(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Tradicionalmente
ha sido la derecha, sobre todo la más religiosa, la que se ha
mostrado reacia al progreso y la ciencia. Pero llevamos ya una buena
temporada viendo como una parte de la izquierda, la 'podemita' new
age, se está poniendo las pilas en este sentido para disputarle a su
rival ideológico el liderazgo en estos escabrosos asuntos. Ahora lo
progresista son otras cosas, en una línea paradójicamente retro que
convierte en vanguardia lo que en algunos casos no son más que
chifladuras del Neolítico. Lean Una izquierda darwiniana de
Peter Singer, por favor.
La
semana pasada, el bioquímico premio Nobel Tim Hunt se vio obligado a
dimitir de la University College de Londres. Sin duda, lo que dijo es
una estupidez, pero la relación entre sus palabras y las reacciones
suscitadas no guarda demasiada proporcionalidad. Primero de todo,
Hunt no decía que haya que echar a las mujeres de los laboratorios,
sino que cada sexo trabaje en laboratorios separados. Machista sería
afirmar que hay que separar a las mujeres de los microscopios para
que se consagren a la fregona, digo yo. Pero da igual, cualquier cosa
que se diga que sea mínimamente sospechosa de machismo te conduce de
cabeza a la pira mediática, con consecuencias académicas y
laborales.
En
cambio, esas consecuencias no se ven por ninguna parte cuando se
trata de las vacunas. Se ve que ha adquirido un pedigrí progresista
negarse a vacunas a los niños, con figuras tan estrambóticas al
frente como la monja Forcades, que insisten en las bondades de estas
posturas irresponsables que atentan contra la salud pública. Se
asocia la ciencia (laboratorios, multinacionales, etc) a la derecha
politíca, de ahí el dogma simplista propio de mentes impulsivas y
limitadas. La consecuencia de todo ello es que a la hora de tomar
decisiones políticas se tiende a dejar de lado los datos que nos
aporta el trabajo cientifíco. Es como si perjudicara las supuestas
certezas de la ideología, pero no lo veía así la izquierda de
otras épocas, que adaptaba la ciencia a su discurso. Como dije en mi
libro Disecciones, les sucede lo mismo que al joven Unamuno:
“fui uno de aquellos que deseaba salvar la humanidad sin conocer
al hombre”.
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