Por ‘nihilismo’ (término que procede del latín nihil, ‘nada’) se suele entender una cierta creencia en la nada, una negación de todo principio y autoridad, moral o religiosa. En consecuencia, resulta algo habitual que se asocie nihilismo a enfermedad, destrucción, mal o caos, al mismo tiempo que ‘nihilista’ sería todo aquel que, no sólo no profesa, sino que también niega, toda creencia o doctrina. Sin embargo, no podemos hablar de un único nihilismo, pues, a pesar de nacer de un fondo común, de un nihilismo originario que es parte de la esencia humana, ha llegado a adoptar a lo largo de la historia figuras muy diversas.
La nada es la figura central del nihilismo, pero muchas veces ha sido malinterpretada, con lo cual se dificulta una correcta comprensión del fenómeno aquí analizado. Por lo general se la ha entendido en referencia a lo ente, más concretamente a la ausencia de entes o cosas, pero esta negatividad siempre hace referencia a un algo, aunque sea negando la existencia de ese algo. Por ejemplo: cuando se dice ‘A no existe’ ya se refiere uno a que A es algo, que si supuestamente no existe, sí que es pensable, determinable; pero la nada no puede ser una cosa, aunque esa cosa se niegue. Esta comprensión negativa y defectuosa de la nada implica que se asocie siempre al nihilismo con la enfermedad y la muerte, en suma, con la pérdida de algo que nos es arrebatado; el nihilismo significaría así el fin de un estado de supuesta salud y normalidad. Pero el verdadero sentido de la nada hay que buscarlo en otra dimensión, en la ausencia de fundamento de los valores humanos. Es dicha ausencia, con el sinsentido que provoca, la que determina el surgimiento de la angustia, aquello mediante lo cual la nada se nos revela en su condición esencial de otredad, instalándonos así en el puro desarraigo. La angustia desvela el abismo de la nada, que para nosotros llega a ser algo peor que la propia muerte. Precisamente todo sistema de creencias tiene como fin superar el trauma de la muerte [1], pero la nada llega a suponer un problema más difícil de salvar. Ejemplos actuales de esta cuestión los tenemos en el terrorista islámico, que teme con mayor intensidad el desarraigo que implica la falta de identidad y de sentido que su propia muerte. En el interior de estos sistemas de sentido clausurado el mal no se percibe de forma tan amenazadora como la confusión, la mezcla, la disolución de las diferencias y de las jerarquías.
En su famoso diccionario, José Ferrater Mora [2] se refiere principalmente a tres tipos de nihilismos: el moral (no existirían principios morales válidos), el epistemológico (sólo podemos conocer fenómenos, al no haber una realidad sustancial) y el metafísico (que significaría la pura negación de la realidad); todos son considerados de forma negativa. Me llama la atención que olvide Ferrater las aportaciones más interesantes a este tema, como son las de Nietzsche y Heidegger, pero más curioso todavía (por equivocado) es que otorgue a Sir William Hamilton (1788-1856) la condición de ser el primer pensador en servirse del término ‘nihilismo’, cuando en realidad fue Friedrich Heinrich Jacobi (1743-1819) el primer filósofo que utilizó esta noción con un fuerte contenido significativo [3], y lo hizo además en el apasionante contexto de la Alemania de finales del siglo XVIII, en plena efervescencia del Idealismo absoluto. Precisamente el momento de aparición del término fue una carta que Jacobi envió a Fichte en marzo de 1799 (en el contexto de la problemática idealista), y en ella esta palabra ya ostenta una clara connotación crítica, dirigida contra el proyecto filosófico kantiano, cuyos ideales ilustrados Jacobi considera perturbadores y disolventes. La función de la filosofía, el poner en duda (o entre paréntesis) las verdades dadas, en suma, el puro ejercicio de la crítica, no sería algo deseable ni defendible para la perspectiva tradicional y cristiana esgrimida por Jacobi. En el fondo, y a pesar de que con ‘nihilismo’ se refería también al idealismo, el proyecto de Jacobi no es muy diferente al de los mismos idealistas, pues ambos tratan de salvar más o menos lo mismo que ciertas especulaciones de Kant ponen en peligro: lo absoluto indeterminado [4]. Si lo absoluto no es más que una nada, en el sentido de que no puede ser una ‘presencia’, un darse empírico o reflexivo, entonces todo está en peligro. Para Jacobi, la única salvación frente al nihilismo es la creencia, el retorno a un tipo de conocimiento puramente trascendente, que sitúe a Dios como garantía absoluta de validez: “el hombre se pierde a sí mismo tan pronto se quiere fundamentar exclusivamente en sí mismo. Todo se pierde entonces poco a poco en la nada” [5].
