(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
No todas las semanas se le ocurre a uno un tema sobre el
que pontificar. Por falta de temas a veces, pero sobre todo por
escasa inspiración. Hasta ahora no me había dado cuenta de que mis
artículos, desde que escribo semanalmente en EL MUNDO (8 meses), son
casi todos temáticos, como si me dedicara a escribir acusadoras
microtesis de la actualidad. Creo que sólo en el primero, dedicado a
las mortificaciones caniculares del verano, fui dando saltos de un
tema al otro. Hoy tocan saltos. La semana pasada me paseé por la
Semana del Llibre en Català buscando alguna cosa de Jaume Pomar o
Andreu Vidal. Lo que me sorprendió es no encontrar entre los
apretados stands libros de disidentes: nada de Pericay, nada de
Ferran Toutain (y eso que se publicó hace poco su brillante ensayo
Imitació de l'home),
y muy poco de Pla. Tampoco estaban los
mejores libros que sobre Mossèn Alcover ha escrito Maria Pilar
Perea, la única especialista que no trata de ocultar la faceta menos
reverenciada (por parte del catalanismo) de Alcover, la de apasionado
defensor de las variantes dialectales.
Tal vez sea un apasionado de la disidencia, porque a
pocos se les ocurriría dedicarse a defender a Martin Heidegger de
las acusaciones de nazi, y menos en un acogedor cineforum dedicado a
la Hannah Arendt de
Von Trotta. O más bien, y esa es la verdadera cuestión, de las
incursiones en su depurada prosa filosófica de una ideología
hitleriana. Cuesta hacer entender que una persona pueda ser un
grandísimo cabronazo y sin embargo un genio en una faceta creativa
determinada, sin que los dos ámbitos se toquen. Pero a los filósofos
se les hacen las cuentas con especial celo porque, si es un terreno
común ensuciar la obra de Heidegger de nazismo, pocos consideran que
la pintura de Picasso estuviera afectada por su hijoputez o por su
estalinismo. La pintura, sólo faltaría, siempre ha tenido mejor
prensa que la metafísica, imagino que por el sueldo, tan opuesto,
que se llevan unos y otros. El caso es que los pensadores son los
culpables de todo: Platón y Hegel de los gulags, Kant de los
crímenes de Eichmann, Nietzsche del nazismo y, finalmente, toda la
posmodernidad de los desmadres de nuestra sociedad actual. De hecho,
ningún filósofo es nadie si un texto suyo no ha sido utilizado como
influencia en algún crimen o genocidio. La consagración sigue sus
caminos inescrutables.
Al final de la semana descubro que alguien quiere
matarme. Una mano supuestamente amiga me ofrece una entrada para Los
Miserables. Sin duda, se trata de una conjura
para matarme de aburrimiento. Detesto los musicales.
1 comentario:
Antes de que algún cinéfilo me acuse de plagio, hay que decir que las líneas finales son un homenaje a 'La vida privada de Sherlock Holmes'.
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