lunes, 9 de junio de 2014

KAFKIANOS Y CORONADOS


  (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

El pasado martes la muerte de Kafka, uno de los grandes de mi santoral laico, cumplió 90 años. De él siempre recuerdo una curiosa reflexión, “en tu lucha contra el mundo secunda al mundo”, que, al igual que el pasaje evangélico que recomienda ofrecer la otra mejilla, nunca interpreto en su sentido más apresurado, como entrega sacrificial o rendición incondicional ante cualquier enemigo que uno pudiera tener. Las veo más en la línea de contraponer cierta resistencia a la principal pulsión que nos caracteriza: enfrentarnos al otro siempre con la razón de nuestra parte. La premisa más preciada de toda subjetividad consiste en enclaustrarse alrededor de una interioridad no explorada y, en consecuencia, jamás puesta en cuestión. Nos pasa a todos, yo el primero, aunque preferiría ir dejando el vicio. Cuesta aprender de estas reflexiones kafkiano-evangélicas, de la misma manera que en la tan denostada filosofía posmoderna la idea de la 'muerte del hombre' se cierne precisamente sobre el cuestionamiento de los presupuestos de todo sujeto, a partir de los cuales uno tiende a juzgar sumariamente todo lo que nos rodea, con lo que implica de satanización de aquellas otredades que nos desagradan.
Hoy en día esto sucede con especial virulencia, no porque en esta época seamos menos clarividentes sino porque la agresividad de la crisis y sus secuelas somete nuestra identidad a continuas interrogaciones que tratamos de cerrar violentamente. A más ambigüedad e incertidumbre, mayor será el ansia de apuntalar nuestro yo y menos rigurosos serán nuestros juicios.
En cuanto al tema estrella de la semana, no pienso añadir ninguna valoración porque que ya se ha dicho todo. Así que, frivolité!, sólo contaré cómo el todavía Príncipe y un servidor protagonizaron una celebrada portada de la revista ¡Hola! Corría el verano del 2006 y yo trataba de sobrevivir a una tarde especialmente abrasadora. Medio inconsciente, conseguí alcanzar la hamburguesería Alaska, donde pedí un helado de fresa, mi favorito. Con mi capacidad de percibir el mundo seriamente afectada por el calor, sólo pude intuir que comenzaba a rodearme una multitud vociferante y algo descontrolada. Pero yo iba a lo mío, ese milagroso helado que me iba devolviendo las pulsaciones y el resuello. Mi sensibilidad auditiva fue aumentando, de modo que los aullidos y risas de la masa asaltaban mi sentido de la vergüenza ajena. Consumido gran parte del helado, decidí observar a mi derecha y fue entonces cuando me topé con un muro principesco (y familia). No me inmuté: soy leal a la casa de Windsor. Pero un pérfido paparazzo nos unió en una instantánea que días después fue la estampa de la semana en el mundo del cuore.

2 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Amigo Von Horrach lo importante fue el helado, que te quiten lo "bailao". Los príncipes como las fresas del helado pueden tener un valor simbólico, en el caso de las fresas, incluso una significación erótica, pero el placer del helado no te lo quita nadie. Los mundos simbólicos son difíciles de entender.
Salud
Francesc Cornadó

Johannes A. von Horrach dijo...

Un saludo, Francesc. Desde luego que lo importante fue el helado, porque me devolvió la consciencia y las pulsaciones. Lo otro fue un girigay de gente desmadrada. Lo entendería si se tratara del Prince Charles (debilidad personal). hasta pronto

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