Mucho se ha escrito sobre el papel de Friedrich Nietzsche (1844-1900) en la eclosión del nihilismo como tema en el pensamiento europeo, de modo que sólo apuntaré algún breve aspecto. Por ejemplo: que su célebre dictamen de la ‘muerte de Dios’ no es tanto un acto de afirmación en el ateísmo como la revelación de que toda verdad absoluta (que pretende ser única y total) no es más que una interpretación que coexiste entre muchas otras. De la misma manera la ‘huida de los dioses’ de Hölderlin también significa que no hay fundamento que sea garantía absoluta de verdad. Todo discurso se generaría, según Nietzsche, mediante categorías ‘nihilistas’, como son las de unidad, finalidad y verdad. Aunque en el fondo estas categorías no serían nihilistas en sí mismas, pues en cierta medida son inevitables para que exista el conocimiento, sino únicamente cuando se pretenden imponer con vocación de absoluto, intentando trascender el ámbito formal al que deberían limitarse en busca de un sentido ontológico. De esta manera, el nihilismo nietzscheano no sería más que un tener fe en estas categorías.
Sin embargo, fue Martin Heidegger (1889-1976) quien más y mejor profundizó en la esencia del nihilismo, concretamente en su texto La determinación del nihilismo según la historia del ser [6], donde distingue decisivamente entre dos clases de nihilismo:
- el nihilismo impropio: que es el comúnmente aceptado, al que se le adjudican connotaciones destructivas y degradantes, y cuya esencia es cosa del hombre. Para esta interpretación el nihilismo pertenece al dominio de lo destructivo, que implica entre otras cosas un no preguntar por la esencia del propio nihilismo.
- el nihilismo propio: que es el que Heidegger, con la ayuda de Nietzsche y Jünger, define y revela como originario. Consiste en la suplantación del ser por parte de lo ente, de lo ontológico por parte de lo óntico. A diferencia del impropio, cuya esencia es el hombre, en este caso lo esencial del mismo es el propio ser, y con él la esencia del hombre, no el hombre únicamente en su sentido más inmediato.
El nihilismo impropio es un fenómeno ‘exterior’, una determinación que tanto puede ser histórica, cultural, ideológica, religiosa, etc. (es decir, contingente), del nihilismo propio, que es el fundamental, pues conecta y arraiga con/en la esencia del hombre. Lo propio del nihilismo precisamente radica en la pretensión de totalidad absoluta que puede adquirir un determinado ente, que trataría de alcanzar la decisiva pero inconquistable dimensión ontológica. El ser siempre se ha pensado sólo desde y en dirección al ente, por lo que su esencia más profunda permanece oculta tras el velo inconsistente de lo óntico. La figura preeminente de la metafísica occidental, el sujeto [7], en su pretensión de dominar la profunda ambivalencia del ser, lo ha objetivado como si fuera una cosa, un ente.
