(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
El
dictamen de la ciudadanía ha caído con estrépito y cierta
sorpresa, aunque ya se intuyeran una serie de tendencias. Los que
anunciaban descenso, se han derrumbado a lo bestia, mientras que los
que intuían subida, se han proyectado con más fuerza de la
esperada. Al final todo queda en un jarrón bastante triturado que
será muy complicado recomponer en un programa de gobierno que
conduzca a Baleares hasta 2019. Es tan enrevesado el panorama que tal
vez el mismísimo Señor Lobo de Pulp Fiction,
especialista en desfacer entuertos, renunciaría a la tarea de
preparar una opción concreta y efectiva. Las posibilidades son
numerosas: desde un gobierno en minoría de un PP sin Bauzá, a un
pacto PSIB-MÉS, otro que aglutinara a las tres fuerzas de izquierda
que por primera vez tiene la mayoría en Baleares (aunque Podemos
presume de eso cuando hace dos días decía que eran transversales) y
tal vez otra variante que puebla las pesadillas de Armengol. Me
refiero a lo que se comentó la semana pasada por parte de los
interesados: un pacto de Podemos con MÉS que forzara al PSIB a
apoyarlos (los socialistas en este sentido son fáciles de chantajear
ideológicamente porque si algo le sobran son complejos). Recordemos
que esa opción a Armengol no le parece bien, porque lo lógico sería
que gobernara la lista más votada, o sea, la suya. Pero la más
votada de los perdedores, claro.
Aunque
evidentemente el PP es la principal víctima expiatoria de las
elecciones, el
PSIB se encuentra en una tesitura complicada, en parte provocada por
un prolongado
desajuste
ideológico que le ha llevado a prescindir de sus mejores espadas
(Ramón Aguiló) para entregarse a unas lideresas (Armengol y
Silvia
Cano)
que no sintonizan con lo que se supone que es el ideario del partido.
Este
domingo
ha
perdido 22.000 votos en una trayectoria de
progresivo descenso.
Si
Armengol está más cerca de MÉS
o ERC y Cano de IU o Podemos, el hecho de ser hijas de históricos
del partido, en Inca y Calvià respectivamente, las ha aupado a la
poltrona desdibujando
de alguna manera la conexión de ideas con sus votantes históricos.
Circunstancia
multiplicada por la
progresiva catalanización de
la formación,
que lo ha ido
separando de los peninsulares
castellanoparlantes que en otros tiempos constituían el vivero de
sus apoyos en las urnas.
Volviendo
a esta nueva variante de 'pacto de perdedores' (en
Baleares seguimos innovando),
Armengol
puede ser víctima de la lógica perversa que ha permitido durante
años a su partido gobernar
sin
ganar
en ninguna parte.
Si
ser la lista
más votada no es decisivo, tampoco lo es ahora
ser
el más votado de los perseguidores. Ya
no está
de moda que gobierne el segundo, ahora le toca al tercero. O
al cuarto. A
esta velocidad demente,
al final resultará
que sacar
votos es penalizable
y pasarán a gobernar los partidos del fondo de la tabla. ¡Los
últimos
serán
los primeros! Pero
no es el único que podría salir trasquilado de esa norma
ventajista, porque el
mismo Jarabo
se habría quedado sin liderar a Podemos si sus
tres contendientes hubieran juntado fuerzas, porque entre todos
sumaban un apoyo muy superior (61 %) al de su lista (35'8). Pero la
política
española es el reino de los tuertos, aquí todo el mundo se
posiciona no en base a principios que valen para ti y para mí
sino a
partir de
intereses y conveniencias. La
corrupción
del otro es mala, la nuestra siempre tiene excusas; si
gano, gobierno, pero
no si
gana el otro, etc.
Es decir, la negación
del ideal
moderno de ciudadanía.
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