domingo, 28 de enero de 2018

LA 'DISTORSIÓN' EN BALEARES



 (mi prólogo sobre el catalanismo en Baleares del libro de Mikel Arteta Construcción Nacional en Valencia)


Sin ninguna duda, en las islas Baleares se han seguido estos últimos 40 años los pasos del conflictivo modelo lingüístico y político implantado en Cataluña por el pujolismo. A pesar de contar con un menor apoyo social y electoral que el capitalizado en tierras del Principado, el catalanismo en Baleares se ha dedicado igualmente a dividir la sociedad sirviéndose de las lenguas como criterios ideológicos de demarcación, imponiendo su marco conceptual incluso a los rivales políticos. En este sentido, el PP, siendo el equivalente balear a CiU en cuanto a partido de poder, ha jugado un papel decisivo en el avance de las tesis catalanistas en las islas, aunque haya sido por entreguismo. Fruto de un complejo de inferioridad hábilmente inoculado por el nacionalismo, salvo en la legislatura de José Ramón Bauzá (2011-2015) nunca opusieron resistencia a la expansión del discurso pancatalanista. El mismo Estatuto de Autonomía (1983) ya dejó una buena muestra de la actitud claudicante de la derecha balear: su líder histórico, Gabriel Cañellas, no quería de ninguna manera que la lengua generara un conflicto civil, y por eso regaló un consenso socialmente ficticio que sus rivales aprovecharon para ir ganando posiciones y quebrar el bilingüismo. De inicio, en este Estatuto ya se cedió indicando que el nombre de la lengua ‘propia’ sería catalán, cuando no existía una conformidad al respecto en una sociedad isleña que no pretendía que fueran idiomas distintos sino que se respetaran las modalidades propias. Poco después llegó la Ley de Normalización Lingüística (1986), donde se marcó el camino para que el castellano quedara relegado en favor de un catalán muy estandarizado que se convertía así en la lengua preferente y de las propias instituciones. Esa asimetría legal no ha ido más que ampliándose con el paso del tiempo, aunque socialmente el castellano y el dialecto balear siguen resistiendo.
El PP gobernó de forma continuada las Baleares entre 1983 y 1999, momento en que una coalición de partidos de todo pelaje (socialistas, nacionalistas, comunistas, derecha regionalista, ecologistas) se alió para articular el primer Pacto de Progreso (de tres totales), caso pionero a nivel nacional de alianza de “todos contra el PP”. Ahí sí que Baleares fue algo por delante de su espejo catalán. Dicha coalición, presidida por el socialista Francesc Antich (también en el segundo Pacto, entre 2007 y 2011, que añadió a ERC), se dedicó a aplicar de forma obsesiva y maximalista las herramientas lingüísticas que el PP había activado, siendo el Decreto de Mínimos, aprobado por el gobierno de Jaime Matas y que establecía un mínimo del 50 % de horas lectivas para el catalán pero no un tope de máximos, la ley estrella que por la puerta de atrás fue consagrando de facto una inmersión lingüística muy similar a la de Jordi Pujol en Cataluña.
Cabe decir que el catalanismo en Baleares nunca ha pretendido seducir, sino imponer. Y posiblemente por ese ardor antipático no ha sabido sumar al uso de la ‘lengua propia’ un mayor número de hablantes. De hecho, diversos estudios indican que esa práctica hoy se ha estancado, cuando no reducido tras la llegada masiva de inmigración internacional. En este esquema autoritario de pura ingeniera social han jugado un rol esencial el Departamento de Filología Catalana de la UIB (Universidad de las Islas Baleares), posiblemente el departamento de esta materia más radicalizado y menos científico de todo el territorio de habla catalana, y también la OCB (Obra Cultural Balear), una organización privada volcada en la imposición del monolingüismo catalán que ha recibido desde hace muchos años millones de euros públicos no sólo de la administración balear ¡sino también de la mismísima Generalitat! Creada durante el franquismo, fue evolucionando desde posiciones más abiertas y culturales hasta convertirse en la beligerante infantería del catalanismo de las Baleares.
Y si el PP ha pecado en este asunto por omisión, el PSOE lo ha hecho por acción pura y dura. Los socialistas pasaron de ser en los años 80 un partido claramente socialdemócrata y estatal, con líderes tan solventes como Félix Pons, que fue Presidente del Congreso de los Diputados, o el alcalde de Palma Ramón Aguiló, a transformarse en la década de los 90 es un apéndice ideológico del PSM (Partido Socialista de Mallorca, nacionalistas). Convertidos ya en la federación PSIB (Partido Socialista de las Islas Baleares), han seguido la estela del PSC en Cataluña: a medida que iban catalanizando más su discurso, los votos se evaporaban de las urnas. Y eso sin querer entender por qué boquete ideológico se escurría progresivamente su apoyo electoral. Es cierto que ahora gobiernan, pero lo hacen con la precariedad que conlleva necesitar apoyos muy intransigentes (Podemos y el PSM, ahora llamado Més), a la par que la fiabilidad política y doctrinal de su lideresa, Francina Armengol, es muy dudosa, siendo más tolerante con el independentismo que el mismo PSC.
El horizonte que se plantea en la política balear es muy preocupante. Tras el desastre del PP en las autonómicas de 2015, donde perdió casi la mitad de escaños fruto de graves torpezas de Bauzá, y con la tímida entrada de Ciudadanos en el Parlamento, es notoria la radicalización del gobierno actual, formado por PSIB y Més, y apoyado exteriormente por un Podemos que a nivel balear ya ha dado el sorpasso a los socialistas en las dos últimas Generales. Los nacionalistas de Més cuentan con un apoyo electoral inflado respecto a sus cifras habituales, pues hace dos años convencieron a unos 20.000 nuevos votantes de haber dejado lo identitario en segundo plano en favor de un discurso más social. Pero al menos ahora, enardecidos miméticamente por la dinámica del prusés y, en consecuencia, entregados a un discurso batasunizado de demonización del Estado y de las decisiones judiciales que les han sido adversas, ya no podrán engañar a nadie sobre sus verdaderas intenciones, que no son otras que romper unilateralmente España e imponer una sociedad monolingüe y homogénea bajo la forma de los Països Catalans.

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