A pesar de lo que se suele decir no parece que el nihilismo sea algo que conduzca directamente a la barbarie, casi diría que sucede lo contrario. El nihilismo entendido de forma ‘impropia’, es decir, como una cierta defensa de un relativismo absoluto, no permite explicar los casos más destructivos de barbarie que se han dado en la historia. Al contrario, como el ser humano siempre necesita ideales y creencias para justificar sus actos [8] , todo sistema criminal que ha existido se ha constituido sobre unos postulados firmes y determinados (ejemplos: nazismo o estalinismo [9]). Paradójicamente la barbarie sólo se justifica y desarrolla a partir de creencias e ideales. Aunque a este respecto también hay que puntualizar, más que nada para no caer en un relativismo fácil, que no basta con tener creencias, independientemente de su contenido, para convertirse en un criminal. La clave reside aquí en la pretensión dogmática que le damos a estas creencias, cuando se convierten en excusas para consagrar la unidad social y cultural; es decir, que el salto hacia la barbarie sólo se da cuando pretendemos que unas creencias concretas alcancen la dimensión fundamentadora de lo ontológico, un carácter eterno y totalizador. Pretender que se tiene toda la verdad, una verdad total y absoluta, eso es puro nihilismo destructor.
Pero, ¿quiere esto decir que cualquier doctrina, cualquier sistema, es igual de letal? Ni mucho menos, no deberíamos caer en esa nivelación acrítica sin analizar cada caso por sí mismo, porque evidentemente no es lo mismo la doctrina del nazismo o del estalinismo que la de las democracias occidentales, por mucho que éstas hayan podido justificar hechos despreciables, precisamente por caer en el salto hacia la barbarie de la sacralización de lo propio. En realidad el relativismo no es más que otra forma de nihilismo, tal vez la más peligrosa actualmente en las sociedades occidentales, porque es pura ideología, auténtico ‘darwinismo social’ [10]. Si es cierto que ningún sistema puede pretender ostentar la Verdad, es más cierto todavía que no todos los sistemas se acercan a ella en la misma proporción; no ocupan el mismo nivel en una jerarquía intelectual mínimamente rigurosa. Queda claro que ningún sistema tiene la Verdad (y no por incapacidad, sino porque, en esencia, no puede tenerla, porque la verdad es siempre, como lo absoluto, algo que-se-escapa), pero unos se acercan más que otros.
A nivel individual, un nihilista auténtico no puede convertir su nihilismo en ideología, primero porque su nihilismo no es algo propio (en el sentido identitario del individuo) y después porque la característica principal del verdadero nihilismo es que es irreductible a doctrina. El verdadero nihilista, precisamente porque sabe y conoce el fondo que de vacío tiene toda elección y toda creencia, siempre elige, no reprime su voluntad, pero sabe que lo que elige nunca podrá ser más que una elección entre otras posibles, una decisión [11] y no un acto de connotaciones trascendentales.
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[1] Se trata de relativizar los efectos de la muerte proyectando ‘trasmundos suprasensibles’ más allá de nuestra realidad inmediata.
[2] Diccionario de Filosofía, volumen 3. Ed. Alianza, 1979.
[3] El libro de Hamilton en el que se refiere al nihilismo, el primer tomo de Lectures on Metaphysics, fue publicado en 1859, mientras que la referencia de Jacobi data de 1799.
[4] Aunque los idealistas sigan un camino distinto al de Jacobi.
[5] Fragmento de su carta a Fichte.
[6] Capítulo del libro Nietzsche (traducido por Juan Luis Vermal para Destino, 2000).
[7] No hay que confundir aquí sujeto con ‘yo’ o ‘individuo’.
[8] Aunque no sólo para justificarlos, sino también para organizarlos y generarlos.
[9] Como recuerda el personaje de John Goodman en El gran Lebowski, oponiendo nazismo y nihilismo: “Nota, dirás lo que quieras sobre los principios del nacionalsocialismo, pero al menos tenían una doctrina”.
[10] Aunque sus defensores aseguren lo contrario tras una defensa del llamado ‘multiculturalismo’.
[11] ‘Decidir’ viene de de-cidere, que significa ‘cortar’ o ‘separar’. Es decir, que decidir implica un estar en la escisión de lo real, en la dimensión de lo contingente.
(publicado en Kiliedro)
19 comentarios:
" Nihil", apropiadísimo para mí ahora.
Para mi también es apropiadísimo.
Excelente artículo, doktor von Horrach, de resonancias vermalianas, como no podía ser de otro modo. Enhorabuena.
