(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Tras el inicio de la Crisis, las distintas burbujas
superpuestas a la principal, la de la construcción, han ido
explotando y perdiendo el aire artificial que guardaban en su
interior. Sin embargo, una de ellas sigue resistiéndose (junto a la
de la partitocracia): el fútbol. En todo el mundo, y en España en
especial, el fútbol es más que un deporte, pues ha alcanzado ese
terreno sacrosanto e inatacable de lo religioso. No sólo entretiene,
sino que dirige las ambiciones y deseos de una gran parte de la
nuestra población, más preocupada por la clasificación de La Liga
que por los datos macro o microeconómicos de nuestra enferma
sociedad. El fútbol ha vivido en una evidente burbuja fiscal, pero
también ha sido nuestro opio adormecedor, sobre todo desde que las
selecciones ganan títulos, premio de consolación para las
alienaciones habituales de nuestro día a día. Para colmo, la Crisis
no sólo no ha hecho retroceder este fenómeno, sino que lo ha
ampliado, pues ha servido como válvula de escape a los problemas más
cercanos a la ciudadanía.
Hace una semana, la Unión Europea avisó a nuestro país
de serias deficiencias en nuestro fútbol, con respecto a la
infracción de normativas comunitarias. Se centran en cuatro clubs
que no se convirtieron en su día en Sociedades Anónimas (Madrid,
Barça, Bilbao y Osasuna), y otros dos (Elche y Hércules) a los que
ha ayudado descaradamente el gobierno de la Comunidad valenciana. El
Madrid se enfrenta a un expediente relacionado con operaciones
urbanísticas facilitadas por el ayuntamiento de la capital (1998),
que permitió enriquecerse al club blanco (gracias a unos terrenos
cedidos por 421 mil euros, y luego vendidos por 22'7). El Bilbao se
encuentra en una situación parecida, a cuenta del nuevo San Mamés.
Pero es que el problema va más lejos, alcanzando a toda
la primera división, que en bloque adeuda cantidades muy elevadas a
Hacienda, además de retrasos importantes en las cotizaciones de la
Seguridad Social. No hace falta recordar que en otros ámbitos, las
empresas que incurren en estas anomalías son rápidamente
sancionadas o incluso intervenidas. El fútbol, en cambio, se mueve
en base a otras reglas. Lo que encontraríamos si de verdad se
hiciera una inspección a fondo en este mundillo... Los políticos
miman este deporte (ven en el hincha fanatizado el modelo de su
votante ideal), y además aquello que es capaz de hacer la masa por
el fútbol no lo realiza por la democracia o la libertad. El fútbol
es la coartada de nuestros días, el velo que encubre toda la mugre
posible bajo la promesa de un golito que nos anime el miserable día.
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