(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Tengo escrito en este periódico (15-8-2013) que un
método de coherencia podría verificarse mediante 'contrafácticos
simétricos': cuando nos servimos de un criterio para enjuiciar un
caso, no podemos cambiarlo al toparnos con otro tema de idéntica
naturaleza, con la única diferencia de que varíen sus actores
protagonistas. Es decir, no es lícito cambiar de criterio según
convenga. Mi colega columnista Ramón Aguiló Jr señaló el pasado
viernes, al final de su artículo Implicaciones
lingüísticas, que aquellos que defienden un
estándar balear para IB3 podrían estar incurriendo en alguna
deshonestidad intelectual. Como defensor de este cambio de modelo, me
tomo la licencia de responderle.
Aguiló se refiere a la necesidad de extender al
castellano la defensa de la pluralidad lingüística que se intenta
promover con el catalán. Estamos hablando de radiotelevisiones
autonómicas, y no parece que en Canal Sur usen el mismo castellano
que en Telemadrid. Tampoco es muy diferente, en el sentido de que
unos y otros entienden básicamente las emisiones ajenas. Pero no es
el mismo castellano, por evidentes diferencias fonéticas, léxicas y
sintácticas. Por tanto, un defensor de la inclusión de las
modalidades insulares del catalán en IB3 también puede apoyar
tranquilamente lo que ya sucede: que los medios de cada región se
sirvan de las peculiaridades de su castellano. No podemos hablar aquí
de centralismo alguno.
Como tampoco puede hacerse en la segunda parte de mi
contestación: al margen de lo que pasa con los medios de cada
región, hay un castellano estándar en España. Sí. Como sucede con
cualquier Estado del mundo, no se trata de una peculiaridad española
(tenemos muchas, pero no ésta). Algunos parecen haber olvidado en
este debate que un estándar lingüístico funciona en ámbitos de
unidad política, básicamente un Estado. Lo hace por diversos
motivos, y el administrativo tal vez sea el más acuciante. Por eso
mismo, en España hay un estándar del castellano, pero éste no se
impone a Argentina, por ejemplo, pues allí tienen su estándar
específico. Y no pasa absolutamente nada: desde Madrid nadie les
impone un modelo de lengua, ni en Buenos Aires admiten que ellos
hablen mal. Ni oímos gritos histéricos de “¡secesionismo!”.
Asimismo, en Inglaterra hay un estándar del inglés que, sin
embargo, es distinto del estándar de EEUU o Australia. Aquí nos
encontramos con que Baleares se encuentra al mismo nivel
legal-administrativo que Cataluña; no forman parte ambos de un Estat
Català, caso en el que comprendería que un estándar unificara la
pluralidad lingüística. Pero sin Estado, ¿qué necesidad hay de
imponer en Baleares (más aún, en sus medios públicos de
comunicación, pagados por la ciudadanía balear) un estándar basado
en el dialecto barcelonés?
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