Arcadi Espada recordó el pasado 17 de febrero en las páginas de El Mundo que el tabú del suicidio sigue muy presente en la prensa española. 3.381 son las personas que se suicidaron en un año en España (un millón en todo el mundo cada año), lo que implica más muertos que en las carreteras, en las alcobas, por terrorismo, todo junto. Pero, a diferencia de estos últimos casos, los focos de la prensa no atienden a los suicidas. El motivo: la capacidad contagiosa que el suicidio se dice que posee. Arcadi ya se refirió a esta curiosa situación en Diarios (Alianza, 2002), incidiendo en sus aspectos más llamativos, que en esta ocasión ha ampliado ligeramente.
La naturaleza humana es mimética, mucho más que cualquier otra especie animal; de esta manera aprende y desarrolla sus capacidades, se socializa. En el amor, en el trabajo, se podría decir que toda conducta humana tiene un componente mimético, que la influencia del prójimo es decisiva en nuestros actos y decisiones. Pero eso sucede con todo, no sólo con el suicidio, porque es absurdo otorgarle a este hecho unas capacidades contagiosas más peligrosas que las de otro tipo de violencia, esa que atiborra los medios de comunicación, ejercida brutalmente sobre segundas y terceras personas. Y, por este lado, las noticias de asesinatos no sólo no están prohibidas sino que se ofrecen con lujo obsceno de detalles, lo que evidencia que tenemos fascinación por la violencia hacia el otro (estas noticias estimulan nuestro inextirpable pathos de dominio y agresión), por las estrategias de poder. Pero la violencia ejercida contra uno mismo nos perturba, no vemos victoria alguna en ello. Más grotesco todavía es que los pocos casos de suicidio que sí ofrecen los medios correspondan a personas con influencia social, es decir, ese tipo de gente cuyos actos son seguidos por el público, siendo por ello más susceptibles de imitación. Por no hablar del caso de los terroristas-suicidas.
Entonces, ¿qué problema hay con el suicidio? Arcadi afirma que todo este tabú nace con las primarias tesis de dos autores a los que la historia ya ha olvidado: Paul Moreau de Tours (1875) y Paul Aubry (1896), que se han aceptado de forma acrítica y yo diría que supersticiosa. Pero el problema, a mi juicio, se entiende mejor si dejamos de lado las absurdas tesis de los prohibicionistas y nos centramos en el suicidio en sí mismo, como fenómeno, en la negativa consideración que siempre ha tenido en la religión cristiana (también en la islámica), y en que esa visión negativa ha sido asumida por el occidente supuestamente laico. Podemos tolerar la exhibición de noticias de violencia despiadada y múltiple (asesinatos de niños, violaciones, secuestros, etc.), pero ante el suicidio surge el pánico, se abre el abismo, todo se encuentra en peligro. Hay que protegerse. En un crimen puede haber creencia (mejor dicho: casi siempre la hay), fe en algo, cierta fidelidad al mundo, una ideología detrás que lo justifique. Pero en el suicidio no hay nada de eso, sólo el puro nihilismo, la falta de anclaje, la pura desaparición, la nada. Del suicidio nos perturba más la falta de sentido que puede llevar implicado que la muerte misma, y es que en las sociedades humanas el sentido (la necesidad del mismo) siempre ha estado por encima de la muerte. La esencia de todo sentido consiste en superar el trauma de la muerte y no hay muerte que ponga más en duda todo sentido que la del suicida.
Por la película La vida de los otros me he enterado estos días que la RDA prohibió en 1977 no sólo informar en la prensa de los suicidios sino también hacer públicas las cifras anuales. En ese proyecto de vida totalizada (y totalitaria), que el suicidio existiera, y además a niveles tan elevados, podría tener un efecto descorazonador en los habitantes. En una dictadura el suicidio no es algo exclusivamente individual porque no existen los individuos, sólo la comunidad, y es ella la que se siente agredida cuando uno de sus miembros decide matarse sin su consentimiento. Un suicidio en la RDA ponía en cuestión el propio sistema, la verdad de las tesis que lo sustentaban todo. Pero la censura que existe sobre este tema en las democracias no se entiende más que si consideramos que los responsables de dicha censura piensan de la misma manera colectivista y paternalista que los dirigentes de Honecker. No hay individuos, sólo un sistema y hay que creer en él.
