(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
El
pasado viernes al fin eché mano a Amarillo, la obra de Félix
Romeo dedicada a su amigo suicida Chusé Izuel. Sin darme cuenta, leo
el libro justo en el quinto aniversario de la prematura muerte del
autor (paro cardíaco). Ese mismo día, y tras un par de años fuera
de foco, regresa el Cap Blanc a la actualidad con el proyecto de una
plataforma ¡“para saltar al vacío” desde allí! Por asociación
de ideas, inmediatamente pienso, como en Futurama había
cabinas para suicidas, y teniendo en cuenta el siniestro pasado de
nuestro acantilado favorito, que se iba a rehabilitar de cara a
nuevas tentativas de autolisis, esta vez a pelo, sin automóvil.
El
genius loci del lugar permanece a pesar de todo, aunque hace
tiempo que no voy por la zona. Desde que la vallaron, ha perdido
atractivo. Si incluso llevaba a amigos o conocidos a darles un garbeo
por sus irresistibles balcones al Mediterráneo. Alguno debía pensar
que lo estaba invitando malignamente a ya saben qué. No sería la
primera vez, ni será la última, que los simples mortales no
entienden mis magnas y celestiales ocurrencias.
Pero
no, la noticia no iba sobre lanzarse al vacío para fundirse con la
Pacha Mama, sino para engañarla lúdicamente con unas tristes
cuerdas de goma. Con el potencial que tiene el Cap Blanc... Si
fuéramos de verdad visionarios montaríamos allí algo sobre el
suicidio, no sé, incluso un parque temático. Lo digo en serio: hay
que hablar del tema, visualizarlo para una población que sólo sabe
mirar a otra parte. Los mismos psiquiatras recomiendan saltarse una
omertà que propicia que se sigan matando unas 11 personas
cada día en España. Y eso que tenemos un índice bajo, si lo
comparamos con el resto de países desarrollados.
Por
tanto, al menos un stand con libros de Jean Améry (sobre todo su
suicidológico Levantar la mano sobre uno mismo),
Cesare Pavese (su diario El oficio de vivir) o Albert Camus
(El mito de Sísifo); un hilo musical con Joy Division, Nick
Drake o Nirvana; carteles con obras Rothko y Van Gogh; estampas de
Marilyn Monroe y George Sanders. Doy ideas.
Demanda
desde luego la hay. Tanta que incluso trascendemos los citados casos
individuales para elevarnos a lo institucional: el agónico Estado
mismo, áreas como Educación (donde Baleares en la sima más
profunda de Europa) o, por supuesto, formaciones políticas. En
especial ese partido de partidos, traslación interna del mantra
“nación de naciones” que gustaba tanto a uno de sus chamanes,
que tiene una inclinación ostensible por el deceso voluntario. Ya
saben, los residentes de la 70 Rue Ferraz del Percebe.
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