domingo, 4 de noviembre de 2007

EL FRACASO NECESARIO


Dice Heidegger en El origen de la obra de arte (Caminos de bosque, Alianza) que la esencia de la verdad es la no-verdad. No en el sentido de que lo esencial de la verdad consista en algo que no lo es, que se opone a lo verdadero, sino que a la verdad le es esencial el no poder definirse totalmente, el escaparse a cualquier pretensión de dominio. Su esencia es, pues, el ocultamiento, un negarse a la manifestación, al menos de forma total y absoluta. La verdad es algo que siempre se resiste a aparecer como algo, como presencia; no puede ser objeto de fijación. Por tanto, en toda pretensión de poseer la verdad ésta desaparece bajo la forma que supone afirmarla. Afirmarla es negarla. La verdad no es de nadie.

Es por ello que toda operación para tratar de apropiarse la verdad está condenada al fracaso. La esencia de la metafísica consiste en un intento de dominar lo real, reduciendo su inmensa complejidad a una serie reducida de categorías o principios. Pero la labor metafísica siempre está condenada a toparse con un camino sin salida; cuando se pretende definir/clausurar lo real, lo óntico, éste escapa a la totalización de dicha operación. La verdad del ente escapa siempre, manifestando así lo que podríamos llamar su fuerza más inatacable. El ente se resiste a la operación de dominio del pensar metafísico, revelándose así una cierta inconsistencia, no ya de las cosas ónticas mismas, sino del propio pensar en su esencia. La metafísica nos ha permitido llegar a ese punto de arrinconamiento de lo ente, pero una vez allí no podemos ir más allá, saltando por encima del vacío de su sentido más profundo. El camino está cerrado; la metafísica revela así su inherente inconsistencia para englobar en sí lo real. La derrota se nos hace explícita.

Pero es en ese fracaso del pensar metafísico cuando y donde se abre aquello que Heidegger llama ‘el claro’, ese abrirse absoluto de las cosas, de lo óntico y de lo que no lo es. La dimensión de lo abierto, aquella en la que confluye todo aquello que es previo (ontológicamente) a toda operación metafísica, sólo se manifiesta (no como presencia, sino como ruptura o escisión de lo que es presencia) cuando la metafísica fracasa en su lucha con/contra la óntico. Pero, y he aquí la paradoja (aparente), nos es preciso ese fracasar para que la posibilidad del claro de la apertura se nos presente como tal posibilidad. Necesitamos de la metafísica para poder llegar a ese punto decisivo del fracaso posibilitante, cuando el ente escapa a la esfera de dominio apropiador del pensar metafísico. Se nos abriría así la dimensión del claro/ocultamiento, la del acontecer, diferente de la del ser entendido desde lo óntico. Nos es preciso el fracaso de la metafísica, y el siguiente paso, una pretendida superación del propio pensar metafísico, tal vez no consistiría en otra cosa que en un repetir sus procedimientos teniendo en cuenta la colisión con el fracaso y todo lo que ello representa. Sólo gracias al fracaso hay camino; sólo por medio de la derrota podemos caminar con propiedad.

4 comentarios:

El Conde de Dinamarca dijo...

La verdad me parece muy bueno lo escrito, pero admito que no puedo profundizar en demasía sobre el tema ya que no tengo el gusto de conocer a Heidegger a fondo. Recién el año que viene empiezo el ingreso a filosofía y todavía me faltan leer demasiadas cosas, pero por lo pronto y a mi humildísima opinión, creo que está muy buena esta "reflexión", por llamarla de alguna manera.
Sin fracaso, sin no-verdad, no habría triunfo ni certeza.

Un saludo.

Johannes A. von Horrach dijo...

Todavía estoy por aquí.

Buienvenido a este subsuelo, conde de Dinamarca, y gracias por sus amables palabras. ¿Empieza filosofía el próximo año? Pues muchos ánimos y adelante, que vale mucho la pena. Si me admite un consejo (no me gusta el paternalismo, pero en este caso no puedo reprimirme), lo que hay que tener mucho es paciencia y humildad. Veo que la pega de muchos jóvenes alumnos (yo fui uno de ellos) es la vanidad del que se piensa que nadie puede enseñarle nada. Así lo que sucede es que uno se blinda ante lo que lee, no llegando a entender nada. No puede uno quedarse con sus mediocres pseudocertezas cuando se enfrenta a gigantes como Kant, Hegel o Heidegger.

Sobre el texto, sólo añadir una cosa: sin no-verdad no habría posibilidad tampoco de que pudiera darse la verdad.

saludos

Verónica dijo...

"sin no-verdad no habría posibilidad tampoco de que pudiera darse la verdad"

Porque la nada posibilita al ser. Ex-sistere: estar sosteniéndose dentro de la nada. [Tesis que recoge en ¿Qué es metafísica?]
No es lo mismo pero también puede ir por ahí la cosa.

Heidegger vuelve a uno tarumba.

Saludos y gracias por la información sobre Heidegger que un día me proporcionaste [gran ayuda] :).

Verónica C.

Pd.: me "asusta" la calidad de tus reflexiones respecto a este genio loco alemán

Johannes A. von Horrach dijo...

Caramba, así que también tú eres bloggera, Verónica. Me alegro, porque así podré curiosear en tus entradas para saber algo más de Brida (soy un poco curiosón).

En efecto, lo conozco hace poco tiempo, pero el tío Martin despierta lo que de más enloquecido llevamos dentro. A mí me está pasando, y no soy el único en la UIB. Para acabar de rematar la cosa, otros autores que cada día me gustan más, como Derrida, también perjudican lo suyo.

saludos y gracias a ti por hacer compañía a un bicho del subsuelo

PD: ¿te 'asusta' lo que digo de Heidegger? A mí también, pero no precisamente por la calidad, jajajaj. De todas maneras, gracias, eres muy amable. Cuando acabe la tesis sobre Girard me gustaría meterme más en serio en este autor y en la metafísica en general.

PD2: saludos para ti de parte de Andresín 'el analítico' (se me olvidó en su momento).

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