(artículo publicado en El Mundo-El Día de Baleares)
La vida de Mario Conde podría haberla escrito Eurípides
o Sófocles. O si acaso un guionista de la HBO. Su experiencia de
ascensión y caída incluyó los ingredientes indispensables de la
tragedia griega, con especial mención a la hybris,
el castigo de los dioses contra aquellos que confían en no caer
jamás de las alturas celestes. Conde venía de una familia modesta
y, gracias a su talento para el estudio, fue ascendiendo
imparablemente en la escala social, sobre todo desde el momento
preciso en que conoció a Juan Abelló, junto al cual se hizo
millonario vendiendo Antibióticos S.A. a la multinacional
Montedison. Incluso los que en aquella época todavía éramos muy
jóvenes, recordamos los giros del destino que se conjugaron para
poder llegar al timón de Banesto, con la oposición del gobierno de
Felipez González, aliado con el ex-ministro franquista López de
Letona. El gobernador del Banco de España de entonces, Mariano
Rubio, se obsesionó con expulsar del sistema bancario a aquel joven
ambicioso. No pudieron, sino que al final redimensionaron su
importancia como figura pública. Pero sí alcanzaron a su víctima
cuando parecía que ésta iba a aterrizar en el mundo de la política.
La fama de Conde en ese momento era arrolladora, absoluta, y sus
límites parecían incalculables. González le temía como
adversario, pero también Aznar, que no deseaba perder su puesto de
líder (sin carisma) de la derecha. Justo cuando parecía a punto de
alcanzar el poder total, Conde fue destruido completamente: Banesto
intervenido y él condenado a 14 años de prisión. Al salir, su
mujer falleció de un tumor cerebral. El ascenso fue luminoso y la
caída fulminante, como marcan los cánones. Estoy seguro de que el
listo de esta historia fue Abelló, menos expuesto por voluntad
propia a la voracidad de los medios. En cambio, Conde se exhibió
demasiado, alardeando peligrosamente de su carisma. Abelló, más
cauto, salvó los muebles y ahí sigue, en el centro de la
aristocracia del dinero.
Es sorprendente que con las irregularidades enormes que
se han visto estos años en la banca española, prácticamente sólo
Conde acabara en la cárcel. Más si cabe teniendo en cuenta el
periplo bancario de su liquidador, el entonces vicepresidente Narcís
Serra. Porque la gestión de éste en Caixa Catalunya, una de las
peores cajas de ahorros de España (que ya es decir), ha sido
deleznable. Sin embargo, el sistema político-bancario que en 1993
trituró a Conde, ahora salva la gestión nefasta de Serra con una
inyección de 13.500 millones públicos. Serra no acabará en la
cárcel, por supuesto, y a buen seguro seguiremos viéndolo por Deià
cada verano, como si nada hubiera pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario