sábado, 5 de abril de 2008

SANS SOLEIL


El miércoles de la semana pasada pude ver, al fin, el Sans soleil del extraño cineasta Chris Marker. En el Centro Cultural de Sa Nostra, auténtica Filmoteca de Baleares, fue presentada con criterio y nivel por el cineasta local Sebastián Planas, un tipo a seguir. De Chris Marker sólo había visto hasta ahora su fascinante cortometraje La jetée, único caso de ficción en su larga y proteica obra (La jetée inspiró el Doce monos de Terry Gillian). Marker, un cineasta escasamente conocido en España, inició su andadura cinematográfica de la mano de Alain Resnais y del movimiento de la ‘Rive Gauche’ (que se dio previamente a la generación del Cahiers du Cinema), lo que ya da una idea de sus métodos y principios creativos. Es un precursor de lo que se ha dado en llamar ‘cine-ensayo’, del que Sans soleil es un ejemplo muy logrado (ejemplos más cercanos los podemos encontrar en el Tren de sombras y En construcción de José Luis Guerín). En esta obra, cuyo título procede de unas piezas de Mussorgsky, se trasciende cualquier tipo de separación estricta entre los géneros cinematográficos. Marker crea un artefacto que nos permite una mediación con el mundo a un nivel profundo e interdisciplinar, que cuesta ver en una sala de cine. El cinematógrafo entendido como una forma de conocimiento, como una herramienta para tratar de ahondar en aquello que está más allá de una comprensión puramente unilateral. Y eso no implica únicamente el mundo o el hombre como realidades exteriores, objetivas, sino como espacios interiores. La cámara de Marker no es unidireccional: enfoca hacia dentro y hacia fuera, y se bifurca en todas direcciones.

Marker dedica gran parte del metraje de esta obra a analizar la idiosincrasia del pueblo japonés, a múltiples niveles, un pueblo al que conoce bien. En su tarea, combina la etnología, el comentario filosófico-político, etc. Aparecen muchos ámbitos geográficos distintos, como el africano (con interesantes reflexiones sobre el desastre de África, que escapan a lo políticamente correcto), el islandés o el San Francisco del Vertigo de Hitchcock. La única conexión entre estos diferentes planos (que son también de índole no sólo geográfica) se da gracias a la voz en off de Florence Delay, la maravillosa Jeanne d'Arc de Robert Bresson, que estructura la narración de todo el metraje. Críticos de manual acusarán al director de muchos defectos, pero en esos pretendidos defectos tal vez resida la riqueza de la obra de Marker.

Como explicó el introductor Planas, se da una interesante conexión entre San soleil y el Tokio Ga de Wim Wenders. Resulta que Wenders visita en este documental el minimalista bar que abrió Marker en Japón y que decoró con imaginería extraída sobre todo de La jetée. El título de este lugar también se corresponde con el del conocido cortometraje.

Podría destacar muchas cosas de Sans soleil. De momento me quedaré con una escena, ese momento que se da en un tren de cercanías lleno de pasajeros. Marker, gracias a un brillante ejercicio de montaje, combina la aparente apacibilidad de los citados pasajeros, gente normal y adormilada, con el inconsciente colectivo japonés representado a través de su cine fantástico o de artes marciales, y que emana del espíritu de los individuos como si de apariciones fantasmales se tratara. La dualidad consciencia/inconsciencia, entendida casi al modo derridiano (es decir, como dos planos que no guardan analogías directas entre ellos, aunque sí vínculos. No hay una correspondencia entre ellos, aunque sí una relación compleja). Para quien no lo conozca, el arte japonés (y, en gran parte, el oriental) suele caracterizarse por un tratamiento muy escabroso de la violencia, llegando hasta unos niveles de truculencia terribles (ejemplo entre muchos: la película Audition, de Takashi Miike). Esto choca con las maneras mucho más educadas que estructuran la vida diaria de los japoneses. Interesante paradoja.

Acabamos, de momento, con una de las reflexiones más lúcidas encontradas en este soberbio trabajo de Marker:

“¿Quién ha dicho que el tiempo cura todas las heridas? Sería mejor decir que el tiempo cura todo menos las heridas. Con el tiempo, el dolor de la separación pierde sus límites reales. Con el tiempo, el cuerpo deseado pronto desaparecerá, y si el cuerpo que desea ha dejado ya de existir para el otro, entonces, lo que queda es una herida… sin cuerpo”.

2 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Johannes A. von Horrach dijo...

Interesante artículo que he pescado en la red sobre 'Sans soleil':

http://www.trendesombras.com/num2/critica_sanssoleil.asp

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