(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Lo malo de publicar columna los lunes es que, si te refieres a un asunto importante del día anterior, no llegas a tiempo de conocerlo plenamente. Sobre todo si se trata de elecciones cuyo resultado se sabe después de la hora límite para enviar mi disección. Por eso, no sé qué ha pasado con el referendum de ayer en Grecia, pero lo que voy a comentar se puede mantener haya ganado el sí o el no.
De
todo este asunto, la verdad es que me cabrea casi todo, incluso
cuando escucho tesis que van en mi línea de pensamiento. El ambiente
está demasiado exaltado, se nota que Europa necesita una terapia
intensiva de sabiduría y templanza del cricket, que esta semana
inicia uno de sus momentos álgidos con The Ashes, el enfrentamiento
bianual entre Inglaterra y Australia. Pero volviendo a Grecia,
asombra la cantidad de cosas que no son ciertas o únicamente lo son
a medias.
Por
ejemplo, Grecia no entró en quiebra por culpa de los “terroristas”
y “antidemócratas” que le prestaron dinero tras su hundimiento,
ni por aplicar teorías neoliberales, sino por un gasto público
excesivo para un país sin recursos ni capacidad competitiva para
sufragar su fastuoso Estado social. También hemos olvidado que
Tsipras consideró más urgente reabrir la TV pública griega antes
que devolver al FMI el dinero prestado. O, en otro sentido, que la
deuda griega que en 2012 estaba en manos de bancos franceses y
alemanes ahora es de toda la ciudadanía europea.
Pero
lo que más me irrita es ese chantaje que hace la Grecia actual del
gasto militar disparado (que Tsipras no quiere recortar), la de la
violencia en los estadios de fútbol y baloncesto, etc., apropiándose
de la memoria de los pensadores de las polis de hace 2500 años. ¿Qué
tendrá que ver Pericles con Tsipras? Pues mucho menos que Rajoy con
Felipe II. Pero sigue la identificación autocomplaciente como si le
debiéramos ad aeternum a los griegos actuales un legado
cultural que, por otra parte, todos (Grecia y Europa) han olvidado, o
directamente se ha optado por desconocer. Cuando lo que sí ha
cuajado de la Grecia Clásica son los sofistas y sus estrategias
retóricas atiborradas de falacias.
3 comentarios:
José Luis Coll, creo que en su libro 'El diccionario de Coll' (1979), decía que un grecioso era un humorista en Grecia.
En efecto, hasta el punto de que uno cree que la valía de muchos de estos políticos es inversamente proporcional al prestigio de las figuras históricas con las que se comparan. Si reapareciera un Sócrates, sería juzgado y sentenciado por los que dicen recoger su herencia, pues se enfrentó precisamente al populismo simplón y emotivista.
Saludos.
Totalmente de acuerdo. Aristóteles seguro que no votaría a Syriza, jajajaj.
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