Octubre es mejor que septiembre porque se aleja más del verano, y noviembre ahonda en esa superación, a la vez que es el último reducto antes del frenesí navideño. El mes de noviembre es el paraíso de los melancólicos, por eso Tom Waits, “el príncipe de la melancolía” (F.F. Coppola), le dedicó una joya en su ópera The Black Rider. Noviembre permite el resarcimiento del hombre del subsuelo que ha padecido el júbilo estruendoso de la mayoría en la época veraniega, pero que ahora, en los días de luz menguante, consigue vivir más relajado junto a la depresión y el silencio de la masa. El exceso de luz y calor encanalla a los hombres, entregándolos a la exteriorización de sus miserias, a la transmisión de su virus tribal. La obra de justicia que realiza el otoño, y por la cual debería ser reconocida como la mejor época del año, es callar toda esa cogorza banal y dispersa, propiciando una interiorización creativa. Aquel que desee dedicarse al estudio y la meditación no puede dejar de amar este precioso periodo de tiempo.
Pisar noviembre es asegurarse un espacio en la
civilización. La masa llega agotada del verano, este año más largo
que nunca, y se hunde en el desánimo como la marmota se enclaustra
en su guarida invernal. Noviembre es sinónimo de urbanidad, porque
favorece, aunque sea a la fuerza, la convivencia y reduce los
espasmos violentos de la chusma. La cara de pasmo depresivo que luce
el hombre simple por las calles solitarias es el alivio del
melancólico, la apertura de posibilidades a su respiración propia.
No es una revancha, sino un consuelo, un simple alivio, un “ahora
ya no les queda energía para putearme”. Es una pena que no
dure más de 30 días, y que la frustrante Navidad esté tan cerca,
porque con un noviembre de 60 u 80 jornadas la maduración ética e
intelectual del ser humano alcanzaría cotas inimaginables.
Noviembre era, por otra parte, el mes ideal para que el
PSOE realizara su conferencia política. No parece la mejor idea del
mundo montar este sanedrín en una época del año tan crepuscular,
tratándose de un partido que está loco por aparentar vigor
primaveral. Siendo esta época, lo normal es que siguiera Rubalcaba
al frente, tan decandente (o más aún) que la dinámica de su
partido. Al PSOE se le ha puesto cara de noviembre, y hay que
aceptarlo con fair play,
sacándole partido a la circunstancia. Con la misma alegría
con que sus miembros (y miembras) presumen de ser el partido que “más
se parece a España”... aunque tal vez esto último sea el
problema.
3 comentarios:
Se nota que habita usted allá donde apenas se usa calefacción.
Pero no le dejaré de dar la razón. Ciertamente el otoño invita al sosiego y al recogimiento. Guste o no.
Personalmente, me gusta el olor a leña quemada y castañas asadas en los pueblos. O el olor a setas y humedad en los bosques. También el colorido de los árboles prestos, como todos, al descanso. Con este ambiente ¡que mente no se luce! (pues va a ser que más de una)
Salud!
Hola Pens. Claro, eso de que noviembre promueve la introspección es una verdad científica. De las cosas más científicas que pueden leerse hoy en día en una columna de prensa...
salud
Das en el clavo, Johannes. Suele haber un nombre en latín para cada falacia. ¿Cuál es el de la falacia del hombre de paja?
Gracias.
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