Es
divertido cuando alguien te critica por algo que has dicho y no se da
cuenta de que en su réplica, en forma y contenido, lo que hace es
darte la razón. Lo digo por ciertas reacciones que han provocado mis
comentarios sobre la chica esta del badminton, que no hacen más que
confirmar mi diagnóstico sobre el estado actual del yihadismo
deportivo en España. Mi twitter, mi blog y mis links en El Mundo
suelen ser lugares más tranquilos que Chernobil. Pero estos días han
estado algo frecuentados, dejando más mugre que en Son Banya.
No
me importa que me llamen “chaquetero” por mi experiencia política
porque de ella no saqué (ni quise sacar) medio euro, al contrario,
me costó dinero. Tampoco que me tilden de “panderetero”,
“mentecato”, “fantoche” o incluso “mente atormentada”,
sentencia que me hace especial ilusión, siempre me ha atraído el
loquerío.
Me
importa el tema. Y lo que está sucediendo con el deporte desde que
es religión civil, sobre todo el fútbol, y en consecuencia satura a
todas horas las emisiones de televisión y radio, es preocupante.
Dicen algunos, desde una visión algo darwinista y en ocasiones
teñida de paulocoelhismo, que promueve cosas como el
esfuerzo, la responsabilidad y tal. Pero, ¿y todo lo demás que
despierta? Sobre todo entre los barras bravas oligofrénicos que todo
lo entienden en clave ultradogmática. Ya nos podemos meter con lo
que deseemos. Con Mariano, el Borbón o con Bergoglio. Pero ay de ti
si le tocas un pelo a Valentino. O a Messi. Caerán sobre tu
sacrílega cabeza todas las plagas de Egipto y alguna más de
propina.
Santos
laicos: coartadas para el anatema. Tanto presumir de secularización
y racionalidad, de la muerte nietzscheana de Dios, y lo que ha
sucedido es un simple desplazamiento de los credos, cambiando a Apolo
por Phelps, a Jesús por Nadal y a quién sea (mejor elijan ustedes)
por esta silenciosa, circunspecta y respetuosísima diosa venida
desde Huelva.
Como
decía Samuel Johnson sobre el patriotismo y los canallas, el deporte
se ha convertido en el último refugio de los fundamentalistas sin
religión. De los aburridos y mediocres con ganas de gresca que se
subirían a un Panzer, al menos de boquilla, para invadir Polonia. De
aquellos que no pueden expresar su maniqueísmo y su furia patriotera
tan libremente en otros ámbitos. Lo que no quiere decir que todo el
mundo al que le guste el deporte sea así, faltaría más. Pero una
parte importante sí cae dentro de este preocupante síntoma.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
4 comentarios:
Lo que no entiendo, y no entenderé jamás, son los ataques gratuitos. ¿Qué necesidad tiene usted de meter con calzador a una chica (de la que seguro que usted supo de su existencia hace un par de semanas) en un artículo en el que mezcla patriotismo, burkinis y esvásticas?
Por alguna extraña razón, esta chica le ha entrado usted por el ojo izquierdo y se ha buscado la más mínima excusa para intentar atacarle. Y digo "intentar" porque lo que se ha limitado es repetir palabras de otros ignorantes que no solo no han cogido un volante en su vida, sino que es probable que tampoco hayan tocado un balón.
Si se considera un periodista, investigue, infórmese y después, si sigue manteniendo esa opinión, dedíquele un artículo solo a ella y demuestre que no busca solo el escándalo y la crítica por la crítica hacia un colectivo que (según usted) debe ser muy pequeñito y le compensa ponérselo en contra. Ya le responderemos en consecuencia los que sabemos algo de ese deporte que usted desprecia.
P.D.: Que conste que parece estupendo que usted exponga sus opiniones en su blog personal. Lo que veo raro es que le permitan esa falta de respeto en un periódico serio...
Yo lo que no entiendo es que tanta gente no sepa leer. Que no vea que primero lo que critico es la doblez de nuestros medios. Luego viene la chica, a la que sólo juzgo por su comportamiento (no su juego) en la pista. Del badminton en sí no he dicho ni pío, porque nada sé, pero sí de fair play. Vuelva a la ESO o a la EGB, si es que se escapó de ahí.
Lo que menos entiendo todavía es esa obsesión totalitaria de algunos de ustedes, finos defensores del honor de Carolina Marín, del respeto (el que yo debo mostrar, claro, no el de ella con sus rivales) que lleguen a pedir que El Mundo me censure estos artículos... ¿De qué maloliente gulag han salido ustedes? No tienen nada decente que enseñarme
Se confirma que el deporte levanta pasiones, algunas nobles y otras no tanto... a juzgar por las reacciones que producen sus comentarios sobre C. Marín. En fin, siga escribiendo con libertad. Al fin y al cabo, tanto la escritura como el deporte llevan a enfrentamientos incruentos, lo que ya es un gran avance.
Le felicito, don Johannes. Fundamenta y razona con mucha claridad sus valoraciones de la conducta de Carolina.
Intentaré añadir algo. Una de las disposiciones innatas más fuertes del ser humano nos impulsa a elevar nuestro estatus. Se puede explicar por medio de la selección natural y la preferencia sexual por los individuos de posición más elevada en la jerarquía social. Otra propensión básica nos lleva a pertenecer a un grupo. Ambas fuerzas convergen en la búsqueda de la pertenencia a grupos poderosos. Si resulta que un representante de mi grupo gana una medalla de oro, no permitiré que nadie ose arruinar la descarga de serotonina y dopamina que inundan mi sistema límbico.
Ahora bien, si uno se ha tomado la molestia de ejercitar su corteza prefrontal a fin de evitar su atrofia, se dará cuenta de que somos algo más que un puñado de deseos y ansiedades. Juzgará con ecuanimidad la adecuación de la conducta de la supercompetitiva (he aquí todo su mérito, su varonil defensa de la tribu) zagala a las reglas del juego limpio.
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