viernes, 16 de marzo de 2007

EL PROCEDER GENÉTICO


Felipe Martínez Marzoa distingue en sus obras De Kant a Hölderlin y Hölderlin y la lógica hegeliana entre dos tipos distintos de procederes filosóficos, dos sentidos de la interrogación filosófica: el genético y el epagógico.

Por un lado, el proceder genético se caracteriza por construir su discurso a partir de un punto de partida, la génesis, que funciona como fundamento de todo el sistema, dirigiendo la investigación de manera finalista, hacia un punto final determinado. Esta “proceso genético-deductivo-constructivo” es el proceder habitual que se ha dado en la historia de la filosofía, el asumido por defecto por la mayoría de pensadores. Se buscaría un tipo de filosofía ‘productiva’, ya que lo importante (lo que motiva la necesidad de la génesis) radicaría en llegar a resultados en principio demostrados y fuera de todo cuestionamiento. La pretensión consistiría en que las determinaciones creadas por la génesis alcanzaran una dimensión de validez universal.

Por otro lado se encuentra el proceder epagógico (1), también llamado ‘fenomenológico’, que consiste en un encaminarse partiendo de lo que ‘ya es’ (el Faktum kantiano, el ‘siempre ya’ estamos en algo, hay siempre algo) en dirección a las condiciones mismas de la posibilidad, quedando fuera la posibilidad de partir de un fundamento absoluto. El sentido de esta interrogación filosófica sería el de ‘encontrar’, no de generar nada, pues no se trataría de un deducir o de un construir algo absoluto y definitivo, sino de un presentar lo a priori en la misma esencia de su aprioridad, es decir, de las condiciones de posibilidad. En este caso, los resultados serían una cuestión secundaria, ya que no se pretende defender un discurso concreto ni conseguir una definición clausurada de verdad.

Si por una parte el proceder epagógico trata de mantener en su irreductibilidad la figura de la dualidad (en sus versiones de sujeto/objeto o en la kantiana entendimiento/sensibilidad), el proceder genético intenta suprimir la misma mediante el privilegio de uno de sus dos elementos, que pasaría a ocupar la posición central y genética del sistema, sometiendo jerárquicamente a su opuesto. La dualidad, por tanto, desaparecería como tal para convertirse en un sistema genético de opuestos asimétricos.

Este último proceder sería el que determinados filósofos han adoptado como proyecto de su pensar (Heidegger, Kant), aunque algunos de ellos puedan llegar a recaer en el primero, que es el mayoritario, pues la tendencia (más bien la tentación) a la génesis es difícil de resistir; hay en ella algo que pertenece a la esencia del hombre, y ese algo podría ser la pretensión de escamotear al Ser bajo el velo de lo ente, el intento de suturar la escisión originaria (que crearía las dualidades), no sólo en el plano filosófico, sino también en el religioso, el moral, etc. Mediante este proceder las huellas de la escisión son ocultadas y reconvertidas en el fundamento de todo sistema cultural.

(1) Epagogé es un término utilizado por Aristóteles y que suele traducirse por ‘inducción’, aunque Marzoa le da una connotación de búsqueda ontológica.

(2) Causa común en los sistemas nihilistas (Nietzsche), en los metafísicos (Heidegger) o en los sacrificiales o expiatorios (René Girard).

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