Los
controladores aéreos siguen con ganas de hacer amigos. Después de
secuestrar el tráfico del aire en el puente de diciembre en 2010,
ahora amenazan veladamente con cometer algún error fastidioso si su
impresionable salud es alterada por la “interferencia” del juicio
que se les viene encima. Christopher Lasch profetizó la rebelión de
las élites, aunque más bien podríamos hablar de gremios que, en
base a su condición estructural, tienden a chantajear al país.
En
la crisis bancaria también padecimos esta estrategia: si caemos,
vosotros vendréis detrás. De ahí que, merced a este incentivo
perverso, muchos bancos hayan jugado en el mercado de forma
temeraria, sabiendo que difícilmente iban a pagar las consecuencias.
Sa Nostra, sin ir más lejos. Luego está el caso de los estibadores,
otra cofradía de entrada restringida que juega con las claves de la
coacción sistémica para apuntalar sus prebendas.
Pero,
si esto cabrea, siempre nos quedan salidas cómicas que evacúen en
alguna medida la mala leche. Entonces acude puntual para
regocijarnos, con su fecundo y poliédrico humor, el séptimo de
caballería del inefable Cariatides Comedy Club, que algunos
incomprensiblemente se empeñan en llamar Parlament balear. Su
ocurrencia de los toros. ¿No parece más apropiado, viendo el nivel
estupefaciente de las intervenciones y propuestas habituales, que el
antidoping se les aplique a sus ínclitas señorías a la entrada de
cada pleno o comisión? Malraux
decía que el siglo XXI sería espiritual, pero creo que más bien se
ha decantado por el dadaísmo, explorando todas las formas posibles
del
delirio.
Con
su estrafalario intento de prohibir los toros reincide el Pacte de
la Conga en su rol de fábrica industrial de filotaurinos. Como
se vio en la corrida de Ponce y Talavante en Palma del pasado verano,
están resucitando con sus modales despóticos a una afición que de
tan aletargada parecía una momia. Tras las “carreteras a la
mallorquina” de la reclusa Munar pasamos ahora a los “toros a la
balear”. Siempre innovando. Les da igual que se contradiga una
sentencia de rango superior, la estatal del Tribunal Constitucional,
que sí permite las corridas de toros en toda la amplitud de su
definición.
Imagino
que, siguiendo el espíritu de esta democracia a la balear que se
pasa por el forro la legalidad nacional (en ocasiones incluso la
europea) que no les gusta, también aplaudirán encantados cuando los
ciudadanos de Baleares opten por incumplir la normativa propia del
Govern, ¿no? Si se populariza la desobediencia, que el café sea
para todos. Pero volvemos de nuevo a la indigencia connatural al
sectario: sus postulados partidistas van contra el derecho porque no
pueden universalizarse. La ley del embudo que sólo aplica lo que le
conviene.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
3 comentarios:
Con lo de los controladores aéreos te equivocas. Habla con tus compañeros de periodico Marisa Recuero, Antonio Rubio o César Urrutia. Parece que ellos investigaron bastante mejor de lo que tu lo has hecho y encontraron resultados sorprendentes sobre el cierre del espacio aéreo. Si eres lo suficientemente listo encontraras su articulos donde vieron lo que realmente sucedió. Saludos.
Hola, querido anónimo
Seguramente seré poco inteligente, pero lo que digo se apoya en el auto del juez Juan Sobrino. Dudo mucho que haya en este asunto una especie de conspiración judeomasónica contra los pobres controladores.
Un saludo
Controladores y estibadores. Aquí, el que puede aprovechar su posición -por privilegiada que sea- acaba haciéndolo, sin pudor ni inhibición alguna.
Por sí solo, el argumento de los controladores despide un tufillo entre amenazador y victimista: si me juzgas, me produces tal ansiedad, que puedo equivocarme, lo que causaría una tragedia áerea...
Así, además de ser un privilegiado y lloriquear a diario, exijo inmunidad. ¿Las castas no consisten en eso?
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