¿Para qué queremos series televisivas si
tenemos al PSOE? Cada día más adictiva, la historia de su
autodestrucción enfila la última etapa, una guerra civil en toda
regla cuya resolución ya no podrá ser una síntesis equilibrada. En
todos los frentes, también el balear.
Reconozco que tengo una
relación un poco especial con este partido. Por discurso, una
especie de socialdemocracia estatal, podría haberlo votado en
numerosas ocasiones, pero el caso es que hasta ahora no lo he hecho
nunca. Me habría encantado apoyar a líderes solventes y dignos,
como Ramón Aguiló en Palma y Félix Pons en el Parlament, pero en
los 80 yo era todavía un pipiolo. Cuando tuve edad de votar, en las
generales de 1996, me topé con un PSOE envuelto en una corrupción
epidémica, por no hablar de los crímenes de Estado de los GAL,
detallito que durante años sólo criticaban unos pocos
estigmatizados, ¡fachas cabrones!, pero que en 2016 recuperó del
vergonzoso silencio Pablo Iglesias. A los lamentables sucesores de
Aguiló y Pons ni hace falta nombrarlos. De hecho, se pasó del mejor
resultado del PSIB, el obtenido por Pons en 1983, con un empate
técnico ante la Alianza Popular de Cañellas, al de Armengol en
2015, el peor dato de la historia del partido.
Algunos interesados, que
fabulan
con una salvación en el extremo siniestro
y no cerca del centro (véase Francia y Reino Unido),
aducen que el declive se debe a la irrupción de Podemos, pero el
problema es anterior y se vincula a la misma dinámica moribunda del
PSC: los psocialistas han ido abrazando progresivamente un
catalanismo que el votante aprecia más en la marca original. Así,
no han ganado por esa vía y además han perdido voto histórico. Se
han quedado sin discurso y siguen sin entender el problema, de ahí
lo poco halagüeño de su futuro.
En el caso concreto del PSIB, la
clave estuvo en el congreso de inicios de los 90. Ahí se acuñó una
doctrina más catalanista, a la vez que el partido era
sistemáticamente asaltado por miembros del PSM que, haciéndose con
el timón de mando al estilo de El hombre que fue jueves de
Chesterton, acabaron vampirizando a los psocialistas. La lista de
huidos hacia el poder de la rosa es amplia y reveladora: Antich, el padre de
Armengol, Francesc Obrador, Joana Barceló, Celestí Alomar, Damià
Ferrà-Ponç, etc. La jugada salió perfecta... para los intereses
catalanistas, no así para el PSIB.
No me extrañaría nada que a
raíz de la inevitable escisión tras el fratricidio actual, de una
competencia entre dos PSOE, uno pesemero y el otro de corte más
nacional tal vez con Joan Mesquida al frente, éste último obtuviera
un mejor resultado en las urnas.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
2 comentarios:
No caerá esa breva... o sí. La descomposición del partido que en todos los momentos cruciales de la historia se ha mostrado dispuesto a traicionar al país, sería lo mejor para España, y un premio más que merecido.
Saludos.
Hay gente que no vota al Psoe pero que está muy preocupada por su destrucción, al considerarlo parte de los fundamentos del país, una pata del Estado y bla bla bla. A mí no sólo no me preocupa sino que incluso considero recomendable que los actos, sobre todo los más frívolos y malintencionados, tengan finalmente consecuencias. La factura, antes o después, siempre llega...
Además, suscribo el análisis que el sábado publicó en El Mundo Jorge del Palacio:
"Las contradicciones que antes servían a una estrategia de poder, hoy pueden pasar a ser una amenaza para la supervivencia de la propia institución"
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