Enhorabuena por el artículo.
De todas maneras, no acabo de entenderte cuando criticas el relativismo -relacionándolo con el darwinismo social- y tampoco me queda claro a qué "verdad" te refieres. Mi ignorancia te agradecería una explicación más detallada.
Un saludo.
Hola a todos, y gracias por los halagos (sobre todo a usted, amigo Pez, que me ha llegado vermalianamente al alma).
Dos precisiones antes de nada: el artículo este de Kiliedro está basado en una breve entrada que colgué aquí hace un mes, más o menos. Para esta ocasión la he ampliado y desarrollado.
Segunda precisión: la cita del 'Gran Lebowski' se la debo (he visto esta peli de los Coen, pero ya no recordaba esta impagable frase de Goodman) al nick Narrador, del blog 'Pupilas de acero', que la recordó precisamente en los comentarios a la anterior entrada sobre el nihilismo. Si me lees, gracias.
Y entrando ya más en materia. Lo primero, una pena que Jart y Pez pasen momentos de angustia nihilista. Aunque sea egoístamente (ya casi, junto con Andreu, son los únicos lectores que me quedan, tras la paliza metafísica de estos últimos días, jajajaj), os deseo mejoras (alguna mejorilla sólo, que un cierto malestar siempre viene bien, ¿no?).
Andreu, lo de vincular al relativismo con el darwinismo social lo hago en el sentido de que en un marco puramente relativista, es decir, acrítico, se impondría el sistema del más fuerte, para decirlo de manera clara, el sistema de aquellos que fueran capaces de recurrir a un mayor caudal de fuerza y coacción para imponer sus tesis. Piensa por ejemplo en el caso de la Alemania de los años 30, el país más culto de Europa, que llevó al poder a Hitler, el cual se apoyó para triunfar decisivamente sobre el relativismo de entreguerras (Hannah Arendt analizó en su momento este caso de cómo el relativismo sociocultural imperante en Alemania permitió a los nazis, más letales en sus métodos que los comunistas, llegar al poder y mantenerse hasta el final de la guerra). Tenemos casos de 'relativismo darwiniano' en España: por ejemplo, aquellos que ponen al mismo nivel a una banda de ideología totalitaria y de métodos criminales como es ETA y al Estado democrático español. Quien equipara entes tan dispares está en cierta manera defendiendo o promocionando al más criminal de ellos, es decir, a ETA. En los 30 gente de este pelaje también equiparaba a los nazis con las democracias francesa o británica. Por eso lo llamo 'relativismo darwinista', porque todo queda a expensas del más fuerte (bestia) de todos, quedando la inteligencia desplazada.
Sobre lo de la 'verdad', fíjate que no defino este concepto, entre otras cosas porque no lo considero definible (el tío Martin, en sus Beiträge, va en esta línea: "La filosofía es la fundación de la verdad bajo simultánea privación de lo verdadero"). Lo que yo digo es que todo sistema nihilista-sacrificial trata de definir de forma definitiva, excluyente y clausurada lo que es la 'verdad', trata de apropiársela de manera esencialista. Eso no quita que pueda haber diferentes tipos de verdades (por ejemplo, puede haber verdades empíricas, como que ETA es una banda terrorista, por recurrir a un caso citado aquí), pero se trata de verdades contingentes, nunca absolutas (ETA podría dejar las armas un día y hacerse demócrata... aunque lo dudo mucho). Esa es la clave del nihilismo, que no hay y no puede haber verdades absolutas y definitivas, y por tanto, esta Verdad no sería definible. Sería la 'desconocida raíz común' kantiana, lo absoluto como lo 'ab-suelto', etc. En suma, la 'privación de lo verdadero' heideggeriana.
saludos a todos
Si algún valiente tiene ganas de chuparse un debate de casi dos horas sobre el relativismo (y la fe), aquí tiene a René Girard y a Gianni Vattimo en el Tube (los presenta el simpático Pier Paolo Antonello):
http://www.youtube.com/watch?v=bTw0zttTWUk
De acuerdo con lo del relativismo. Pensé que te podías estar refiriendo a lo que has dicho, pero no lo tenía muy claro.