12 comentarios:
Hombre, los estoicos lo tenían claro, que la puerta estaba abierta, y de religiones de éstas curiosas el jainismo acepta el suicidio por inanición.
Durheim decía que el suicidio funcionaba como una enfermedad, y por eso a día de hoy cuando se suicida un adolescente en un instituto hay que tener mucho cuidado y tratar a todo el centro, porque o si no otros pueden ir detrás por imitación.Una vez roto el tabú, se abre la espita.
El caso más extraño fue tratado por el mismo Durkheim, la Atena de Pericles en la que muchas jovencitas empezaron a suicidarse una detrás de otra. Como el tito Pericles debía tener una fina percepción psicológica de lo femenino (y siendo griego eso tenía su mérito), empezó a exponer los cuerpos desnudos de las que se suicidaban a las puertas de la ciudad, y los suicidios se detuvieron.
Hola Supersanti, y gracias por el ejemplo de la Atenas de Pericles, muy revelador. Creo que Arcadi ya hacía hincapié en su último artículo en que una sociedad sólo puede defenderse de un problema encarándolo, no olvidándose de él, y el método de Pericles me parece muy efectivo.
No estoy de acuerdo en lo que dices sobre Durkheim (además, creo recordar que no decía exactamente eso): que el suicidio puede ser objeto de imitación, está claro, pero ya digo en el texto que eso sucede con todo acto, sea suicidio o no, y pero es el caso de los asesinatos y mira como la prensa está fascinada con el crimen. Por tanto sus miramientos con los suicidios me parecen hipócritas y estúpidos. Imagínate que hicieran con los casos de violencia doméstica lo mismo que con el suicidio, no informando para evitar un efecto mimético y multiplicador en la sociedad. Creo que las críticas contra los medios, si recurrieran a esa estrategia, no serían pocas.
saludos
A lo mejor no se les presta tanta atención porque es una cosa de cada uno. Alfin y al cabo cada suicida lo hace por sus motivos. No parece que tenga nada que ver con las estructuras de la sociedad (cada uno tiene sus problemas y los afronta como quiere o puede...). En cambio, en otra clase de violencias (la mal llamada de género, la cosa de las escuelas...) se ha asociado a alguna clase de problemática social que, por serlo, nos interesa a todos en tanto que miembros de la sociedad. En cualquier caso, es verdad, la temática del suicidio no se toca demasiado, incluso cuando roza a la familia real se habla poco de ello (confirmo lo del efecto mimético, he sabido de unos cuantos suicidios en las últimas semanas).
Otra posible explicación puede ser de raíz biológica. Darse muerte a uno mismo va contra el instinto de supervivencia, parece una aberración de las grandes. Por eso es una posibilidad que no queremos ni contemplar.
De acuerdo con usted con lo de que no es la muerte lo que nos aterra (al fin y al cabo, todos vamos a morir), sino el vacío y la nada previas que llevan a darse muerte a uno mismo. Algunas veces intento ponerme en la mente de un suicida, y no logro comprender lo que se tiene que sentir y pasasr para tomar esa decisión. Es aterrador asomarse a según que realidades.
Para terminar, me parece muy interesante la reflexión final sobre que no hay individuos, sino sólo un sistema que hemos aceptar acríticamente (tanto da que sea comunista, fascista, o democrático), y que el gran delito es el salirse de él. La diferencia está en el margen de movimiento interior que permite cada uno de los sistemas (llámalo movimiento, llámalo libertad).
Pez, varios matices:
- no creo que puedan ponerse en el mismo saco un sistema democrático con otro dictatorial: aunque todo sistema tiene la tentación de someter al individuo, en los democráticos, aunque no se consiga una libertad absoluta (cosa que es un imposible ontológico), sí que hay un margen, mayor o menor, de disidencia. Y eso es importante. Por tanto, mejor no nivelar a todos los sistemas por igual.
