lunes, 22 de junio de 2015

ARDERÉIS COMO EN EL 36


 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

En ningún caso se le podrá reprochar a Manuela Carmena que no sea consecuente. Aunque su coherencia se determine mediante la incoherencia. Quiero decir que si su modelo era Tierno Galván (“las promesas electorales están para no cumplirse”), afirmar al poco de ser alcaldesa que no piensa aplicar el programa con el que se presentó Ahora Madrid tiene mucho de fidelidad a su referencia en lo político. Carmena cumple, aunque su cumplir implique incumplir.
De todo el festival interminable de sainetes que nos han procurado los chicos de Carmena, me interesa más el protagonizado por Rita Maestre. Por dos motivos. En un sentido, no tiene lógica que en un país laico existan capillas católicas (o de cualquier otro credo) en las universidades públicas. Tampoco que se juzgue a alguien por “ofender los sentimientos religiosos”, aunque en este caso concurran elementos más objetivos, como es el asalto físico y no una simple crítica al estilo Charlie Hebdo.
Ahora bien, y aquí viene el segundo motivo, que esta realidad carezca de legitimidad no implica que debamos aplaudir automáticamente el asalto de Maestre a la capilla de la Complutense. Porque se trata de un acto violento que pretende intimidar a los que lo padecen, sean feligreses o público de un espectáculo erótico, al caso es lo mismo. Y peor aún son los lemas que coreaban las asaltantes. No lo digo por algunas de la habituales chorradas (pre)podemitas como “poder clitoriano”, sino por dos apelaciones directas al odio: “Vamos a quemar la Conferencia Episcopal” y “Arderéis como en el 36”.
En España somos especialistas en defender causas a la manera de lo que queremos combatir. El laicismo, por ejemplo, es una base indispensable de las sociedades democráticas, pero aquí algunos tienen instalado en su cerebro reptiliano que el laicismo no es otra cosa que ir a saco a por los creyentes. El laicismo puede y debe ser defendido con medidas razonables, ya que es precisamente la razón su esencia mas característica, pero performances histéricas y lemas guerracivilistas nos alejan de lo que en teoría queremos defender. Nos sitúa así en un plano irreductiblemente maniqueo en el que no caben más que amigos y enemigos. Y al final de la trinchera sólo puede quedar uno.

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