lunes, 4 de abril de 2016

LA RENDICIÓN DE MOLL


          (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares

Con su permiso, promoción obliga, hoy me voy a marcar 'un Umbral', pues mi segundo libro, Sa norma sagrada, ya está en las librerías. Les contaré una historia de Francesc de Borja Moll y de como las doctrinas que tienden a la unanimidad, de la misma manera que excluyen toda posibilidad de criticar sus postulados, intentan presentar el cauce de los hechos que nos ha llevado hasta aquí de una manera providencial, como si las cosas no pudieran haber sucedido de otra manera. 
El caso de Moll es muy revelador de lo que podría haber sido y no fue el catalanismo de Baleares. Hasta los años 50, Moll había permanecido fuera de Sa Ceba cuatribarrada pues, aunque aceptó la ortografía de Fabra, no quiso cambiar el título del alcoveriano Diccionari català-valencià-balear, que para los ultrafabristas suponía un atentado contra la unidad de la lengua. En su primera singladura de titubeante outsider, publicó en su editorial la colección Les Illes d'Or, con obras escritas en las modalidades isleñas para que la gente pudiese leer “en mallorquí”, lo que generó críticas exaltadas en el Principado. 
En una conferencia que impartió en Barcelona (mayo de 1954), titulada Els dos diccionaris, defendió un modelo integrador del catalán ante el pasmo de los asistentes, que en su cabreo avisaron al primo de Zumosol del catalanismo de entonces, Joan Coromines, que residía en Chicago. Coromines intercambió unas cartas paternalistas con Moll pero, ante la imposibilidad de reeducarlo, recurrió a la misma estratagema de McNamara con J. Edgar Hoover: “es mejor tener al indio dentro de la tienda meando para afuera que tenerlo fuera meando hacia dentro”. Es decir, propuso a Moll para un puesto en el Institut d'Estudis Catalans. Moll aceptó. No es fácil caminar solo, y el menorquín carecía del coraje de su maestro Alcover. A partir de entonces, cuando tenía más motivos para defender las modalidades, viendo la actitud bunquerizada que se encontró en Barcelona, se pasó curiosamente al otro lado. 
Consolidado como miembro del Politburó lingüístico, hizo méritos para aumentar galones en la polémica de Pep Gonella (1972), donde se mostró implacable con su contendiente, cuando realmente éste no cuestionaba la unidad del catalán ni, en su tercer y último artículo, difería de lo que en teoría defendía Moll. Y digo en teoría porque ya se vislumbraba ahí su doble discurso: hacer ver una cosa, pero promoviendo la otra por debajo de la mesa. Estrategia que prolongaron y enfatizaron sus discípulos en la UIB, como puede verse en Sa norma sagrada.

No hay comentarios:

Related Posts with Thumbnails