sábado, 27 de mayo de 2017

HAZAÑAS PÍRRICAS



Aunque en la fase final del proceso ya se intuía una posible victoria de Pedro Sánchez, hay que reconocer la quimera que supone el regreso de este hombre, tan resistente como transformista, a la dirección de un partido póstumo llamado PSOE. Por tanto, su resurrección debe ser considerada como una hazaña. Sin olvidar, claro está, que Sánchez no es un recién llegado a la política, y por tanto las dos catástrofes electorales que protagonizó difícilmente pueden redimirse por haber vencido a Susana Díaz, momificado adalid del “peronismo rociero”. En cualquier caso, veremos qué dicen las próximas generales.
Sin embargo, la euforia que algunos están experimentando, como si liderar unas primarias fuera la finalidad misma de la política, evidencia lo revuelto y precipitado que anda el ambiente político. Los psocialistas han perdido tanto la costumbre de ganar elecciones que entiendo perfectamente esta pasión sobrevenida que experimentan ahora por las primarias: sin ellas, sus candidatos apenas sabrían lo que significa ser primero en una votación. Fíjense por ejemplo en Armengol, derrotada holgadamente en todas y cada una de las elecciones a las que se ha presentado en su vida, incluido en 2015 el peor resultado del PSIB en 32 años. ¿Qué habría sido de su autoestima si no fuera por la victoria en primarias contra Aina Calvo, eh? Además con todo esto volvemos a saber, por si alguien todavía albergaba dudas, que de largo el PSOE es más plural que el aparato de hierro del PSIB.
En este ambiente adanista que nos caracteriza en que el bagaje aportado por el pasado, incluso el más reciente, es convenientemente aparcado no sea que arruine nuestras ensoñaciones, los enfoques opuestos de militancia y electorado cobran una decisiva importancia. Lo hemos visto en Reino Unido con Corbyn y en Francia con un Hamon que venía de liquidar al oficialista Valls con mayor apoyo aún que la victoria de Sánchez el domingo: lo que chifla al militante no entusiasma al votante. ¿Es mucho pedir que se considere el ‘modelo Downs’, según el cual tiene más fácil llevarse la victoria electoral aquel partido que ocupe una mayor porción del centro político?
Pues no, los militantes llevan al extremo una forma identitaria de vivir la política, como si la cuestión no fuera intentar gobernar sino reafirmar el ser propio, afianzar la dicha de la pertenencia. Ahí se quedaron el zombi Corbyn y el desollado Hamon, que ha cosechado el peor resultado del poderoso socialismo francés ¡en 50 años! Es cierto que en España Podemos está en declive y no sustraerá mucho voto socialista como sí consiguiera Mélenchon, pero no parece que dejar vacío todo el territorio socialdemócrata (con C’s reconfigurado como liberal y P’s en la punta izquierda) sea una decisión demasiado inteligente.

 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

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