que elevan el axioma lampedusiano, "
Todo tiene que cambiar para que todo siga igual" a categoría.
Y luego nos quejamos. Mejor, votar con más criterio. Hay otras opciones
Narcís... y la cúpula de la junta de Andalucía en pleno, Urdanga y su amnésica mujer, los que hacen aeropuertos como zonas de paseo, a los que le ha tocado la lotería siete veces, a los que sus padres les dejan abundantes herencias en cuentas en bancos extranjeros, a los dirigentes de partidos que "supuestamente" cobran sobresueldos porque ese dinero tiene una procedencia más que sospechosa.
Yo diría más bien Los Intocables de Eliot Ness
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