(artículo publicado ayer en El Mundo-El Día de Baleares)
La semana pasada tocó palo al sistema, o al menos al vigente modo de funcionamiento del mismo. Hoy le toca al otro extremo que realmente lo complementa: Pablo Iglesias & co. Aunque parezca a simple vista que hay muchos contrastes, realmente seguimos inmersos en la misma tónica: como país nunca avanzamos gradualmente, sino a bases de arreones puntuales, golpes de mano y recetas mágicas. Si mágica e insolvente era la burbuja inmobiliaria (más las burbujas superpuestas que ésta produjo), mágicas siguen siendo las aparentes soluciones del triunvirato que dirige Podemos. No nos hemos movido demasiado: seguimos entregados a la ensoñación de que se progresa con atajos o por la puerta de atrás. Nada de poco a poco, día a día, con responsabilidad continua. Mejor a la española: golpe y tentetieso, que para eso tenemos un prestigio en Europa.
Podemos,
tal y como lo plantean Iglesias y Monedero (sobre todo éste último),
es más un instrumento de venganza que de justicia, más de ruptura
drástica que de reforma sensata. Luego está la operación
transversalista para aglutinar una mayoría, negando la ideología de
base. Con ello, Iglesias lo que hace es mentir desde el minuto uno a
la ciudadanía, evidenciando que el asalto al poder (o a los cielos,
en intrínseca resonancia mesiánica) está por encima de los
principios. El flautista ha sabido captar el ambiente de la época,
una mezcla de rabia y frustración, y está prometiendo lo que el
votante quiere escuchar al margen de la viabilidad (o sinceridad) de
las soluciones. Spain is pain: de la cleptocracia ineficiente al
redentorismo envenenado.
Se
dice que el PP ha aplicado la estrategia de aportarle aire mediático
a Podemos para dividir el voto de la izquierda, estimulando y
acaparando el voto del miedo. Si es así, y a mí personalmente me
han asegurado esta conveniencia varios políticos populares,
estaríamos ante una irresponsabilidad mayúscula. No ha aprendido el
PP la lección de François Mitterrand, que en su momento trató de
sobredimensionar al Frente Nacional de Le Pen para partir a la
derecha francesa, con el resultado conocido: el perjudicado acabó
siendo el Partido Socialista, cuando el delfín Jospin fue triturado
en las Generales de 2002 por Chirac y el mismo Le Pen.
1 comentario:
Gran resumen. Saludos.
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