(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
La
semana pasada se disputó en Liverpool el Grand National, que llevo
siguiendo desde hace unos años, cuando mi anglofilia alcanzó su
extática cumbre. Aunque prefiero el Derby de Epsom, cita obligada
para Fernando Savater desde hace 4 décadas. Qué belleza la hípica,
queridos, al menos la hípica normal, aquella en la que el jockey se
acomoda majestuosamente alzado sobre un magnífico purasangre.
En
cambio, qué diferente es el trote que se estila en Baleares, ¡la
madre que lo parió! Qué espanto ver al caballote, más tosco que en
la hípica británica, tirando de un carruaje con el 'manador'
despatarrado de la forma menos estética imaginable. Y esas evidentes
reminiscencias del arado, ese trote cochinero, como decía Butanito
de los árbitros menos gráciles, esa fealdad insufrible.
Reminiscencias
mentales del arado también aparecen en nuestra política de andar
por casa. Me refiero al error político de Sa Feixina. Sin duda el
discurso de Cort es puramente ideológico: en plena conga emocional,
imitando a sus colegas del Parlament, corean que sólo se oponen al
derribo los exaltados, los fascistas y tal. Pero al final si algo ha
quedado claro, con encuestas y posicionamientos públicos, es que la
mayoría de la población no secunda al ayuntamiento. Puede que
tengamos alrededor de un 85 % de fascistas en Palma, quién sabe, y
que incluso muchos hayan votado al Pacte, pero no parece muy
verosímil.
Sin
embargo, ahora ya es difícil que se echen atrás. Si rectifican, se
verá como una derrota. Si persisten, como una obsesión sectaria que
incumple flagrante y fragantemente su máxima electoral de servir a
la ciudadanía al margen de empecinamientos crispadores que, ya
saben, siempre son defectos del rival.
Por
esa supuesta superioridad moral se proclama también con solemnidad
la despolitización de IB3. Y aunque es cierto que en algunas cosas
la programación ha mejorado (Dues Voltes, Els Entusiastes), todavía
se detecta un sesgo pronunciado en favor de según qué discursos y
personajes. Porque no tiene nombre que un acto como fue, este
viernes, la presentación de 'Sa norma sagrada' en el centro cultural
de Sa Nostra, con nada menos que 200 asistentes, no suscitara la más
mínima atención de nuestros carísimos medios públicos. Cuando
después resulta que esos mismos (y otros) medios que castigan con la
omertà a un libro que rompe arraigados tabúes pierden el
culo dando protagonismo estelar a huelguillas seguidas por una docena
justita de chavales desorientados, por ejemplo en Dalt Vila. El
atávico arado doctrinario, por lo que se ve, sigue marcando la
pauta.
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