lunes, 15 de junio de 2015

VACUNAS Y LABORATORIOS


 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Tradicionalmente ha sido la derecha, sobre todo la más religiosa, la que se ha mostrado reacia al progreso y la ciencia. Pero llevamos ya una buena temporada viendo como una parte de la izquierda, la 'podemita' new age, se está poniendo las pilas en este sentido para disputarle a su rival ideológico el liderazgo en estos escabrosos asuntos. Ahora lo progresista son otras cosas, en una línea paradójicamente retro que convierte en vanguardia lo que en algunos casos no son más que chifladuras del Neolítico. Lean Una izquierda darwiniana de Peter Singer, por favor.
La semana pasada, el bioquímico premio Nobel Tim Hunt se vio obligado a dimitir de la University College de Londres. Sin duda, lo que dijo es una estupidez, pero la relación entre sus palabras y las reacciones suscitadas no guarda demasiada proporcionalidad. Primero de todo, Hunt no decía que haya que echar a las mujeres de los laboratorios, sino que cada sexo trabaje en laboratorios separados. Machista sería afirmar que hay que separar a las mujeres de los microscopios para que se consagren a la fregona, digo yo. Pero da igual, cualquier cosa que se diga que sea mínimamente sospechosa de machismo te conduce de cabeza a la pira mediática, con consecuencias académicas y laborales.
En cambio, esas consecuencias no se ven por ninguna parte cuando se trata de las vacunas. Se ve que ha adquirido un pedigrí progresista negarse a vacunas a los niños, con figuras tan estrambóticas al frente como la monja Forcades, que insisten en las bondades de estas posturas irresponsables que atentan contra la salud pública. Se asocia la ciencia (laboratorios, multinacionales, etc) a la derecha politíca, de ahí el dogma simplista propio de mentes impulsivas y limitadas. La consecuencia de todo ello es que a la hora de tomar decisiones políticas se tiende a dejar de lado los datos que nos aporta el trabajo cientifíco. Es como si perjudicara las supuestas certezas de la ideología, pero no lo veía así la izquierda de otras épocas, que adaptaba la ciencia a su discurso. Como dije en mi libro Disecciones, les sucede lo mismo que al joven Unamuno: “fui uno de aquellos que deseaba salvar la humanidad sin conocer al hombre”.

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