La
política española es lo menos meritocrático que podamos imaginar.
Ya sabemos que ahí no prosperan los mejores, pero además resulta
que los éxitos casi siempre se deben a errores del rival. Viendo la
incompetencia existente, lo habitual cuando uno se arriesga y toma
decisiones es que la pifie. Será por eso que el Pacte estaba tan
ilusionado con la victoria en el congreso del PP balear de un Bauzá
al que deben esta legislatura y al que viciosamente le encomendaban
cuatro años más. Pero no podrá ser, gatillazo total. En
consecuencia, tras el desencanto por el desenlace se están aplicando
un seppuku épico para llevar en volandas, y antes de tiempo, a
Company hasta la jefatura del Govern. Sin un Danilo enfrente que se
encargue de los autogoles, no tienen recorrido.
Por
eso cuando uno ve que su rival no es más que la proyección de uno
mismo, su doble exacto, como pasó con el Tripartito en Cataluña
respecto a CiU, la situación se entrega al delirio más imaginario
posible. De ahí el estado parapsicológico que ha adquirido el
Prusés. Llevamos años con la invocada independencia
acercándose a tierras catalanas, arrimándose, planeando… pero no
hay manera de verla aterrizar. Al final, el catalanismo se ha
convertido en una rama de los Adventistas del Séptimo Día, pues en
ambos casos el mesiánicamente ansiado día D nunca se decide a
acontecer, se prorroga ad aeternum. Es lo que decía antes
sobre apostarlo todo a los errores del enemigo: Puigdemont sólo
quiere amagar y amagar, con la esperanza de que el Estado cometa un
exceso, aunque sea por un instante, para justificar el golpe de mano
a toro pasado, invirtiendo la ley de la causalidad.
Volviendo
al Pacte, quiero dejar constancia de mi admiración absoluta por el
gurú Garau, ese Rasputín pesemero que tenía abducido a Biel
Barceló. Engatusar a 20.000 bípedos con derecho a voto para que
confíen en Més creyéndose su ridículo disfraz de lagarterana
ex-soberanista, y dos años después con exuberante bipolaridad
cargarse el Pacte en esta operación de millonario asalto a las arcas
públicas sólo puede ser protagonizado por un tipo cuya genialidad
escapa a todo control. Si lo justo es que Bauzá sea condecorado por
un Pacte que se lo debe todo, Jaume Garau merece ser canonizado lo
antes posible en los altares populares.
Al
menos ha quedado bien enterrado el cuento de la pureza de Més, su
complejo de superioridad moral. En el fondo, detestan gobernar.
Demasiada responsabilidad para nuestros kamikazes cuatribarrados.
Adolescentes vocacionales que prefieren arraigar en el gimoteo
victimista, se mueren de ganas por regresar a la oposición cuanto
antes. No han esperado ni a la mitad de la legislatura para
incinerarse.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
2 comentarios:
Lúcido y brillante final el de su artículo.
Enhorabuena.
Muchas gracias.
un saludo
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