De acuerdo con lo que también dices sobre la verdad aquí, pero no sé cómo se puede pasar de eso a decir que algunas culturas o sistemas se aproximan más a la verdad; a no ser que te refieras a que algunas perspectivas se ven más capacitadas a apropiarse de la verdad (quizás en el sentido heideggeriano, como cuando se trata de la "capacidad" en la "Carta sobre el humanismo", pero no estoy muy seguro). Si decimos que, sin poder definirla, la verdad está más al alcance de un sistema que de otro tendríamos que poder medir la distancia entre el sistema y la verdad, con lo que ello implica.
Quizás no te esté entendiendo bien. Supongo que tendremos ocasión de hablar de ello.
Un saludo.
Horrach: Andábamos con el nihilismo precisamente. Un último panfletillo de Duque que si puedo le comentaré. Un saludo.
Hola de nuevo, Andreu.
Lo de la verdad es muy complicado, de hecho se trata del problema principal de la filosofía, enfocado de diferentes maneras (en Heidegger como la pregunta por el ser; en Kant como las condiciones de validez de lo válido,...). Cuando digo que algunos se acercan más que otros me refiero a que tratan el problema de la verdad teniendo en cuenta su esencia inapropiable, que siempre será algo, la verdad, que se nos escapará de alguna manera. Por ello, el tener claro que la verdad es algo que no podrá ser presentada totalmente en un sistema de proposiciones ya es acercarse más que los que pretenden fijarla a partir de determinados conceptos, apropiándosela. Apropiarse la verdad implica un cierto mutilar la multiplicidad de lo real, un fijar la verdad como unidad absoluta, excluyente y clausurada. Respetarla como problema no ahoga esta multiplicidad, al contrario.
Señor Verle, bienvenido de nuevo. ¿Se refiere usted a 'El cofre de la nada' que acaba de publicar Abada? Yo lo tengo pedido y me llega un día de estos. Duque tituló una conferencia que dio en Palma hace justro un año de esta manera precisamente, así que imagino que lo que presentó será, en parte, los contenidos de su libro.
saludos
Von Horrach, no creo yo que tus lectores emigrasen al sur...si además ya viene la primavera. Lo que pasa es que no siempre se tiene algo que decir.:).
Muaks.
Andreu, te contesto de nuevo, esta vez con palabras del gran Kafka:
"La verdad es siempre un abismo".
Y para mis sufridos Pez y Jart el doktor les dedica dos delicatessen, a ver si nos mejoramos:
http://www.youtube.com/watch?v=hVMgSy3wKdQ
http://www.youtube.com/watch?v=CjwLL6tzxb4
Acepto ese carácter abismal de la verdad; aunque creo que, al ser la verdad una categoría tradicionalmente epistemológica, dicha caracterización lleva a confusiones. Cuando Heidegger habla de la "verdad del ser" no creo que se esté refiriendo a la verdad tradicional anteriormente señalada.
Como te he comentado esta tarde, aunque sin haber profundizado mucho en ello, creo que es imposible concertar una cultura o un sistema en torno a esa "verdad", o a esa quiebra. Es más, en mi opinión la cultura nace precisamente en el olvido de esa quiebra.
De ahí mis dudas de que sea lícito atacar al relativismo cultural -atacable, por supuesto, desde muchas perspectivas- utilizando dicha caracterización de la verdad como abismo.
Además, aun manteniendo, como creo que haces, una cierta relación entre ese "abismo" y la posibilidad de un escepticismo o de una crítica -de una revisión o salida-, como la presupones en la cultura occidental, cabría analizar si esa posibilidad no se da en otras culturas bajo diversas formas, más allá de lo que vemos en los medios de comunicación. Aunque el que hace la tesis sobre un antropólogo eres tú, no yo :-)
Desde luego, puedo ser yo el que esté mezclando "ous amb caragols" y no me esté enterando de nada.