- no creo que el suicidio sea un problema menor que el de los asesinatos de mujeres a manos de sus maridos. Otra cosa es la subjetiva percepción social, pero el número de muertes es apabullante en favor de los suicidios, lo que lo debería convertir en el caso más grave e importante. Pero las 'causas' sólo funcionan cuando hay ideología de por medio, y tanto con la violencia doméstica como con el terrorismo nos mueven más las creencias que los hechos, por eso hay más movimiento en estos ámbitos.
- decía Camus que un suicida es algo así como un creyente, porque siempre se mata uno por algo, no por la nada. Es decir, más concretamente, es por la no obtención de ese algo que deseamos lo que nos hace suicidarnos, teóricamente. Por tanto, dudo que lo que afecta a los suicidas sea la nada, pero ésta sí afecta a los que lo vemos desde fuera, porque en el suicidio como hecho (independientemente de las motivaciones del suicida) vemos el abismo del sinsentido, un absurdo aparente que diezma nuestra pulsión vital. En un asesinato podemos posicionarnos de parte de la víctima o del verdugo, pero en el suicidio eso no es posible, porque la estructura de oposiciones se disuelve, el suicida se mueve en la pura escisión, en lo indeterminado, de ahí la ambigüedad e incomodidad que nos embarga en estos casos.
shalom!
Siento,
El vacío de la nada,
La nada como ausencia,
La ausencia de esencia.
Siento,
La negrura de la oscuridad,
La oscuridad como noche,
La noche de la eternidad.
Siento,
El halo de la tristeza,
La tristeza como pena,
La pena de no poder más.
Siento,
Lo efímero de un suspiro,
El suspiro como agonía,
La agonía de este vivir.
Siento,
El fracaso de la vida,
La vida como muerte,
La muerte como un fin.
Siento,
El ahogo de la angustia,
La angustia como una losa,
La losa del "descanse en paz".
S. C. P.
Anónimo**
Gracias por el poema, Anónimo. Ahí va otro:
"No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte eso, tengo en mí todos los sueños del mundo".
Sobre lo que usted me matiza, Horrach:
-No pretendí igualar todos los sistemas, sólo poner de manifiesto como en el trasfondo todos funcionan con la misma dinámica. Lo que ocurre es que, ya lo dije, los democráticos permiten un mayor
margen de movimientos (y claro, esos movimientos incluyen el centrífugo).
-Tampoco quise decir que el suicidio fuera un problema menor. Lo que quería decir es que la percepción es esa. Como apenas se habla, pues no parece que sea nada grave. Es lo mismo que ocurre con la violencia de género, pero a la inversa. Si ésta se ve sobrepotenciada por el trato que los medios hacen de ella, aquél se ve infravalorado por lo mismo.
-Le acepto eso que dice sobre Camus y la nada.
Hola Pez.
Sobre los sistemas: lo que funciona igual en todos es la dimensión humana, ya sea individual o grupal, pues casi todo el mundo pretende exclusivamente su beneficio. Pero las instituciones, cuando funcionan bien, son la diferencia, son lo que permite evitar que caigamos en la pura dimensión demens.
saludos
..."Nunca encontramos las piezas para hacerlas encajar"...
Me ha encantado.
Concuerdo plenamente.
Buscando por la estadistica de suicidios en la RDA me he encontrado con su blog. Solo una cosa, una película no es ningún hecho científicamente demostrable, y mucho menos una en la que la RDA sale tan mal parada y tan mal analizada.
Con esto no defiendo a la Stasi, solamente que esta película no es el colmo de la objetividad, mas bien lo contrario. Como dato curioso, podría buscar los datos del INE (Instituto nacional de estadística, España), en lo relativo a suicidios en el año actual.
Anónimo, no me ha entendido usted: digo que me enteré a cuenta de la película, no por algo que se diga en ella. Cuando esta película se estrenó, leí una entrevista con la responsable de los archivos de la Stasi, y era ella la que aportaba ese dato.
saludos cordiales
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