(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Somos seres empeñados en desperdiciar un gran
potencial. Pensamos mal, articulamos determinaciones que pretenden
menos acercarse a la verdad que afianzar nuestros prejuicios. Con
Fernández Mallo hablé
el jueves de las inducciones erróneas, de cómo construimos tesis
generales a partir de pequeños elementos aislados, en absoluto
representativos. Mallo odia los bares, no los pisa nunca, salvo en
alguna mínima ocasión en la que se ve en uno con un amigo;
cualquiera al verlo en esa circunstancia podría pensar “Mallo vive
en los bares”, pero se equivocaría. No saldríamos en esos casos
del cómodo pero falseador distrito de la doxa, término griego que
significa opinión, y que caracterizaba a los sofistas, enfrentados a
los filósofos de la Grecia clásica que manejaban un rigor
(episteme) mucho más sustancial a la hora de analizar los problemas.
Llevo un tiempo con ganas de escribir sobre la
relegación de la filosofía en la nueva ley educativa, pero hasta
ahora me frenaba el miedo a caer en vicios corporativistas, al ser
doctor en la materia y profesor (en paro). Pero, una vez consumada la
aprobación de la ley, creo que es el momento de reivindicar el
estudio de la filosofía en lo que tiene de saber que pone en duda
todos los dogmas (no destruyéndolos, sino relativizándolos) y que,
por tanto, se opone a los discursos ideológicos o religiosos que
pretenden dar una respuesta terminante a toda pregunta. La filosofía,
en su sentido ideal, sería aquel proceder que se preciaría de
mantener, gracias al espíritu crítico, la pregunta siempre abierta,
los interrogantes en tensión. Y no por un rechazo de llegar a
conclusiones, sino porque se entiende que la verdad es algo tan
profundo que no puede reducirse a obsesiones reduccionistas
travestidas de dogmas absolutos.
Enseñar ese modo de pensar va a quedar en suspenso en
nuestro país, gracias a la LOMCE, que relega la filosofía a una
posición residual, antesala de su desaparición definitiva en una
época que sólo diviniza los saberes prácticos, no aquello que crea
un poso y estructura desde la raíz. Esta iniciativa va de la mano de
otros ataques contra la cultura que está realizando este gobierno, y
no sé si tiene un sentido planificado, pero a veces el PP se
esfuerza en parecerse al estereotipo que promueven sus principales
adversarios. Se podrá decir que la filosofía que se enseña en las
aulas no alcanza su ideal, porque muchas veces es puesta al servicio
de su Némesis, el adoctrinamiento y el blindaje de certezas, pero
eliminarla por eso implicaría que tendríamos que acabar con la
humanidad entera, porque no es capaz de elevarse al sentido puro de
su esencia.
2 comentarios:
Creo que la filosofía debería ser una asignatura tan ordinaria como la lengua o las matemáticas, pero ademas desde una edad temprana. Debería estar presente de forma inherente en nuestra enseñanza. Lo que es evidente es que a nuestra casta política tampoco les interesa que la plebe se haga demasiadas preguntas, el rebaño es más manejable.
¡En fin! mientras andemos cambiando nuestro modelo educativo cada vez que cambia el signo político de las nalgas que se apoltronan en el sillón del adoctrinamiento, no llegaremos a ningún sitio.
También parece que el nivel del profesorado esta menguando y parece que esto no alarma a nadie. Pero ese sería ya otro problema…
Y en esas andamos...
Gracias por tu comentario, Nano. Te tomo la palabra en tu última reflexión (la primera ya se ve que la suscribo en mi texto): el nivel del profesorado es bajísimo. Y eso es algo que no suele tocarse desde ciertas posiciones (sindicatos y demás), cuando es uno de los elementos que más nos aleja del tan aclamado 'modelo Finlandia'.
saludos
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