Un saludo.
Hola Andreu.
No sé, creo que el tema se nos va de las manos, y más a estas horas, jajajaj. Yo de momento lo dejaría aquí y ya lo iríamos ampliando poco a poco.
De todas maneras, yo sí creo que Heidegger, cuando se refiere a la 'verdad del ser' sí que se refiere, aunque sea de forma implícita, a un carácter epistemológico. Fíjate que lo que hemos comentado hoy en clase (los fragmentos en los que enfrenta la filosofía 'propia' con lo que llama 'concepciones de mundo') indica que la cosa puede ir también por ahí, aunque no sólo. Es metafísica, pero también teoría del conocimiento.
Hay que olvidarnos de verdades absolutas y manejarnos con verdades relativas, es decir, contingentes. Es lo que digo al final de mi artículo: una decisión es sólo eso, una decisión, no un acto trascendental. En la misma línea, una verdad humana nunca puede ser absoluta, pues siempre dejará cosas fuera de ella (la multiplicidad de lo real es irreductible a concepto o a proposición). Una verdad que deja de lado su esencia misma se convertiría en simple medio de dominio, en mera ideología.
saludos
Efectivamente, el 'cofre de la nada'.
(Menos mal que Gadamer urbanizó la provincia heideggeriana, que si no estaría Herr Martin en el olimpo de los poetas y no de los filósofos)
La verdad es mujer. Atractiva, deseable, esquiva, pringosa, conflictiva. Nos acercamos a ella, y cuanto más cerca, más se revuelve. Cuando creemos tenerla en nuestras manos, es en realidad cuando más lejos está. Lo interesante es el juego de la seducción, el ir y venir. Su posesión supone la decepción. Te enseña el tobillo y con su mirada insinúa que, si quieres y te esfuerzas, podrás llegar a verle la rodilla e incluso más allá. Pero al final no se deja. Y si lo hace, resulta que es frígida.
Impresionantes los Arcade Fire. Menuda intensidad. Gracias.
(herr doktor desde la UIb)
Verle, no he leído nada de Gadamer, aunque ahora que estoy en plan metafísico debería hincarle el diente de una vez.
Pez, eso que dice de las ctónicas (muy cierto) le pasa porque las ronda, que no es el caso del doktor H, que es rondado constante e implacablemente por ellas (ahora mismo en la UIB, por cierto) y ya no da abasto. Y es que lo bueno del juego de la seducción es ser el seducido, el objeto de deseo. Eso le pasa a H por ser el Cluni mallorquín.
Ahora en serio: los Arcade Fire están algo sobrevalorados por cierto público, ese llamado 'indie', pero están muy bien, sobre todo esta canción (en la versión original desaparecen esos coros tan discutibles del video que bloquean en cierta manera la expresiva voz del cantante).
Por cierto, ¿conoce a los Arab Strap?
saludos
Horrach: Hablando de nihilismo y Kafka, este precedente de Dostoievski: "A la mañana siguiente se despertó tarde, tras un sueño agitado que no lo había descansado. Se levantó bilioso, irritado, de mal humor, y consideró su habitación con odio. Era una jaula minúscula, de no más de seis pies de largo, y tenía un aspecto miserable con su papel amarillento y lleno de polvo colgando en jirones de las paredes."
(Crimen y castigo)
Wilkommen Bart, desde las catacumbas de la noche.
Muy oportuno recordar a mi adorado Dostoyevski en esta ocasión. La verdad es que lo dejé fuera de la disección más que nada porque dentro del vasto y denso universo nihilista preferí centrarme sólo en el filosófico (mejor dicho, sólo en una pequeña parte del filosófico).
También Pavese podría ser adecuado para estos menesteres: "el arte de vivir es el arte de saber creer en las mentiras".
shalom!
Muy bueno el blog en general.
En relación a este post, y en este mismo sentido recomiendo el texto de Jünger, "Sobre la linea".
Este texto fue un regalo de Jünger a Heidegger en su sexagenario cumpleaños.
Saludos.
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