Del Vía Crucis veraniego ha emergido como anécdota muy comentada
(trending topic en lenguaje twittero) la desubicación de
Rajoy, que no sabía si estaba en “la isla de Palma” o en
la ciudad de Mallorca. Algunos hablaron de desprecio, pero lo dudo
(ha veraneado aquí muchos años), creo que es pura desorientación.
Aunque no sólo geográfica... Este presidente atontado me resulta
más cercano que en otros aspectos, porque mi estado habitual, a
todos los niveles, es el de profunda desorientación. Desde el mismo
momento del despertar, que para mí siempre es fundante y supone una
odisea de ubicación, porque durante esos iniciales instantes del día
no sé en qué cama he dormido, de qué ciudad, qué hora es, si
necesito levantarme rápido o no. Incluso en ocasiones tampoco tengo
muy claro quién soy. Vivimos tiempos deslocalizados,
desterritorializados, con los ejes fuera de sitio, y en ese sentido
no hay duda de que Rajoy es un hombre de su tiempo.
La desorientación se agrava todavía más en verano, cuando el calor
omnipresente nos reduce a un cúmulo de sudores y flaquezas. Envuelto
en estos vapores mortificantes, me resulta más fácil sumergirme en
esferas extrañas. Cuando sintonizo cricket en internet consigo
mimetizarme tanto con el delicioso ambiente de la Perfecta Albión
que siento estar en el Trent Bridge de Nottingham o en el Lord's de
Londres, junto a Sir Ian Botham y
Geoffrey Boycott. De la lectura también pueden
extraerse atractivas posibilidades desorientadoras. Este agosto he
permanecido más tiempo en Hungría que en Mallorca, concretamente en
el Budapest de finales de 1944, cuando Ángel Sanz Briz
consiguió proteger a más de 2.000 judíos del exterminio nazi. En
una Lisboa onírica y cinematográfica, donde cada instante se
retuerce en la nada, también he estado bastante rato; y en la
Barcelona de 1930, cenando en el Ritz junto a cantidades industriales
de intelectuales. Por no hablar de la península de Yucatán, a
principios del siglo XVI, rodeado de aztecas y mayas, junto a
soldados barbudos que, subidos a sus caballos, parecían dioses
terribles. Pero siempre acabo refugiándome en un fumadero de opio
del Nueva York de 1933, esperando a que vengan a liquidarme tras
haber conducido a la muerte a mis tres únicos amigos.
Incluso cuando la brisa mitiga el calor, sigo viendo
desorientaciones. En el plano político, acompañando a Rajoy:
el PP de Bauzá vive en Madrid (con Cabrera de segunda
residencia), Més se arrodilla en Montserrat y EU no consigue
salir de La Habana. El PSIB es más esotérico: subsiste en el limbo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario